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Un momento crítico para el futuro de Internet

2016-08-03

En los últimos años se ha deteriorado de forma significativa la confianza en...

PABLO BELLO, Política Exterior

Internet es la infraestructura esencial para el crecimiento económico, el afianzamiento de la libertad de expresión y el desarrollo social. Dado su poder para definir el orden internacional del siglo XXI, Europa debería promover un Internet abierto, seguro, fiable e inclusivo.

Internet ha transformado nuestras vidas, la forma de relacionarnos, la economía global, la cultura, la política. Estamos viviendo la era de Internet. Actualmente más de 3,400 millones de personas usan Internet en todo el mundo. En cinco años habrá más de 20,000 millones de dispositivos conectados. Internet es ya la infraestructura global más importante y se está convirtiendo de forma acelerada en la infraestructura esencial sobre la que se desarrollan todas las actividades en el mundo de hoy. Internet, como lo hemos conocido hasta ahora, ha sido un motor de oportunidades económicas y de desarrollo, pero su futuro como factor de progreso está en riesgo.

En los últimos años se ha deteriorado de forma significativa la confianza en Internet. Como refleja la Encuesta Global sobre Seguridad y Confianza en Internet realizada por CIGI-Ipsos, los usuarios se sienten cada vez más inseguros, expresan preocupación por la pérdida de privacidad y la hipervigilancia de los gobiernos, les preocupa la explotación comercial de sus datos personales y dudan de la protección de los datos bancarios.

La estructura abierta y distribuida de Internet ha sido una de las cualidades fundamentales que han permitido el desarrollo acelerado de la sociedad digital, estimulando la creatividad y la innovación. Pero en los últimos años se ha evidenciado una tendencia a la fragmentación como consecuencia de políticas nacionales de diversa naturaleza, en algunos casos asociados a la censura, en otros a la obligación de localización de contenidos por razones de jurisdicción. No puede darse por garantizado que Internet será siempre una plataforma unitaria y global para la libertad de expresión. De hecho, ya no lo es en algunos rincones del mundo. Es esa una pelea que debemos dar.

Internet se encuentra ante una compleja encrucijada, y urge la toma de decisiones en diversos ámbitos –global, regional, nacional– para conducirla hacia su consolidación como la plataforma esencial para el crecimiento económico y social, para el afianzamiento de la libertad de expresión a nivel global, y para caminar hacia la igualdad y la justicia social.

Gobernanza global y cooperativa

En el contexto descrito se creó en enero de 2014 la Global Commission on Internet Governance (GCIG), iniciativa del Centre for International Governance Innovation (CIGI) y Chatham House. La GCIG fue constituida por 29 expertos de todo el mundo, cada uno de ellos con diferentes perfiles profesionales –académicos destacados de la economía y la geopolítica, expertos en derechos humanos, especialistas en ciberseguridad, actores del mundo de la política y la empresa, representantes de la sociedad civil, entre otros–, provenientes de los cinco continentes. El punto de partida era claro: identificar los riesgos y amenazas de Internet y definir un conjunto de propuestas para que el Internet del futuro siga siendo abierto, seguro, confiable e inclusivo. El objetivo de la Comisión era alertar a la comunidad internacional y ofrecer un asesoramiento estratégico y recomendaciones concretas para los policy makers, los legisladores, los representantes del sector privado, la comunidad técnica de Internet y la sociedad en su conjunto.

La GCIG ha identificado tres escenarios posibles para el Internet del futuro. El primero, un escenario deseable; un mundo globalmente conectado, en el que se resguardan los derechos humanos, hay un acceso masivo a la información y al conocimiento y se estimula el crecimiento económico a través de la eficiencia y la innovación. Este escenario permitiría un progreso sin precedentes para la humanidad en los próximos años. Se estima que el “Internet de las cosas” (mediante una red segura y confiable) daría como resultado un crecimiento del PIB de hasta 11,100 millones de dólares en 2025. En este modelo crecerían ciudades inteligentes interconectadas, lo que supondría una mejora en la calidad de vida de gran parte de la población.

Pero este escenario en absoluto está garantizado. En los próximos años puede surgir un segundo escenario; un Internet desigual, en el que unos actores logran captar de forma desproporcionada la mayor parte de los “dividendos digitales”, mientras la mayoría de la población permanece fuera del acceso a la red y a la plenitud de oportunidades de la sociedad de la información. Si los gobiernos no protegen las plataformas abiertas que permiten la competencia y la innovación, y estimulan al sector privado para que amplíe el acceso, se estaría perpetuando un mundo de ricos y pobres digitales.

 

Pero puede ser peor. Puede surgir un tercer escenario en el que se consolide la desconfianza en la red, si los usuarios dejan de compartir información como consecuencia de los riesgos de ver violada su privacidad por gobiernos y empresas, si no se garantiza la integridad y seguridad de la información almacenada digitalmente –en particular los datos sensibles de salud, financieros y de infraestructuras esenciales– y se profundiza la fragmentación a causa de ordenamientos incoherentes y asimétricos, mientras siguen creciendo las murallas de censura. En este escenario podría ocurrir que los usuarios y empresas restrinjan el uso de la red, limitando severamente el beneficio potencial de un mundo interconectado. Ya en 2016 el coste de la delincuencia informática se estimó en 445,000 millones de dólares, y una proyección a futuro habla de cifras de 3,000 millones de dólares al año hasta 2020. Si no se actúa sobre estos riesgos, a medida que los usuarios perciban que los costes potenciales del uso de Internet son mayores que los beneficios, el valor económico y social producido por una red robusta se perderá.

Un Internet abierto, seguro, confiable e inclusivo

La GCIG ha analizado los distintos factores que moverían el péndulo entre un escenario y otro. Es importante entender que Internet trasciende fronteras, y ello genera cierta tensión sobre el ordenamiento global del siglo XX, sustentado en la soberanía nacional. Los desafíos que se plantean deben abordarse en distintos espacios y jurisdicciones. Sin duda, se requiere un modelo de gobierno global y cooperativo, que dé cabida a todos los actores involucrados. Creemos que un modelo de gobernanza de múltiples partes interesadas es el más adecuado para dar cuenta de los desafíos globales. Pero hay tareas fundamentales que se deben abordar a nivel regional, nacional e incluso en espacios locales. Los gobiernos, las empresas, la comunidad técnica y la sociedad civil tienen tareas fundamentales en cada uno de esos espacios si queremos transitar por el escenario ideal del mundo globalmente contectado.

Este ha sido el trabajo de dos años de la GCIG: desarrollar un conjunto de recomendaciones concretas que pueden ayudar a guiar a gobiernos, reguladores, sector privado, comunidad técnica y sociedad en general a trazar el camino hacia el Internet del futuro. De cómo se afronte este desafío depende el aprovechamiento de la enorme oportunidad de crecimiento social y económico que representa y representará Internet. La GCIG propone un camino para que Internet llegue a su máximo potencial económico y social, donde derechos fundamentales tales como la privacidad y la libertad de expresión están protegidos. Este futuro solo puede alcanzarse si se construye de forma colectiva un nuevo pacto social garantizando los aspectos fundamentales de Internet: su apertura, la seguridad, la fiabilidad y la inclusión.

– Un Internet inclusivo. A pesar de los impresionantes avances de los últimos años, todavía más de la mitad de la población permanece fuera de la sociedad de la información, una brecha digital que ahonda la brecha social. La brecha digital es más profunda para las mujeres, las poblaciones de menos recursos y las del ámbito rural. No atender este desafío llevaría a un ciclo permanente de exclusión económica. Aquellos países con brechas digitales más profundas perderán competitividad en el mercado global. Los gobiernos deben fomentar la continua mejora de la infraestructura de Internet, apoyando la inversión y la creación de demanda. En muchos lugares, el cierre de la brecha digital pasa por cuestiones que a veces están más relacionadas con la alfabetización digital y la percepción de las potencialidades de la red que de cuestiones relativas a la capacidad adquisitiva. Hay que tener en cuenta, además, los beneficios potenciales que un acceso universal puede tener para personas con capacidades diferentes. Los gobiernos tienen la oportunidad de crear incentivos para el desarrollo y la adopción de normas de Internet que garanticen a todas las personas, independientemente de sus capacidades físicas, la posibilidad de uso de la red. Impulsar políticas para los conectados, repensar modelos que sirvan para incluir a más y más personas es una enorme oportunidad para crear riqueza y propiciar más desarrollo económico y social para miles de millones de personas en todo el mundo.

– Un Internet abierto es aquel que permite que los datos fluyan libremente bajo el principio de la libertad de expresión. Protocolos y plataformas deben permanecer abiertos para todos, permitiendo la innovación espontánea. Las nuevas tecnologías deben ser interoperables y estar basadas en estándares abiertos, esto es la garantía de la innovación futura. Debe evitarse cualquier restricción gubernamental sobre el uso de la red como herramienta de expresión libre. Además, el Internet abierto representa una oportunidad económica en tanto que el libre flujo de servicios, capitales, datos y personas contribuye significativamente al crecimiento del PIB, por ello deben evitarse también leyes que limiten el libre flujo de información.

– Un Internet seguro. Si los sistemas no están diseñados e implementados con seguridad y resistencia, podemos caminar hacia un “Internet de las amenazas” en lugar de un “Internet de la confianza”. Por ello los gobiernos no deben buscar –o requerir a terceros–, debilitar los estándares de encriptación a través de “puertas traseras”. Se debe alentar a la comunidad técnica a incorporar soluciones de protección de la intimidad y la seguridad en todas las normas y protocolos de Internet. Por su parte, los Estados deben estar comprometidos en no usar armas cibernéticas entre sí y negociar una lista de objetivos que no deben ser blanco de ataques cibernéticos. Las empresas que hacen uso de datos personales deben asumir una mayor responsabilidad para salvaguardarlos de la intrusión ilegal. Los fabricantes de dispositivos tecnológicos deben mejorar la privacidad y seguridad de sus productos tanto como sea tecnológicamente posible. La competencia debe hacer que los compradores opten por los productos TIC más seguros. En definitiva, es esencial que esta infraestructura central de Internet sea estable y segura.



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