La Visión del Bucanero
El Poder
Grumete Exigente
El término poder tiene múltiples definiciones y usos. Esta palabra se utiliza para describir la facultad, habilidad, capacidad o autorización, para llevar a cabo una determinada acción. El poder implica mayor fortaleza corporal e intelectual en relación a otro individuo y superarlo en una lucha física o en una discusión.
El poder, del latín posere, se refiere a la capacidad, la facultad o habilidad para llevar a cabo determinada acción. Por extensión, se ha utilizado también al tener las condiciones para hacerlo, entre las que se encuentran la disponibilidad material, el tiempo o el lugar físico.
Por otra parte el concepto de poder señala que algo ocurra, por ejemplo: “Puede que no acabe su mandato”
El uso más habitual del término se refiere al control, autoridad, imperio, dominio y jurisdicción que un individuo dispone para concretar o imponer un mandato. Así, el poder es la herramienta que faculta a un ser humano a otorgarle la autoridad a otro, en representación suya, para llevar a cabo con responsabilidad cierta tarea, trabajo, concretando algo que deseen al través de un mandato.
Justamente en el ámbito jurídico se le denomina poder al documento escrito de índole legal con el que una persona le otorga a otra la potestad de realizar acciones en su lugar (cuando se ve imposibilitado por enfermedad o distancia, por ejemplo:
En la política, el poder se reconoció siempre como la potestad rectora y coactiva del Estado, aunque puede ser entendida mejor como la autoridad que rige los destinos de una nación. En la mayoría de las repúblicas democráticas, esta autoridad está compuesta por los llamados tres poderes:
Poder ejecutivo. Con el Presidente y los ministros que ejecutan la acción de gobernar.
Poder legislativo. Con los legisladores (congresistas, diputados, parlamentarios) que crean y sancionan con fuerza las leyes y reglamentaciones que tendrán validez.
Poder judicial. Con los jueces que determinan y sancionan a quienes no respetan esas leyes.
Diversas ciencias sociales han estudiado las características que tiene el poder en la organización de las sociedades, destacándose como un pionero Max Weber, a fines del siglo XIX. Para él, el poder es la imposición por propia voluntad dentro de una relación social y a pesar de cualquier resistencia posible. Entendió al poder vinculado con la idea de dominación, movilizada por algún fin determinado.
Esa dominación se consigue a través de la legalidad, de la moralidad establecida y también del carisma o la ejemplaridad aparente de quien lo esté ejerciendo. De este modo, dice Weber que se establecen relaciones de distintos tipos, que incluyen las áreas: económicas, educativas y religiosas.
A partir de los estudios, surgieron muchos conceptos que acompañan a esa primera noción:
Poder absoluto. Es el ejercicio desmedido y no determinado por ninguna ley. Algo parecido a lo que está sucediendo en el país.
Poder limitado. Es el que se debe ajustar al respeto de algún orden superior, como pueden ser: la Constitución, el Congreso, la Ley. En este país el Congreso está coludido con el Poder Ejecutivo y la Constitución es violada cada vez que se intenta imponer el régimen comunistóide.
Poder espiritual. Es el que corresponde a una autoridad de una institución religiosa.
Poderes fácticos. Con esta idea se refiere a las capacidades de presión y de influencia por sobre los otros poderes y por sobre la gente común que tienen ciertos grupos, paralelos al Estado. En algunos países, se les llama en el uso corriente cuarto poder a la prensa, y quinto poder a la Iglesia. Recientemente en México, debido a la nulificación que ha hecho el Ejecutivo Federal de las Fuerzas Armadas, los Narcotraficantes del Crimen Organizado compiten como cuarto poder con la Prensa, con miras a sustituir a las Fuerzas del Orden como recurso principal del mismo poder.
Poder adquisitivo. En el ámbito económico, se entiende como la capacidad de renta que se tiene para adquirir determinados bienes y servicios.
Poder económico. Tiene que ver con el matiz social del concepto, y refiere al conjunto de relaciones que se establecen entre las personas en lo que respecta a la producción, distribución y consumo de los bienes y servicios.
Poder de las palabras. Dichas por una autoridad reconocida, en momentos oportunos que se refieren a la actitud buena o mala de un sujeto o de un régimen.
Poder coloquial. Es aquel que relaciona la apreciación particular de una o varias personas con las características personales de alguna otra, por ejemplo: el poder de su mirada, de su presencia, de su voz, el poder de una audición, etc.
Consecuencias del poder
Normalmente, cuando se otorga a alguien el poder, además de haber calificado como el mejor y haberse ganado la confianza, tiene el reconocimiento de la mayoría, para ejercer con voluntad dicho poder, en beneficio de la tarea encomendada. Siendo así: se espera que elabore planes y los evalúe antes de ejecutarlos, construya y corrija, escuche, atienda y observe, se eduque e instruya, siembre y coseche, adquiera compromisos e invierta, emprenda y progrese, se relacione y convenza, obtenga resultados y celebre… tiene motivos para ello.
Por otro lado, quién recibe el poder como resultado de una revolución, un Golpe de Estado, o porque existe la posibilidad de un cambio, casi siempre su proceder futuro será incierto y mientras no demuestre con hechos y aciertos, será una esperanza, en la que continuamente se recuerda la máxima: “más vale malo por conocido que bueno por conocer”, lo cual dice que cualquier cosa puede suceder y que la entrega del poder en esas condiciones, es un albur.
Conocer de antemano como afectará “el poder” a un agraciado o a un advenedizo que lo obtuvo circunstancialmente, lleva una gran porción de incertidumbre, y aun habiendo hecho un análisis de pros y contras para tomar una decisión atinada en una elección democrática, cuenta mucho la participación de aquellos habilitados que creyeron en las promesas, o en el rencor sembrado, o se dejaron convencer con lo superfluo: un paraguas, un morral, una pluma, o por haber cedido a alguna necesidad, como: una torta, un refresco o una despensa, etc.
En este país, una causal ha sido la entrega de recursos económicos a los candidatos con partido o sin él, haciendo diferencias en las cantidades, conforme a los que supuestamente tienen mayor cantidad de militantes. Situación totalmente absurda, primero porque el dinero del pueblo no es para eso (pintar paredes, decir mentiras o promesas sin responsabilidad, generar basura, etc.) y segundo porque en esta forma, todos los candidatos inscritos tienen el mismo derecho.
La justificación de esta medida está avalada por el temor que tienen los legisladores, de los grupos pudientes (empresarios o no), por su probable participación económica, con la que podrían influir a favor de sus intereses, dando por un hecho “la falta de ética de los candidatos, de los partidos y del sistema”, en la compra de voluntades; y siendo así, es también posible la participación del crimen organizado, para lavar su dinero y manipular el sistema. Situación que desde antes de iniciar su mandato, el actual Presidente legitimo lo ha estado haciendo, sin que autoridad alguna de los otros dos poderes lo haya denunciado, o haya tomado cartas en el asunto. Pregúntenle a Evo Morales.
Otra causal es la desconfianza de los que no quieren dejar el poder, como históricamente mostraron en el pasado la mayoría de los mandatarios, ya sea por no confiar en el posible sustituto, o por pensar que su obra no se ha terminado, o creer que su inversión se va a malograr antes de dar resultados, o simplemente porque se siente mal sin ese poder, haciendo lo imposible por su reelección. Después de la cuestionada Revolución, y gracias a los militares de esa época (con ayuda del exterior) se prohibió dicha práctica, con el sufragio efectivo no reelección, pero actualmente amenaza con aparecer. Como ha sucedido en la Ciudad de México con uno de los partidos de Izquierda que le pasó la estafeta a otro con las mismas formas de perversión.
La reelección de mandato de un individuo o de un partido, es una de las golosinas del poder, quién lo ha ejercido quiere prolongar su estadía, y si tiene salud y dominio de la situación, lo ejercerá tantas veces como le venga en gana, y si llega al final de su existencia, ungirá a quién crea será su fiel sustituto. Caso: Venezuela y sus reyezuelos (monigotes). Es increíble que un país exitoso, con recursos naturales bastos, con algo de corrupción y cleptocracia (corregibles con determinación y firmeza), se haya desviado tanto por culpa del socialismo comunistóide, aprovechando la lealtad de los militares al Jefe Supremo, quién los sometió a su capricho.
Pregunta: ¿En dónde quedó el valor civil, la entereza y el coraje de la ciudadanía venezolana?, acaso estaba dormida como la de México que apenas empieza a despertar, acaso es de puros machos (con las mujeres), o es válida cuando son mayoría, pero temerosos y sumisos ante la perversidad del Gobierno; muchos habladores, desunidos, inocuos, vencidos y sin ganas de participar en nada (ni en las elecciones), para no salirse del confort convenenciero de su hábitat, aceptando el cuento y el engaño como modo natural de vivir, hasta que la situación sea insoportable y ya no tenga remedio. Bien lo han dicho muchos personajes políticos extranjeros: México, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina han tenido y tienen los gobiernos que merecen, por la indolencia de sus pobladores.
Otra consecuencia del poder son los incondicionales, aquellos que adivinan o creen estar pendientes de las necesidades de quién ejerce el poder, al grado llevar a cabo el trabajo sucio del agitador, como puede ser: amedrentar a la población, reventar las marchas de protesta, opinar con groserías, agredir directamente al comunicador, crear noticias falsas o esparcir rumores difamatorios para fomentar la confusión y el caos, y llevado al extremo y pensando en la perversidad del individuo, dichos parias podrían ser parte del brazo ejecutor de quién ostenta el poder, para asesinar, secuestrar, robar… al pueblo opositor.
Si se combina el poder con: la mentira, la ignorancia, el capricho, la perversidad, la imprudencia, la soberbia, la autocracia y el populismo se obtiene una bomba de tiempo que tarde o temprano hará saltar en pedazos cualquier tarea, mandato, imperio o país, y quien se somete provisionalmente a ese “cartel” es: agachón, huevón, cobarde, servil y vendido que no merece bienestar alguno… de eso se aprovecha el Dictador.
Una pregunta que podría hacerse es; ¿Para qué se necesita el poder?
Imaginemos cualquier tarea a emprender al través de un grupo de personas civiles, cada una con diferentes características personales de logro, afiliación y conocimientos, queriendo imponer cada quién su método para realizar la encomienda, discutiendo acaloradamente sus puntos de vista hasta hartarse. Los que están retados al logro no tienen los conocimientos necesarios y los que los tienen no quieren compartirlos, si no reciben una recompensa; además los que están afiliados (comprometidos) con algún bando, su preferencia será hacia ese bando, sin saber si es apropiado o no; a lo mejor el que se siente líder es el que menos tiene don de gentes, y el que es líder se espera hasta el final a que se hagan pedazos. En resumidas cuentas, cada quien jala para su molino.
¿Por qué se ejemplificó con un grupo civil?, simplemente porque los militares de carrera han sido entrenados con la disciplina en la cual se respeta al líder, ya sea por grado o por función, sin que se permita la insubordinación o el complot (la grilla), condición que favorece el trabajo en equipo, reconociendo además, la capacidad y habilidad de cada quién, sin que los demás se sientan agredidos, ofendidos o sobajados, como sucede en el ámbito civil con un líder arbitrario.
En consecuencia, para manejar un grupo civil, se requiere de un líder con poder, alguien que: sin ser un erudito tenga carisma y don de gentes para incentivar a sus colaboradores, escuche a quien conoce del asunto, se interese en identificar y resolver problemas (al través del proceso ordenado de análisis), cuente con visión para evaluar rutas de desarrollo, pondere la exigencia y la excelencia, conozca de prioridades en la selección y ejecución de proyectos y actividades, determinando previamente su costo beneficio, planifique a detalle y no improvise, asigne responsabilidades, sea prudente en expresarse correcta y sabiamente, sea firme en su misión, para hacer respetar los valores que rigen la actuación del grupo en cuestión. Practique los valores éticos del ser humano y la actitud cívica.
Si el cargo es político, además se requeriría: ser buen orador, repudiar la mentira, ser honrado efectivo, tener valor para romper los compromisos que lo atan, incluyendo aquellos que contrajo con la mafia del poder y con los aduladores, decir prudentemente lo que piensa, así como defender su misión en la búsqueda de la verdad. En pocas palabras: amar al país y querer un desarrollo sustentable del ciudadano, para mejorar su bienestar.
¿Qué tanto de estas cualidades tiene el actual mandatario?
La respuesta debe salir de la mente de quiénes sigan de cerca la actitud perversa del susodicho, además es difícil encontrar en este país, aún dentro de los individuos preparados, alguien que no haya estado involucrado en alguna corruptela, y que:
• Rechace un cargo para el que no está capacitado.
• Reúna las cualidades éticas elementales.
• Tenga la cultura y conocimientos básicos requeridos por el cargo.
• Conozca los problemas del país y de los ciudadanos.
• Continúe con la directriz de los próceres, sin protagonismo.
• Goce de buena salud y resistencia física y amplitud mental.
Es como buscar alguien que no existe, aunque es seguro que se encontrará al individuo indicado.
JMRS