Del Dicho al Hecho

La marcha a favor del INE y las razones de la retórica polarizante de López Obrador

2022-11-16

Pacificar al país y traer igualdad fueron las dos principales razones por las que AMLO...

Ricardo Raphael | The Washington Post

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), dijo que las manifestaciones masivas del pasado fin de semana en Ciudad de México y otras 21 entidades para defender al Instituto Nacional Electoral (INE) son en realidad una cortina de humo montada por sus adversarios.

Con un discurso exaltado en los términos y el tono, desestimó la demanda social que las personas participantes llevaron a las calles. Les llamó franquistas, pinochetistas, hipócritas, racistas, clasistas y taimados; también les señaló de mezquinas, conservadoras, fascistoides, simuladoras, corruptas y oligarcas.

La lista de adjetivos fue tan grande como la ira despertada en el presidente por este evento. No hay simulación de su parte: siempre le han encajado mal la crítica y el diferendo, pero ahora que tiene mucho poder parece haber perdido la brida de su lengua.

Sin embargo, sería un error suponer que el performance discursivo posterior a la marcha es el resultado de un mero reflejo emocional, beligerante o autoritario, de su personalidad. AMLO sabe muy bien producir cortinas de humo para distraer sobre los temas que le importan. La retórica lopezobradorista es cada día más extrema porque la polarización que provoca le permite engañar al auditorio, igual que lo hace un prestidigitador cuando necesita confundir a su público.

Cada vez que echa a andar la cortina de humo hay un objeto dotado de fuertes significados políticos dispuesto para despertar polémicas interminables. Comenzó su presidencia, antes incluso de tomar posesión, con la cancelación de la obra de un nuevo aeropuerto en Texcoco. Ese fue el objeto que atacó, defenestró y al final destruyó a través de una consulta popular ilegal. Cumplir con el objetivo le ayudó a quebrar sonoramente a la clase media del país, incluida aquella parte que votó por él.

Otro objeto retórico que también sirvió durante meses para apestar con humo el debate público fue la supuesta venta del avión presidencial, que nunca pudo realizarse porque el gobierno mexicano no era su propietario. Sin embargo, se “rifó” sin que realmente se rifara y en el proceso se estafó a un grupo amplio de empresarios que, por querer quedar bien con el presidente, compró boletos para conseguir un premio que no hubiera podido quedarse jamás.

En efecto, cada vez que el discurso presidencial se inflama lo hace alrededor de objetos polarizantes. Además del avión y el aeropuerto hay que mencionar las obras de la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, además de la Comisión Federal de Electricidad o Petróleos Mexicanos (Pemex).

Hay objetos de su retórica que sirven para galvanizar a los suyos y también los que le son útiles para espolear a sus adversarios. El INE es de los segundos. AMLO sabe bien que no cuenta con condiciones mínimas para lograr una reforma constitucional que le permita sustituir al INE con otra institución, también que es prácticamente imposible conseguir una mayoría legislativa para que se aprueben iniciativas como la disminución de representantes populares, el achicamiento de los cabildos municipales o la elección popular de los magistrados electorales.

Como tantas otras cosas relativas al estilo político lopezobradorista, esta reforma es retórica en un 95%: un muro de palabras en estado gaseoso para distraer al ojo público respecto de los verdaderos problemas. La retórica de la polarización como trampantojo, como treta, como señuelo. Partir al país entre buenos y malos, pueblo y oligarcas, conservadores y liberales, corruptos y honestos, y esa larga cadena de díadas que tanto enardecen a unos y enojan a otros es un mecanismo bien diseñado para aplastar la crítica y eludir a los adversarios.

¿Qué esconde López Obrador detrás de su retórica de humo? Del otro lado de las cuentas de cristal hay un fracaso rotundo respecto a los dos mandatos principales que el presidente mexicano recibió en 2018: cuatro años después de haber obtenido la investidura presidencial, México es un país más violento y desigual.

El poder de las empresas criminales ha crecido en el número de territorios que domina y se ha diversificado respecto a sus negocios. Todos los días las muertes violentas siguen siendo noticia, se mantiene altísima la tasa de feminicidios y también la de asesinatos de menores. Durante los últimos años, han extendido su poderío inclusive más allá de las fronteras nacionales, como lo denuncian gobiernos como el de Ecuador o Colombia.

Respecto a la desigualdad, no importa cuánto presupuesto esté dedicando este gobierno para crecer los programas sociales, los indicadores continúan siendo graves: a 38 millones de personas no les alcanza siquiera para adquirir la canasta básica y más de la mitad de las niñas y los niños del país se encuentran en situación de precariedad.

Pacificar al país y traer igualdad fueron las dos principales razones por las que AMLO ganó la elección de 2018 y terminará su mandato sin haber atendido ninguna de ellas. Encarando de frente la realidad —sin filias ni fobias, sin partidos ni ideologías— México se parece a la metáfora del filósofo alemán Peter Sloterdijk: “Un crónico y masivo accidente de automóviles, en cadena, en una autopista envuelta en niebla”. La niebla corre a cargo de la retórica polarizante del presidente, aunque cada vez le sirve menos para ocultar el accidente masivo.

Cabe esperar que, en adelante, subirá el volumen, el tono y los adjetivos de su discurso. Sin embargo, están por agotarse los objetos políticos del repertorio polarizante. El INE es uno de los últimos que quedaban y ya no resta mucho tiempo para inventarse otros espejitos para distraer.



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