Para Reflexionar en Serio

El Ser y el Arqui-Ser: esa es la gran cuestión

2013-11-21

Primero hemos de recordar que todas las maravillas existentes salidas de la mano del hombre, antes...

Autor: Saúl Castiblanco

En escritos anteriores hemos venido tratando el tema de la apertura del espíritu humano al Universo, a los seres creados, donde se puede hallar a Dios, pues ellos son participaciones del Ser Divino. [1] Demos ahora un paso adelante, en ese que consideramos un muy importante camino.

Hablando de los primeros encuentros del ser humano con los seres creados, decíamos que al niño "ese contacto con lo perfecto en lo perfectible -que corresponde y alimenta una ‘matriz' de perfección que él tiene en su alma- le da una profunda alegría, la sensación de vivir en un mundo encantado, pues él se siente instalado en el cielo de lo perfecto, en un verdadero paraíso. Por medio de las perfecciones que él va descubriendo en el Universo, el infante así se liga de una manera misteriosa pero realísima con el Ser Divino, participado éste en los seres creados y revelado particularmente en sus perfecciones, en sus bellezas. Es esa la explicación más profunda de la alegría habida en los años primeros y dorados de la infancia".

Queremos ahora destacar que esa alegría habida en el reino infantil proviene -más que de las propias perfecciones y bellezas existentes en el Universo que el niño va descubriendo- del movimiento y satisfacción de esa "matriz" de perfección interna. Tal "matriz" no es otra cosa sino el instinto de Dios, el cuál se puede descomponer en el instinto de la bondad, el instinto de la verdad, y el instinto de la belleza. Particularmente nos interesa éste instinto de la belleza, por medio del cuál, de una manera más fuerte, al niño se le hace mayormente sensible la armonía y el orden del Universo creado.

Ese instinto de la Belleza no se satisface meramente con el encuentro de las bellezas creadas, sino que a partir de su hallazgo, el niño inocente -sin desprenderse por entero de la perfección de la realidad que él contempla, sino que a partir de esa realidad- va creando un mundo de "Belleza Utópica" que va más allá de las propias bellezas existentes; un mundo de "Arqui-Seres", un "Arqui-Universo"; un universo que es su "Castillo dorado mítico". Y el vivir en ese Castillo dorado, ‘producido' por su "matriz" de perfección, y particularmente por su "matriz" de belleza, es lo que lo llena de contento.

Pongamos un ejemplo.

Cuando el niño puro ve un árbol de Navidad, él se maravilla, viene el encanto, la alegría. En ese momento, y por un movimiento que es normalmente natural-sobrenatural, él comienza a 'pensar' en un mundo de arqui-árboles de navidad, donde las perfecciones encontradas en el árbol que está contemplando se hallan por doquier y destiladas, 'purificadas' aún más en la línea de la perfección. Así, su matriz de perfección y belleza recrea la realidad para hacerla aún más bella; y él va creando con todas esas recreaciones de la realidad un museo bellamente utópico, donde su alma habita en felicidad. Insistamos en que este museo no es enteramente "utópico", pues parte de la realidad creada.

Es un museo donde puede haber árboles de navidad maravillosos, pero también cisnes arquetípicos, o colibrís de fábula, frutas maravillosas, y particularmente papás que son más que perfectos. El vivir en ese, el mundo de su "Museo Dorado", es lo que constituye su fundamental felicidad.

¿Los anteriores son meramente sueños de infancia? ¿Qué aplicación práctica tienen todas las pasadas consideraciones para nuestra lucha de todos los días, llena de sacrificios, sufrimientos, y también decepciones con la dura realidad? Eso es algo, que consideraremos en prontas líneas.

Mencionábamos en párrafos anteriores esa capacidad maravillosa que tiene el niño de crear un Museo Dorado, un Castillo dorado-azul de belleza utópica, a partir de la contemplación de las perfecciones que él va descubriendo en el Universo. [3]

Intentaremos ahora manifestar rápidamente la legitimidad y utilidad de ese ejercicio.

Primero hemos de recordar que todas las maravillas existentes salidas de la mano del hombre, antes de ser realidad fueron idea, de alguien que buscaba una perfección mayor. Sin ese soñar con algo más perfecto, no tendríamos ni los castillos ni las catedrales, ni los helados de todos los sabores, ni tantas cosas magníficas que se ponen hoy al alcance de nuestra contemplación.

Pero queremos sobre todo destacar lo ya apuntado en anterior nota y es el sumo contento infantil de vivir en ese Museo utópico, "en ese Castillo dorado, producido por su ‘matriz' de perfección, y particularmente por su ‘matriz' de belleza". "Es un museo donde puede haber árboles de navidad maravillosos, pero también cisnes arquetípicos, o colibrís de fábula, frutas maravillosas, y particularmente papás que son más que perfectos. El vivir en ese, el mundo de su Museo Dorado, es lo que constituye su fundamental felicidad".

¿Por qué esa alegría infantil no puede ser revivida en la edad adulta? La gran objeción que se pone consciente o subconscientemente es que el mundo dorado de la infancia era completamente irreal. A ello respondemos que no. El vivir allí era un habitar en el universo de los posibles de Dios, que son algo muy real pues tienen existencia en el Ser Divino. [2] Recordemos que Juan Cruz Cruz -reconocido filósofo y maestro de filósofos de la Universidad de Navarra- basado en Santo Tomás, afirma que los entes posibles poseen un ser "aptitudinal", es decir, tienen la aptitud para ser reales, insinuando así que buscan su realización. Y muchos se convierten en realidad. Antes de ser piedra y canto, campanarios, bóvedas, torres y vitrales, la insigne Catedral de Notre-Dame tenía un ser aptitudinal, principalmente en Dios, y también después en los hombres que la idearon para hacerla realidad.

Entonces, aquel que partiendo de la contemplación de la bella realidad, y pidiendo a Dios su auxilio, deja que su espíritu ‘sueñe', que destile lo mejor de sí para 'pensar' o 'imaginar' algo mejor, algo más perfecto, aún mayores bellas-realidades-'utópicas', sueñe un paraíso, ese no es un lunático, sino un peregrino hacia Dios a través de los posibles de Dios. Esa peregrinación no solo le traerá profunda alegría -el mismo tipo de contento del feliz reino de la infancia-, sino que podrá hacerlo un co-creador de maravillas junto con Dios, para beneficio de toda la sociedad.

Por lo demás, esa peregrinación de la contemplación de la bella realidad hasta los posibles de Dios y hasta Dios, auxiliada por la gracia, purifica el alma, restaura la inocencia.

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[1] Cfr. 'The Being or not the Being', esa es la cuestión. 17-II-2011 (
http://es.gaudiumpress.org/content/23807--The-Being-or-not-the-Being---esa-es-la-cuestion)

El maravillamiento infantil y la participación del ser en el Ser Divino. 24-IX-2013. (http://es.gaudiumpress.org/content/51108-El-maravillamiento-infantil-y-la-participacion-del-ser-en-el-Ser-Divino)

El Ser o no el Ser: esa es la cuestión - II. 6-XI-2013. (http://es.gaudiumpress.org/content/52639).

[2] El Ser y el Arqui-Ser: esa es la gran cuestión. 12-IX-2013. (http://es.gaudiumpress.org/content/52909-El-Ser-y-el-Arqui-Ser--esa-es-la-gran-cuestion)

[3] La civilización y los seres posibles en el mundo finito y en Dios. 10-III-2010 (http://es.gaudiumpress.org/content/14007-La-civilizacion-y-los-seres-posibles-en-el-mundo-finito-y-en-Dios).



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