Valores Morales
Nuestra vida humana, tiene dos vertientes: corporal y espiritual
Por | Juan del Carmelo
En nuestras vidas, todos tenemos unas escalas de valores totalmente desequilibradas. Exactamente nade tiene una correcta y verdadera noción de lo que es importante y lo que es accesorio en el desarrollo de su vida humana Desde que nacemos hasta el último momento de nuestras vidas terrenales, no nos llegamos a aclarar y vamos dando tumbos de acuerdo con los aires que más nos soplan. Y es el caso, de que todos fuimos creados, precisamente por medio de un soplo, un soplo divino de carácter creador que recibimos precisamente en el vientre de nuestra madre en el instante en que fuimos concebidos.
Y salimos al mundo y durante unos breves años fuimos niños inocentes, pronto perdimos la inocencia, porque otros soplos malsanos nos robaron la inocencia y pronto tuvimos que participar de lo que nunca nadie nos habló, de nuestra vida humana.
Nuestra vida humana, tiene dos vertientes claramente diferenciadas, una es la vida corporal referida a los deseos, atenciones y necesidades de nuestro cuerpo y otra es la vida espiritual referida a los deseos atenciones y necesidades de nuestra alma. Por la cuenta que nos tiene, más nos vale ocuparnos de nuestra alma que al ser miembro del orden espiritual superior, es incorruptible y para bien o para mal nunca fenecerá. Pero si fenecerá dentro de muy poco tiempo, porque cien años es nada encuadrándolos en la eternidad, nuestro cuerpo materia.
Hoy en día nuestra condición de persona es unitaria, porque cuerpo y alma los necesitamos para tener la condición de ser humano, pues sin esta condición unitaria, nunca podríamos llegar a nuestro destino final, que es la casa del Padre. En esta etapa de nuestra vida el cuerpo es un medio que el alma tiene, para dominando sus apetitos y deseos podamos purificar nuestra alma y hacerla digna de ocupar su puesto en el Reino de Dios que es su creador.
Ahora cuerpo y alma forman un todo, que solo se romperá con la desaparición del cuerpo consumido y su descomposición como pura materia que este es. Este todo unido se asemeja al agua y al aceite vertidos en un vaso, ambos forman un todo que ocupan el vaso, pero nunca acaban de unirse porque pertenecen a dos órdenes distintos, el alma pertenece, al superior orden del espíritu y el cuerpo al inferior orden de la materia. Por mucho que agitemos el agua y el aceite, siempre el aceite quedará encima. Nosotros por mucho que cuidemos nuestro cuerpo olvidándonos de nuestra alma, ella existirá siempre y nuestro cuerpo no.Nuestra alma es la que gobierna nuestros destino final no nuestro cuerpo.
Bien es verdad,, que aquellos que alcancen la Casa del Padre, recibirán un cuerpo glorioso como Nuestro Señor Jesucristo. Desde luego que este cuerpo será completamente distinto al actual. Exactamente no sabemos cómo será, este cuerpo glorioso, pero dadas las condiciones y cualidades de un cuerpo glorioso, ellas nos hacen pensar que más bien será sino un cuerpo puramente espiritual, si será un cuerpo que tendrá mucho del orden del espíritu. San Pablo nos dice: "42 Lo mismo pasa con la resurrección de los muertos: se siembran cuerpos corruptibles y resucitarán incorruptibles; "43 se siembran cuerpos humillados y resucitarán gloriosos; se siembran cuerpos débiles y resucitarán llenos de fuerza; 44 se siembran cuerpos puramente naturales y resucitarán cuerpos espirituales. Porque hay un cuerpo puramente natural y hay también un cuerpo espiritual". (1Cor 15,42-44)
En nuestra escala de valores, nuestra categoría absoluta que hemos de conservar alimentar y desarrollar, es sin duda alguna nuestra alma, porque si somos criaturas eternas, esa eternidad es la de nuestra alma no la de nuestro cuerpo. Nosotros somos más alma que cuerpo y si somos la gloria de Dios que lo somos no es por nuestros cuerpos sino por nuestras almas, que fueron creadas por el soplo divino, por el aliento de Dios.
En el Génesis se puede leer: "Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices el aliento de la vida y resultó el hombre un ser viviente". (Gn. 2,7). Vivimos, nos dice Henry Nouwen, porque compartimos el aliento de Dios, la vida de Dios, la gloria de Dios. La pregunta no es tanto ¿cómo vivir para la gloria de Dios? sino ¿cómo vivir lo que somos?, cómo hacer verdadero nuestro ser más "Yo soy la gloria de Dios". Haz de este pensamiento el centro de tu meditación, para que lentamente se convierta no solo en idea sino en realidad viva. Tú eres el lugar en que Dios eligió habitar... y la vida espiritual no es otra cosa que permitir que exista el espacio en que Dios pueda morar en mí, crear el espacio en que su gloria pueda manifestarse.
Que ese espacio de tu alma, donde se instaló la Santísima Trinidad, el mismo día en que adquiriste la condición de Hijo de Dios y heredero de su Gloria, nunca se encuentre vació por haberlo abandonado la Santísima Trinidad, como cómo consecuencia de un pecado mortal tuyo. Porque es a tu propia alma a la que has matado con tu pecado.
La solución bien la conoces, se llama arrepentimiento y confesión, así repones todo al estado anterior a tu pecado. Obtienes nuevas gracias divinas para seguir caminando y sobre todo vuelves otra vez a ser la gloria de Dios el lugar especial que Dios ha escogido para habitar en este mundo y te digo especial, porque todos nosotros somos algo muy especial para Dios.
A los ojos de Dios, cada uno de nosotros somos únicos, criaturas creadas, para dar curso a un deseo de amor divino en este mundo, con una misión específica que realizar, que nadie más que uno mismo, puede realizar, porque nadie más que uno mismo goza de un amor divino personalizado hasta un extremo que ahora no comprendemos y cuando lo entendamos tendremos más conciencia del amor personalísimo que Dios nos tiene.
Démonos cuenta, que de la misma forma que no hay dos cuerpos iguales y que cada día se descubren más elementos de nuestros cuerpos que son distintos en cada ser humano, sea por ejemplo las huellas digitales, el iris de nuestros ojos, las venas de nuestras manos, la cadena el adn de nuestros genes y en nuestro exterior, a la vista de nuestros ojos, tenemos que todos tenemos un distinto aspecto físico.
Y todo esta desigualdad que sucede con nuestros cuerpos, sucede también con nuestras almas a los ojos de Dios, todas son tan diferentes como lo son nuestros cuerpos No pensemos nunca que como consecuencia de nuestras limitaciones humanas, para Dios solo somos parte de una masa humana, como lo es para nosotros la generalidad de los seres humanos, conocido y no diga ya nada de los desconocidos. Dios es un Ser espiritual puro, que como parte de su simplicidad total es ilimitado en todo, sea en su omnipotencia u omnisciencia. Y cada una de nosotros somos criaturas especiales para Él
aranza