Reportajes

La primera Guerra Mundial, estreno del "Siglo de Estados Unidos"

2014-07-27

Y lo que es más: Wilson, hijo de un reverendo de Virginia, era un idealista con una ligera...

WASHINGTON (dpa) - La anexión rusa de Crimea, las disputas territoriales entre China y sus vecinos, la guerra civil en Siria... ¿Se puede hablar de paralelismos entre las crisis actuales y el estallido de la Primera Guerra Mundial, hace justo un siglo? ¿Es la debilidad de la potencia mundial -entonces Reino Unido, ahora Estados Unidos- un factor de riesgo para la humanidad?

Hace unos meses, la prestigiosa revista británica «The Economist» analizaba estas especulaciones en torno a la siguiente tesis: «Estados Unidos es Reino Unido, la superpotencia que entonces se encontraba en plena caída y no fue capaz de garantizar la seguridad global».

Siguiendo con los paralelismos, «The Economist» sostenía que la China de hoy desempeña el papel de la Alemania de 1914, «una nueva economía rebosante de orgullo nacional que amplía a buen paso su poderío militar». Hace un siglo las partes implicadas tampoco creyeron en el estallido de una gran guerra, fueron incapaces de imaginarse los horrores que llegarían. Pero ahora, con la crisis de Ucrania, estos hipotéticos interrogantes cobran nueva vigencia.

Ironías de la Historia: precisamente Estados Unidos, que entonces era la potencia en ascenso, se había resistido insistentemente a llegar a las armas. Aún en 1916, el presidente Woodrow Wilson peleó por la reelección con el eslogan «He kept us out of war» (nos mantuvo fuera de la guerra). Por aquel entonces aún imperaba la Doctrina Monroe, sintetizada en el lema «América para los americanos», que aconsejaba mantenerse al margen de los problemas en Europa.

Y lo que es más: Wilson, hijo de un reverendo de Virginia, era un idealista con una ligera inclinación a la ingenuidad y antes de que Estados Unidos entrara en la guerra urdió planes para poner a las partes en conflicto ante la mesa de negociación.

Según el biógrafo de Wilson Scott Berg, a finales de 1916 los servicios secretos estadounidenses interpretaron mensajes de Berlín como una señal de la disposición del káiser a negociar. Wilson reaccionó de inmediato y envió una «misiva de paz» a los actores. Su vaga e irrealista visión era la de una «paz sin vencedores».

Sin embargo, las cosas evolucionaron de un modo muy diferente. La primera conmoción llegó con el hundimiento del transatlántico británico «Lusitania», que partió de Nueva York hacia Liverpool, tras ser atacado por un torpedo alemán en marzo de 1915. Murieron casi 1.200 personas, entre ellos 128 estadounidenses. Para calmar a Wilson, Berlín prometió detener por el momento la «guerra submarina absoluta».

El punto de inflexión llegó a comienzos de 1917, cuando Alemania, con la esperanza de matar rápidamente de hambre a los británicos, reanudó con todas sus fuerzas la guerra submarina. A ello se sumó el más bien torpe intento de los diplomáticos germanos de intentar involucrar a México en la contienda, con la jugosa promesa de que podría apropiarse de Texas, Nuevo México y Arizona. Y Wilson no pudo hacer otra cosa: el 6 de abril de 1917 Estados Unidos declaró la guerra a las potencias centrales.

«No fue sólo la guerra submarina alemana la que forzó a Estados Unidos a intervenir», opina no obstante el historiador estadounidense Muchael Kazin, de la Universidad Georgetown en Washington. «Wilson pensaba que el mundo debía ser un lugar mejor. Estaba convencido de que dios estaba del lado de Estados Unidos», declara a dpa.

Con la entrada en la guerra, Wilson buscaba según sus propias palabras «la paz definitiva para el mundo y la liberación de los pueblos, incluido el pueblo alemán». Y lo que es más: «No nos interesa el beneficio», decía. «Luchamos por lo que consideramos el derecho de las personas a la paz y la seguridad».

La intervención estadounidense supuso un giro histórico cuyas consecuencias aún perduran: por primera vez, Estados Unidos asumía el papel de policía mundial. Ya entonces, un cierto punto de conciencia misionera impregnaba la política estadounidense. Y en la práctica, Estados Unidos apostaba por asumir el papel de Reino Unido como primera potencia mundial.

¿Fue decisiva la entrada de Washington en la guerra? En un principio, Estados Unidos sólo desplegó a 14.000 soldados. Y el Estado Mayor alemán cometió un flagrante error de cálculo al estimar la potencia del Ejército estadounidense «en algún lugar entre Bélgica y Portugal».

«En un principio, se trató más bien de un factor psicológico», opina Kazin. «Fue decisiva la perspectiva de millones de soldados estadounidenses frescos frente a unas tropas alemanas totalmente agotadas». En total, Wilson envió a unos dos millones de «jóvenes» a los campos de batalla, de los que 116.000 murieron.

Mirándolo con la perspectiva del tiempo, los expertos consideran la política estadounidense mucho más prosaica. «Estados Unidos entró en la guerra debido al equilibrio de fuerzas», sentencia el historiador Arthur M. Schlesinger. Y como «efecto secundario» de la contienda llegó la «mayor explosión de la economía en la historia del país», opina Berg.

Con todo, la Primera Guerra Mundial también tuvo para Estados Unidos molestos «daños colaterales»: la maquinaria propagandística que Wilson lanzó fue gigantesca. Los alemanes fueron caricaturizados como perros y salvajes teutones, los colegios cancelaron las clases de alemán y el repollo fue rebautizado como «liberty cabbage» (col de la libertad). Muchos alemanes «americanizaron» sus apellidos: Schmidt pasó a ser Smith o Müller, Miller.

Otra consecuencia fueron la censura y el control de los medios. Una «ley antiespionaje» prohibió de facto cualquier tipo de crítica al gobierno y su política bélica. «La manipulación de los medios públicos con fines políticos se volvió un refinadísimo arte», sostiene el historiador David M. Kennedy en su obra «The First World War and American Society», donde habla claramente de censura. «Ya entonces el espionaje era notable», apunta Kazin en relación a las actuales prácticas de los servicios secretos.

Un amargo final para los pacifistas planes de Wilson: aunque en un principio fue recibido con júbilo durante las negociaciones de paz en Versalles, su programa de 14 puntos y su defensa de una alianza mundial que regulara las crisis mundiales cosechó escepticismo, sobre todo en su propio país. En lugar de continuar su apertura al mundo, Estados Unidos volvió a sumirse en un nuevo aislamiento y nunca se unió a la predecesora de las Naciones Unidas.

Hoy en día, Wilson es considerado un idealista buscador de la paz. Un hombre bueno guiado por la moral, un visionario dotado para la retórica que según sus detractores aspiraba a lo imposible, pero carecía de la capacidad de cálculo para lo políticamente factible. Y en eso, afirman, no dista tanto del actual presidente Barack Obama.

Sin embargo, ahí acaban los paralelismos entre la situación actual y la de hace un siglo, opina Kazin. Sobre la debilidad estadounidense y el ascenso de China el historiador sostiene que siempre hay potencias «que suben y bajan», pero además, hay un factor por el que considera improbable una nueva contienda mundial: «Está la bomba atómica, ahí reside la diferencia».



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