Editorial

López Obrador, el visionario involuntario

2020-05-06

La vida económica y social en estado de suspensión me hace pensar en aquél...

Jorge Zepeda Patterson, El País

La vida económica y social en estado de suspensión me hace pensar en aquél que, acorralado por una adicción incontrolable, decide confinarse en una clínica de desintoxicación. Tras la obligada cuarentena logra escapar al peligro y, una vez recuperada la salud, no encuentra el momento de regresar a la normalidad. Sabe que de alguna manera debe modificar hábitos y actitudes, pero la impaciencia por retomar su vida lo condenan a repetir los mismos errores.

Toda proporción guardada, me pregunto si las lecciones evidentes que nos deja la crisis de la pandemia serán olvidadas a las pocas semanas de la reactivación económica o, por el contrario, constituirán motivaciones para un cambio significativo de todo aquello que nos dejó tan vulnerables frente a este imponderable biológico. ¿Seguiremos siendo igual de permisivos frente a la comida chatarra que convierte en diabéticos y obesos a nuestros hijos? ¿Seguiremos tolerando un sistema que premia al especulador de la bolsa y convierte a enfermeras y maestros en oficios de segunda clase, salvo cuando los necesitamos?

Hace unos días 170 académicos e investigadores holandeses publicaron un manifiesto justo sobre este tema, dirigido al Gobierno de su país. Sostienen que el hecho de que la covid-19 haya tenido tales consecuencias se debe en gran parte al modelo económico dominante de los últimos treinta años. “El modelo neoliberal requiere una circulación cada vez mayor de bienes y personas, independientemente de los innumerables problemas ecológicos y la creciente desigualdad que esto causa. Durante las últimas semanas, las debilidades de esta máquina en crecimiento han sido expuestas dolorosamente”. Súbitamente, agregan, descubrimos profesiones “cruciales” y actividades que, no hace mucho tiempo, tuvieron que luchar por el reconocimiento y un mejor salario: atención médica, atención a personas mayores, transporte público y educación.

Tienen razón. La pandemia debería llevarnos a poner las cosas en perspectiva. Si pudimos parar al planeta para evitar que murieran varios cientos de miles de personas por el virus, tendríamos que ser capaces de hacer algo para evitar que 4.2 millones mueran cada año por enfermedades vinculadas a la contaminación del aire o varios millones más por afecciones relacionadas con el hambre y la desnutrición.

Y si no por ellos, al menos por nosotros: “Los expertos advierten que en caso de una mayor degradación de los ecosistemas, existe una mayor probabilidad de brotes de virus nuevos y más potentes”. Resultó una mera circunstancia que la covid-19 se cebara en particular sobre los viejos, ¿qué pasaría si el siguiente virus ataca en particular a los niños y provoca infertilidad, como en la película Children of Men de Alfonso Cuarón?

Las dramáticas consecuencias que ahora estamos viviendo podrían empeorar drásticamente si no cambiamos a otra forma de desarrollo que vaya más allá del business as usual, concluye el manifiesto de estos intelectuales holandeses. Al final, plantean cinco recomendaciones al Gobierno de los Países Bajos.

“1. Reemplazo del modelo de desarrollo actual dirigido al crecimiento genérico del PIB, por un modelo que distinga entre sectores que pueden crecer y necesitan inversión (los llamados sectores públicos críticos, energía limpia, educación y cuidado) y sectores que necesitan reducirse radicalmente dada su falta fundamental de sostenibilidad o su papel en impulsar el consumo excesivo (como, por ejemplo, los sectores de petróleo, gas, minería y publicidad).

“2 Desarrollo de una política económica dirigida a la redistribución, que proporcione un ingreso básico universal, integrado en una política social sólida; un impuesto progresivo sustancial sobre la renta, el beneficio y la riqueza; semanas de trabajo más cortas y trabajo compartido; y el reconocimiento del valor intrínseco de la asistencia sanitaria y los servicios públicos esenciales, como la educación y la salud”.

“3. Transición a la agricultura sustentable, basada en la conservación de la biodiversidad, la producción de alimentos sostenibles, en su mayoría locales, la reducción de la producción de carne y el empleo con condiciones de trabajo justas.

“4. Reducción del consumo y los viajes, con una disminución radical de las formas lujosas y derrochadoras.

“5. Cancelación de la deuda, principalmente a empleados, trabajadores independientes y empresarios en PYMES, pero también a países en desarrollo (a cargo de los países más ricos y las organizaciones internacionales como el FMI y el Banco Mundial)”.

Irónicamente buena parte de estas recomendaciones, no todas, coincidirían en gran medida con puntos de vista y políticas públicas del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador. Más allá del estilo personal del mandatario y su prédica circular y rijosa, a veces mesiánica, y que entiendo puede ser irritante, lo que su gobierno está proponiendo apunta en una dirección que empata con estas propuestas. Los puntos 2, 3 y 4 podrían ser suscritos perfectamente por sus políticas públicas. No así el primer punto que propone energías alternativas, lo cual choca frontalmente con la fascinación del actual gobierno por los combustibles fósiles y contaminantes.

Este miércoles, justamente, López Obrador afirmó que ya era tiempo de plantear nuevas formas de convivencia política, económica y social. El Producto Interno Bruto como criterio para medir el desempeño de una sociedad, debía ser sustituido por otro que privilegie la noción de desarrollo; la palabra crecimiento transmutar por la de bienestar. Recurrir al endeudamiento para socorrer a la planta productiva formal, dijo, terminaría trasladando recursos al sector privado porque esa deuda y sus intereses deberán ser pagadas por el erario, y a la postre obligan a recortar el gasto en salud, educación, o el apoyo a los que más lo necesitan. En suma, una transferencia de los que tienen menos a los que tienen más.

En ocasiones el discurso de López Obrador pareciera una regresión al pasado, fórmulas trasnochadas que se creían superadas. Y sin embargo, la crisis de la globalización, el crecimiento desigual, el consumo desaforado y salvaje, en suma, las sinrazones que ha evidenciado la pandemia, podrían llevarnos a pensar que no anda del todo desencaminado.

Otra cosa distinta es que lo consiga, pero por lo pronto, el presidente podría estarse anticipando a los que ya vienen de regreso, aunque todavía no lo sepan. 


 



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