Valores Morales

Gratitud humana

2012-12-06

Dios nos ha puesto en esta vida para que superemos una prueba de amor a Él y esta prueba...

Autor: Juan del Carmelo

Es esta una historia, que como otras que recibo…, puede parecer que directamente no se refiere al desarrollo de nuestra vida espiritual, pero no es así, porque todo lo que nos ocurre y sucede a nuestro alrededor y fuera de él, es parte de nuestra conducta y ella condiciona nuestra vida espiritual. Dios nos ha puesto en esta vida para que superemos una prueba de amor a Él y esta prueba afecta directamente a todos los actos de nuestra vida, que deben de ser ejecutados en función de nuestro amor a Él. La sucesiva realización de actos de una misma naturaleza, darán origen al nacimiento de unos hábitos que pueden se de naturaleza positiva, es decir del agrado del Señor o de naturaleza negativa. Lo que determinará al final el nacimiento en nosotros de virtudes y vicios. Es obvio decir que las virtudes nos acercarán al Señor y los vicios nos alejarán de Él, y concretamente la gratitud es una virtud muy importante. Esta historia es una historia de gratitud humana.

Un joven con una hoja de estudios académico excelente, fue a solicitar un puesto directivo en una gran empresa. Pasó las primeras entrevistas, y entra en el despacho del director que es quien hace la última entrevista, y es quien toma la decisión final. El director le recibe amablemente, y se pone a leer su currículum vitae del joven. Los logros académicos del joven fueron excelentes en todo momento, desde la escuela secundaria hasta la finalización de la carrera universitaria, nunca había tenido un año en el que no obtuviese excelentes calificaciones.

Leído en informe el director le preguntó: ¿Lograste alguna beca en la escuela o en la universidad? el joven respondió ninguna. El director le preguntó: ¿Fue tu padre quien pagó todos los estudios? El joven respondió: Mi padre falleció cuando tenía un año de edad, fue mi madre la que pagaba todo.  El director le preguntó: ¿Dónde trabaja tu madre? El joven respondió: Mi madre trabajaba lavando y secando ropa. El director pidió al joven que le mostrara sus manos. El joven mostró un par de manos lisas y perfectas. El director le preguntó: ¿Alguna vez has ayudado a tu madre a lavar la ropa antes? El joven respondió: No, mi madre siempre quiso que yo estudiara y leyera cuantos más libros mejor. Además, mi madre, tiene más práctica y  puede lavar la ropa más rápido que yo. El director le dijo: Tengo una petición que hacerte. Al volver hoy, ve y limpia las manos de tu madre, y luego vengas a verme mañana por la mañana.

El joven sintió que su oportunidad de conseguir el trabajo era muy alta. Cuando regresó, felizmente pidió a su madre que le permitiese limpiarle sus manos. Su madre se sentía extraña, feliz, pero con sentimientos encontrados, y mostró finalmente sus manos a su hijo. El joven comenzó a limpiar las manos de su madre poco a poco. Sus lágrimas cayeron a medida en que lo hizo. Era la primera vez que se daba cuenta de que las manos de su madre estaban tan arrugadas, y con tan numerosas callosidades y contusiones. Algunos eran tan dolorosos que su madre se estremeció cuando los limpió con solo agua.

Esta fue la primera vez que el joven se dio cuenta de que era este par de manos que lavaban la ropa todos los días, fueron los que hicieron posible pagar los gastos de la escuela y la universidad. Los moretones en las manos de su madre fueron el precio que pagó por su graduación, por su excelencia académica y su futuro. Después de terminar la limpieza de las manos de su madre, el joven lavó toda la ropa restante. Esa noche, madre e hijo hablaron durante un tiempo muy largo. A la mañana siguiente, el joven fue a la oficina del director.  El Director notando las lágrimas en los ojos del joven, le preguntó: ¿Puede usted decirme, qué ha hecho y que aprendió ayer en su casa? El joven respondió: Yo limpié las manos de mi madre, y también terminé de lavar toda la ropa que aun quedaba.

El Director le preguntó: Por favor, dígame que siente. El joven le dijo: Primero, Ahora sé lo que es la apreciación. Sin la abnegación de mi madre, no habría tenido hoy éxito. Segundo: Al trabajar juntos y ayudar a mi madre, sólo ahora me doy cuenta de lo difícil y duro que es conseguir que se haga algo. En tercer lugar, he llegado a apreciar la importancia y el valor de la relación familiar.                  

La gratitud, como ante decíamos, es una virtud muy importante e íntimamente unida al amor que seamos capaces de general y se ha de dar, en el caso del donante, como también en el caso del que recibe porque es en este caso en el que se ha de dar el agradecimiento, aunque hay casos en que no se de. El ser humano esta obligado a dos clases de agradecimiento, que son:  El que le debemos a nuestro semejantes por todo lo que hacen por nosotros, y especialmente a nuestros padres, y estamos obligados a otro agradecimiento, que es el más importante, porque  es el que le debemos al Señor.

Nosotros  frente al Señor, no somos más que una panda de inconscientes deudores insolventes, porque nunca podremos pagarle al Señor, todo lo que le debemos. Comienza nuestra deuda con Él, por el hecho de habernos dado la vida, de habernos escogido a cada uno de nosotros, entre millones de posibilidades de otros seres, que no fueron creados. Y fuimos creados por amor y al crearnos el Señor, nos dio la oportunidad de ser eternamente felices, si es que somos capaces de superar la prueba de amor, para la que aquí nos encontramos convocados. Somos deudores del Señor; por habernos amado y protegidos durante todo el transcurso de nuestras vidas; por haber tomado Él una naturaleza humana para arreglar el desaguisado de Adán y Eva; por haber pasado por toda una pasión y muerte en cruz; por estar constantemente al quite de nuestros descarriamientos; por perdonarnos nuestras ofensas y tener la generosidad darnos su misericordia. Y sobre todo gracias Señor, por haberte querido quedar entre nosotros, regalándonos esa fuente inagotable de gracias y beneficios que es la Eucaristía. 

Entre los amores humanos, quizás sea el amor de una madre por su hijo, lo que más se pueda asemejar al infinito amor que el Señor tiene por todos y cada uno de nosotros y no se trata de un amor génico, que también lo tiene, sino de un amor específico, como si cualquiera de nosotros fuésemos la única criatura por Él creada. Nada hay que se pueda equiparar con el amor del Señor, por el alma humana.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.



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