Tras Bambalinas

¿Y si Ucrania gana? 

2022-09-23

Si, en todo caso, se llegara a ese punto, el efecto sería catastrófico no solo para...

Política Exterior

La guerra en Ucrania vive un punto de inflexión. Por primera vez desde el inicio de la invasión, la posibilidad de una derrota sin paliativos de Rusia en el campo de batalla toma forma. Preguntamos a los expertos qué implicaciones tendría.

JOSÉ LUIS CALVO ALBERO | Coronel del Ejército de Tierra de España.

Una victoria de Putin en la guerra en Ucrania arrojaría una oscura sombra de autoritarismo y barbarie sobre el futuro de Europa, pero una victoria de Ucrania presenta también incógnitas y riesgos, sobre todo si no se gestiona bien.

El problema no sería la victoria de Ucrania en sí, que solo podría considerarse justa y merecida, sino el caos en el que Rusia puede sumergirse. La Federación Rusa desempeña un papel en los engranajes del mundo, tiene sus funciones y responsabilidades y colabora en el mantenimiento de ciertos equilibrios. Si eso se derrumba, podemos encontrarnos en una situación tan incierta como la que siguió a la desaparición de la Unión Soviética en 1991.

La Rusia post-soviética se ha construido sobre una imagen de gran potencia que, de demostrarse falsa, puede provocar serias convulsiones internas. El debilitamiento de la imagen de Moscú puede tener también consecuencias imprevisibles en múltiples lugares. ¿Qué ocurrirá en Bielorrusia? ¿Y en Siria? ¿Cómo afectará a los conflictos congelados en Georgia, Nagorno Karabaj o Moldavia? ¿Y al caldero en ebullición lenta que es Asia Central? Por no hablar del control de un arsenal nuclear inmenso.

La clave en la gestión de una victoria ucraniana reside, probablemente, en que pueda producirse de una manera suficientemente clara, pero sin que signifique el colapso de Rusia. La imagen de Polonia y Ucrania armadas hasta los dientes, furiosamente antirrusas y convertidas en cancerberos ante un Este que se desmorona, no sería la más atractiva para una Europa segura y estable.

RUTH FERRERO-TURRIÓN | Profesora de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid

El avance de las tropas ucranianas en la región de Khakiv/Járkov ha provocado un repliegue del ejército ruso generando la idea de que Rusia estaría perdiendo la guerra. La reacción del Kremlin ha sido la de llamar a filas a 300,000 soldados de reemplazo algo que ha acentuado la percepción de debilidad del régimen ruso. Esta debilidad queda patente por la necesidad de ampliar la capacidad de efectivos que hacen falta sobre el terreno lo que denota el fallo en los sistemas logísticos y de inteligencia, algo que le ha hecho perder mucho territorio en poco tiempo. 

A pesar de esta situación sería erróneo pensar que estamos ante una derrota rusa sin paliativos. Si bien es verdad que los objetivos primigenios de la campaña no se han cumplido, dado que ni ha caído Kiev ni está siendo sencillo controlar un territorio que le ha llevado meses controlar, todavía es pronto para determinar cuál será el saldo final de la guerra, especialmente ahora que parece que se entra en una nueva fase de la misma donde todo apunta a su prolongación y cronificación. 

En todo caso, todo apunta a que el régimen ruso se va a cerrar sobre sí mismo reforzando sus mecanismos autoritarios sobre su población, al tiempo que su percepción como gran potencia militar se va debilitando por momentos, tal y como se deduce de los recientes movimientos que se están observando durante las últimas semanas en la periferia inmediata rusa. Esto junto con el creciente descontento que puede provocar el impacto de la movilización de tropas de reemplazo entre la población podría suponer, sin duda, un punto de inflexión en el propio régimen.

DANIEL FIOTT | Investigador no residente del Real Instituto Elcano

Reconozcamos primero que cualquier victoria ucraniana sería un gran éxito para el pueblo de Ucrania. Por supuesto, tenemos que pensar un poco más en lo que entendemos por “victoria”. Creo que la mayoría espera que signifique la completa expulsión de Rusia del territorio ucraniano, incluida Crimea. Todo lo que no sea esto apuntaría a un conflicto congelado que podría desembocar, de nuevo, en una guerra abierta. Una victoria ucraniana también serviría como una interesante lección para aquellos que creían que Kiev se derrumbaría en días.

Para Rusia, cualquier derrota sería catastrófica en su búsqueda de prestigio e influencia en los asuntos internacionales. Plantearía serios interrogantes sobre el estado de las fuerzas armadas rusas y podría provocar una reacción en cadena en el Kremlin y entre los dirigentes de Moscú. Hoy día, sin embargo, no estoy del todo convencido de que una derrota completa de Rusia suponga la caída del régimen de Putin. Me lo imagino aguantando con medios brutales, lo que supondría un riesgo a largo plazo para Ucrania y Europa. En este sentido, la UE y la OTAN tienen que permanecer vigilantes, pase lo que pase en el campo de batalla.

Por último, una derrota rusa podría servir a Pekín en un sentido u otro. China podría tratar de aprender las lecciones del fracaso de Rusia mientras mira hacia Taiwán. Pero lo que uno esperaría que viesen los dirigentes chinos es que la guerra es una fuerza impredecible que no siempre resulta en una victoria fácil.

ANDREI KOLESNIKOV | Investigador principal del Carnegie Endowment for International Peace

Todavía no está muy claro cómo sería exactamente una victoria para Ucrania. ¿Liberación de los territorios ocupados? ¿La devolución de Crimea y el Donbás? ¿O simplemente el establecimiento de la paz en términos mutuamente beneficiosos? La actitud de Putin sobre lo que es la victoria y lo que es la derrota también afecta a la comprensión de la victoria. Puede registrar sus pérdidas, anunciándolas como logros. De hecho, las increíbles prisas por celebrar un referéndum indican esta lógica: al menos hay que etiquetar algo como una victoria. Al mismo tiempo, el hecho mismo de la movilización militar indica debilidad, no fuerza, la falta de recursos humanos.

El mínimo éxito militar de Ucrania ha tenido consecuencias nefastas: ataques con cohetes a infraestructuras críticas y movilización militar, anunciada como parcial, pero que en realidad se ha convertido en una guerra interna con la población masculina de Rusia. De hecho, ya no se trata de que Ucrania gane, sino de la propia derrota gradual de Putin al comportarse de esta manera. Rusia como país ya ha sido derrotado, mental y moralmente. Y, en cierto sentido, Ucrania ya ha ganado, al obtener una identidad y una unidad nacionales. Aunque, por supuesto, entendemos que sobre todo nos referimos a la victoria y la derrota en el campo de batalla.

Las victorias de Ucrania aumentan la irritación de Putin, que empieza a responder de forma asimétrica, descartando toda vergüenza. Esto también afecta a la población rusa, que se ve obligada a ingresar en el ejército y se ve sometida a la represión política. La victoria real debería ser tan convincente que los procesos de transición del autoritarismo a la democracia comenzarán en Rusia. Y esta victoria solo puede ser compartida por Ucrania, Europa, Rusia, Occidente, el mundo entero.

JESÚS A. NÚÑEZ VILLAVERDE | Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH). 

Ganar, en palabras del propio Zelenski, significa expulsar a todas las tropas rusas de toda Ucrania. Ese escenario sigue siendo hoy muy improbable, contando con que ante una amenaza de tal calado Rusia emplearía todas las bazas a su alcance antes de tener que salir de allí con las manos vacías. Eso apunta, como mínimo, a una violencia mucho más generalizada en el continente europeo.

Si, en todo caso, se llegara a ese punto, el efecto sería catastrófico no solo para el futuro político de Putin, sino también para la posición de Rusia en el escenario internacional. Moscú no ha logrado hacerse atractivo para ningún vecino y su influencia internacional, basada fundamentalmente en el hard power, quedaría muy dañada porque demostraría que sus fuerzas armadas no son eficaces para imponer su dominio. A partir de ahí, con o sin Putin al mando, nos encontraríamos con una Rusia mucho más radicalizada, aunque más débil (pero con un arsenal nuclear), más revanchista y, por tanto, más inclinada a la desestabilización por todas las vías a su alcance.

China es quien, como ya está sucediendo, aprovecharía la ocasión para intentar subordinar a Rusia a su dictado, evitando al mismo tiempo su colapso para contar con un socio que le permita seguir desafiando a Washington en su afán por convertirse en el nuevo hegemón mundial.

NICOLÁS DE PEDRO | Senior Fellow en The Institute for Statecraft. 

“¿Y si Ucrania gana?” es la pregunta oportuna en este momento. Es, con seguridad, la que ronda en la cabeza de Putin a la hora de anunciar su huida hacia adelante en forma de movilización parcial en Rusia y, de nuevo, velada amenaza nuclear. Sin embargo (y como buen reflejo de su incapacidad para pensar y actuar estratégicamente), Europa aún no ha empezado a preguntárselo seriamente. Y cuando lo hace es más como problema que como solución.

Lo cierto es que la victoria ucraniana no es solo posible, sino la mejor opción para garantizar una paz duradera en Ucrania y, en clave europea, una oportunidad para tratar de restaurar algo parecido a una arquitectura de seguridad europea basada en reglas y en la no utilización de la fuerza. Quienes en Europa ven con preocupación la posible victoria ucraniana lo hacen, fundamentalmente, por temor a la reacción rusa. Y hacen bien, a Rusia hay que tomársela siempre muy en serio. Negarse a ver la realidad de la deriva agresiva y autoritaria del Kremlin y apostar, por ejemplo, por agudizar la dependencia energética no era tomársela en serio. Y esa negación de la realidad ha sido decisiva para traernos hasta aquí.

Lo que es necesario comprender ahora es que el Kremlin seguirá siendo un desafío para Europa gane o pierda en Ucrania. La diferencia es, sencillamente, que una Rusia victoriosa o no derrotada representará una amenaza mayor para la paz y la estabilidad en el continente.



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