Mujeres

Las mujeres con canas aún sufren de discriminación laboral

2022-09-16

Y en algunas industrias, como la de la actuación o la televisión, donde —seamos...

Ruth Marcus | The Washington Post

“¿Se teñirá o no el cabello? Solo su peluquero lo sabe con seguridad.”

Si tienes la edad suficiente para recordar este anuncio de 1956 de Miss Clairol —la frase, diseñada para convencer a las mujeres recelosas de que estaba bien teñirse el cabello, resonó por años— comprenderás lo que le sucedió a Lisa LaFlamme. La presentadora principal del noticiero nocturno más visto de Canadá, de 58 años, fue despedida de la cadena CTV donde había trabajado durante 35 años, para ser remplazada por un hombre de 39 años. El canal declaró que había sido una “decisión comercial” impulsada por “cambios en los hábitos de los espectadores”.

De hecho, algo más había cambiado. LaFlamme, como muchas otras mujeres durante la pandemia, había dejado de teñirse el cabello. “Finalmente dije:‘¿Para qué molestarme? Me dejaré las canas’”, explicó LaFlamme. “Honestamente, si hubiera sabido que el confinamiento iba ser tan liberador en cuanto a eso, lo habría hecho mucho antes”.

Pero la acción de LaFlamme le generó un aparente disgusto al nuevo jefe de la cadena, Michael Melling, quien según reportes “preguntó quién había autorizado la decisión de ‘dejar que el cabello de Lisa se viera canoso’”. ¿En serio? ¿Una periodista adulta y galardonada no puede tomar esa decisión por sí misma?

Entonces, ¿la despidieron o no por su cabello? Quizás solo Melling lo sabe con seguridad: el ejecutivo y la presentadora al parecer tuvieron discusiones sobre el gasto en la cobertura en el extranjero y otros temas. Sin embargo, parece tan evidente como las raíces canosas que la mezcla tóxica de la discriminación por la edad y el sexismo jugó algún papel en la repentina salida de LaFlamme.

Seré más directa: los lugares de trabajo son más amables con los hombres mayores que con las mujeres mayores. Un análisis económico de 2017 reveló “pruebas sólidas de discriminación por edad en la contratación de mujeres mayores, en especial aquellas que se acercan a la edad de jubilación”. ¿Por qué? “La evidencia sugiere que la apariencia física es más determinante para las mujeres y que la edad le resta más valor a la apariencia física en las mujeres que en los hombres”, deducen los autores.

Este doble rasero opera en todos los niveles corporativos. Cuando a los ejecutivos hombres de mayor edad les salen canas adquieren un aura de estadista sabio. Con las ejecutivas mayores... bueno, no tenemos mucha experiencia sobre qué pensar sobre ellas, pero queda claro que muchas sienten la necesidad de tomar medidas, algunas más extremas que teñirse el cabello, para lucir más jóvenes. Échale un vistazo a las directoras ejecutivas de Fortune 500 y te darás cuenta que es difícil encontrar una cana.

Y en algunas industrias, como la de la actuación o la televisión, donde —seamos honestos— la apariencia es aun más importante, esa brecha de género se vuelve gigantesca. Para tomar un ejemplo no tan aleatorio: Lloyd Robertson, a quien LaFlamme remplazó en la silla de presentador, se retiró a los 77 años. De alguna manera, los “cambios en los hábitos de los espectadores” no lo afectaron.

“Los hombres envejecen en la televisión con una sensación de seriedad, mientras que nosotras las mujeres tenemos una fecha de caducidad”, afirmó Roma Torre cuando ella y otras cuatro presentadoras de NY1, con edades de 40 a 61 años, demandaron al canal de noticias local en 2019 por discriminación de edad y género. (El caso llegó a un acuerdo en 2020.)

Como resultado, las periodistas de televisión que dejan ver su vejez lo hacen bajo su propio riesgo. No existen cabezas canosas femeninas en las presentadoras de nuestras pantallas. Al menos no la mía, debo admitir. Mi convicción de que nunca escondería mis canas se desmoronó al primer indicio, y solo puedo pensar en dos amigas que han resistido el impulso. Nuestra pregunta no es si las mujeres se lo tiñen o no, sino: ¿Lo hace en su casa o en el salón de belleza?

¿Es esto vanidad personal o autopreservación profesional? Un poco de ambas. Los maridos canosos no nos inmutan, pero nuestras canas nos angustian, y probablemente por una buena razón. A pesar de todo el júbilo de la era pandémica sobre “ser libres” de tener que financiar —además de encontrar el tiempo para— los retoques, sospecho que la mayoría de nosotras no aplicamos por completo la actitud LaFlamme: volvimos a cubrir las canas más rápido de lo que dejamos de utilizar el cubrebocas.

Todo esto es terriblemente anticuado, y creo que ese es el punto. Mucho ha mejorado en el mundo de las mujeres trabajadoras. Pero todavía hay mucho sexismo, en especial de variedades más sutiles, obstinadamente arraigado en la cultura, y en nosotras y nosotros mismos. En todo caso, con el dominio de la cultura juvenil, la discriminación por edad podría ser ahora peor que nunca.

En el pasado, teñirse el cabello se percibía como algo vergonzoso. Gracias, Miss Clairol. Hoy, es mero mantenimiento básico. “El tinte para el cabello lo ha cambiado todo, pero casi nunca recibe el crédito”, escribió Nora Ephron. “Es el arma más poderosa que tienen las mujeres mayores contra la cultura juvenil. Podría argumentar que es en parte responsable de la cantidad de mujeres que ingresan (y logran permanecer) en el mercado laboral a mediana y avanzada edad”.

Esto es lo que se considera progreso, supongo. Pero me recuerda a otro viejo comercial dirigido a las mujeres, la campaña de los cigarrillos Virginia Slims, de 1968, que tenía un eslogan que empoderaba y degradaba al mismo tiempo: “Has llegado lejos, cariño”.

¿Hemos llegado lejos? Preguntémosle a Lisa LaFlamme.
 



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