Internacional - Población

Al Líbano se le multiplican los problemas

2015-08-27

Desde que el pasado 17 de julio cerró el vertedero de Naame y finalizó la contrata de...

Kathy Seleme

Beirut. (EFE).- La actual crisis de la recogida de las basuras en el Líbano ha sido la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de una sociedad harta de un sistema político anclado en el pasado, manchado de corrupción, dividido por los conflictos religiosos y comunitarios, y salpicado por la vecina guerra siria.

A los ya numerosos problemas que amenazaban al Gobierno libanés, se ha sumado su ineficaz gestión para la renovación del contrato de recogida de basuras de la capital, Beirut, y otras zonas del país, lo que ha empujado a miles de personas a salir a las calles.

Desde que el pasado 17 de julio cerró el vertedero de Naame y finalizó la contrata de la compañía Sukleen, encargada de recoger los desechos, la basura empezó a apilarse en las calles.

Los manifestantes, encabezados por el movimiento "Apestáis", exigen una solución inmediata en protestas casi diarias que en numerosas ocasiones han finalizado en violentos enfrentamientos con la policía, que han provocado centenares de heridos.

Pese al descontento popular, que ha sumado a sus demandas la petición de dimisión del Ejecutivo, el Gobierno se ha mostrado incapaz de encontrar una solución que satisfaga a la divida sociedad libanesa.

"Nos encaminamos hacia una grave crisis política que puede llevar a negociaciones de última hora para salir de esta situación", dijo a Efe una de las responsables del departamento de Ciencias Políticas de la Universidad San José, Fadia Kiwan.

La docente universitaria agregó que este conflicto social es "una prueba de resistencia entre el (las fuerzas del) 14 y 8 de marzo", la primera contraria al régimen sirio de Bachar al Asad, y la segunda favorable.

Al problema de la recogida de basura se agrega el del escaso y entrecortado suministro de electricidad, que deja a los habitantes de la capital y de otras zonas del país con entre tres y seis horas de luz al día.

En esa situación, los vecinos están obligados a pagar, además del suministro público, una cuota a los dueños de los generadores eléctricos privados que, según medios nacionales, están en connivencia con algunos responsables gubernamentales.

El problema del agua es similar al de la luz. Los libaneses están sometidos, sobre todo en verano, a un racionamiento draconiano y tienen que pagar este servicio tres veces: una al Estado, otra a los camiones cisterna privados y una tercera a los vendedores de agua embotellada.

En ese contexto, Mario Abu Zeid, del Centro Carnegie en Beirut, advirtió a Efe de que si el primer ministro, Tamam Salam, dimite junto a su Gobierno, como piden los manifestantes, "habrá un caos como durante la guerra civil, lo que dará la oportunidad al grupo más fuerte y el único armado, el chií Hizbulá, de controlar el país".

La raíz de este caos de servicios públicos reside en la corrupción endémica y el estancamiento de un sistema político heredero del existente durante la guerra civil (1975-1990).

La Presidencia está vacante desde que el 25 de mayo de 2014 finalizó el mandato el anterior jefe de Estado, Michel Suleiman, debido a las divergencias entre las diferentes corrientes políticas parlamentarias, fuertemente marcadas por comunidades religiosa.

La propia Cámara de Diputados está paralizada debido al continuo boicot de las Fuerzas del 8 de marzo, lideradas por el grupo chií Hizbulá.

Esta corriente política se niega sistemáticamente a asistir a las votaciones parlamentarias para elegir a un nuevo presidente, ya que desean imponer a su socio cristiano Michel Aoun, líder de la Corriente Patriótica Libre.

En el lado opuesto figuran las Fuerzas del 14 de marzo, encabezadas por el suní Saad Hariri, que se niegan a aceptar las exigencias de sus opositores y prefieren un candidato de consenso.

A esto se suma el conflicto sirio, que salpica constantemente al Líbano, que vive una delicada situación de seguridad en el norte debido a la permeabilidad de la frontera, que cruzan habitualmente milicianos yihadistas para enfrentarse al Ejército libanés.

Además, el horror de la guerra ha empujado a más de un millón de sirios a buscar asilo en el Líbano, cuyas autoridades aseguran que no pueden acoger a más refugiados, ya que los nuevos se suman al medio millón de palestinos que hace 67 años se instalaron en tierras libanesas tras huir de la ocupación de Israel.

Precisamente, los campos de refugiados palestinos viven recientemente enfrentamientos entre facciones rivales, especialmente el de Ain el Helu, donde en los últimos seis días han muerto ocho personas.

La crisis de la basura ha hecho saltar por los aires, aunque de manera moderada, el aguante que habían mostrado hasta ahora los libaneses.

Ante esta situación, Fadia Kiwan afirma que los próximos días serán "cruciales", ya que esa moderación en las protestas, que de momento solo han provocado heridos, puede degenerar en "incidentes de gran brutalidad", aunque "nunca en una nueva guerra civil".



LAL
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