Cabalístico

Sabiduría

2015-04-23

En el bienaventurado Job, el vaso de barro experimenta exteriormente las desgarraduras de sus...

Fuente: encuentra.com

El don de la sabiduría nos coloca en condiciones de poder juzgar con verdad sobre las situaciones de la vida.

1. Directiva de la vida humana

Entre los dones del Espíritu Santo, diría que hay uno del que tenemos especial necesidad todos los cristianos: el don de sabiduría que, al hacernos conocer a Dios y gustar de Dios, nos coloca en condiciones de poder juzgar con verdad sobre las situaciones y las cosas de esta vida. (SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 133).

La sabiduría, para nosotros, no sólo se considera como conocimiento de Dios, como hacen los filósofos, sino también en cuanto es directiva de la vida humana, la cual no sólo se dirige por razones humanas sino también por razones divinas. (SANTO TOMAS, Suma Teológica, 2-2, q. 9, a. 2).

La penitencia borra el pecado y la sabiduría lo evita. (S. AMBROSIO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 40).

El que tiene la palabra de sabiduría pero no quiere emplearla en provecho del prójimo, es semejante al que pone dinero en una bolsa y la tiene siempre atada. De ahí que esté escrito: sabiduría y tesoro ocultos, ¿para qué sirven? (Ecl 20, 32). (S. GREGORIO MAGNO, Hom. 17 sobre los Evang.).

2. Es un tesoro que es necesario guardar

En el bienaventurado Job, el vaso de barro experimenta exteriormente las desgarraduras de sus úlceras, pero el tesoro interior permanece intacto. En lo exterior crujen sus heridas, pero del tesoro de sabiduría que nace sin cesar en su interior emanan estas palabras llenas de santas enseñanzas: Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males? (S. GREGORIO MAGNO, Moralia, 3).

He aquí dos grandes regalos: la sabiduría y la continencia.

Por la sabiduría nos formamos en el conocimiento de Dios; por la continencia no nos conformamos con este siglo. (S. AGUSTIN, Sobre el bien de la viudez, 17).

3. Sabiduría de Dios, sabiduría de los hombres

Verdaderamente es prudente el que todo lo terreno tiene por estiércol por ganar a Cristo; y verdaderamente es sabio aquel que hace la voluntad de Dios y deja la suya. (Imitación de Cristo, 1, 4, 2).

Lo propio de la sabiduría de este mundo es ocultar con artificios lo que siente el corazón, velar con las palabras lo que uno piensa, presentar lo falso como verdadero y lo verdadero como falso.

La sabiduría de los hombres honrados, por el contrario, consiste en evitar la ostentación y el fingimiento, en manifestar con las palabras su interior, en amar lo verdadero tal cual es, en evitar lo falso, en hacer el bien gratuitamente, en tolerar el mal de buena gana, antes que hacerlo; en no quererse vengar de las injurias, en tener como ganancia los ultrajes sufridos por causa de la justicia. Pero esta honradez es el hazmerreír, porque los sabios de este mundo consideran una tontería la virtud de la integridad. Ellos tienen por una necedad el obrar con rectitud, y la sabiduría según la carne juzga una insensatez toda obra conforme a la verdad. (S. GREGORIO MAGNO, Moralia, 10).

Debes considerar como realmente bueno lo que te lleva a tu fin, y como realmente malo, lo que te aparta del mismo. Para el auténtico sabio, lo próspero y lo adverso, la riqueza y la pobreza, la salud y la enfermedad, los honores y los desprecios, la vida y la muerte son cosas que, de por sí, no son ni deseables ni aborrecibles. Si contribuyen a la gloría de Dios y a tu felicidad eterna, son cosas buenas y deseables; de lo contrario, son malas y aborrecibles. (S. ROBERTO BELLARMINO, Trat. de la ascensión de la mente a Dios, grado 1).

Porque una cosa es tener soltura y facilidad de palabra y aun cierta elocuencia en el decir, y otra penetrar hasta el corazón de las palabras divinas y contemplar con la mirada pura del alma los misterios más profundos y escondidos. Esto no lo da la ciencia humana ni la cultura de los hombres, sino la sola pureza del alma, ilustrada por la luz del Espíritu Santo. (CASIANO, Colaciones, 14).

4. Sabiduría y recogimiento interior

Ellos (los Apóstoles) eran dignos de oír aparte los misterios por el profundo respeto que les inspiraba la sabiduría, estando como estaban en el recogimiento de la virtud, lejos del tumulto de los malos pensamientos: que es en este recogimiento donde se percibe la sabiduría. (S. JERÓNIMO, en Catena Aurea, vol. IV, p. 110).

5. Jesucristo, plenitud de la Sabiduría

Porque Dios no quiso ya ser conocido, como en tiempos anteriores, a través de la imagen y sombra de la sabiduría existente en las cosas creadas, sino que quiso que la auténtica Sabiduría tomara carne, se hiciera hombre y padeciese la muerte de Cruz, para que, en adelante, todos los creyentes pudieran salvarse por la fe en ella. (S. ATANASIO, Disert. contra los arrianos, 2).

Esta belleza eterna y soberanamente amable tiene tanto deseo de la amistad de los hombres que ha hecho un libro expresamente para conseguirla, descubriéndole sus excelencias y los deseos que tiene de ella. Este libro es como una carta de una enamorada a su amado para ganar su afecto. Son tan vivos los deseos que presenta del corazón del hombre, tan tiernas las solicitaciones que hace de su amistad, tan amorosos sus llamadas y deseos, que al escucharla diríais que no es la Soberana del cielo y de la tierra y que tiene necesidad del hombre para ser feliz [...].

La Sabiduría eterna, para acercarse más a los hombres y manifestarles más sensiblemente su amor, ha llegado a hacerse hombre, a convertirse en un niño, a ser pobre y a morir por ellos en la cruz. (S. Luis M.a GRIGNION DE MONFORT, LAmour de la Sagesse éternelle, n. 65).

Hablemos siempre de El. Si hablamos de sabiduría, El es la Sabiduría; si de virtud, El es la Virtud; sí de justicia, El es la Justicia; si de paz, El es la Paz; si de la verdad, de la vida, de la redención, El es todo esto. (S. AMBROSIO, Coment. sobre el Salmo 36).

6. Manifestaciones

La sabiduría cristiana no consiste en la abundancia de las palabras, ni en la sutileza de los razonamientos, ni en el deseo de alabanza y gloria, sino en la verdadera y voluntaria humildad que, desde el seno de su Madre hasta el suplicio de la cruz, nuestro Señor Jesucristo eligió y enseñó como plenitud de la fuerza. (S. LEÓN MAGNO, Sermón 7, para la Epifanía).

La mayor sabiduría es no apoyarse en el propio sentir. (SANTO TOMAS, Sobre el Padrenuestro, 1.c., p. 141).

En estas tres cosas se conocerá que tu boca está llena en abundancia de sabiduría: si confiesas de palabra tu propia iniquidad, si de tu boca sale la acción de gracias y la alabanza, y si de ella salen también palabras de edificación. (S. BERNARDO, Sermón 15).

 



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