Editorial
¿Viene una tercera ola de COVID-19 a México?
Julio Frenk, Octavio Gómez Dantés, The Washington Post
"No podemos bajar la guardia"
En el último mes se produjo en México un aumento en el número de casos de COVID-19. Según datos de la Universidad Johns Hopkins, pasamos de 2,628 casos el 20 de mayo a 5,542 casos el 20 de junio. Es una cifra baja en términos absolutos, pero representa un incremento de 110%.
Dado el aumento de contagios que está sucediendo en algunas zonas del mundo, es pertinente la pregunta (y el temor) de la población sobre si estamos al inicio de una tercera ola de COVID-19 que podría protagonizar, además, alguna de las nuevas variantes del coronavirus, más contagiosas y agresivas. Este temor contrasta con la actitud de las autoridades sanitarias del país, cuya cancelación de las conferencias diarias donde se informaba de la situación parece sugerir que la pandemia quedó atrás y que la vacunación nos llevará en poco tiempo a buen puerto.
Pero no podemos bajar la guardia. Estamos en una carrera entre las vacunas, las variantes del virus y la vigilancia, cuyo desenlace sigue siendo incierto. El riesgo de un rebrote en México es real y exige la aceleración del ritmo de vacunación y el fortalecimiento de las actividades de vigilancia epidemiológica.
La vacunación no es la única herramienta con la que contamos para el control de la pandemia, pero sí es la más útil. La clave para salir adelante es cubrir a toda la población susceptible lo más pronto posible. En los países que han vacunado a una alta proporción de su población contra COVID-19, empezando por los adultos mayores, los casos y las muertes por esta enfermedad han disminuido dramáticamente.
Además de proteger a la población en lo inmediato, la vacunación extensiva y pronta contiene el surgimiento de cepas de coronavirus más peligrosas. Sabemos que los virus van mutando cada vez que se reproducen, y que las variantes más contagiosas y agresivas âcomo la variante delta, responsable de la reciente tragedia en la Indiaâ tienden a prevalecer. Hasta ahora, todas las variantes conocidas son susceptibles a la mayoría de las vacunas. Para evitar la aparición de cepas resistentes, es necesario acelerar el ritmo de vacunación a fin de alcanzar la inmunidad de rebaño, que detendría el proceso de reproducción del virus.
Hasta antes de las elecciones del 6 de junio, el ritmo de vacunación contra el COVID-19 en México parecía el adecuado. El 2 de junio se aplicaron un millón de dosis de vacunas. Sin embargo, en las últimas semanas el ritmo de vacunación disminuyó, lo cual ha reconocido el propio presidente Andrés Manuel López Obrador. El ritmo de la primera semana de junio debe retomarse cuanto antes con el objetivo de alcanzar una alta cobertura de vacunación antes del inicio de la temporada invernal, cuando los contagios se incrementan como resultado de las bajas temperaturas que obligan a la gente a resguardarse, lo cual facilita la transmisión del virus.
Al 28 de junio se han vacunado completamente en México 18 millones de personas, en su mayoría adultos mayores. Esto representa 14.8% de la población total (126 millones de personas) y 19% de la población de más de 12 años (alrededor de 95 millones de personas), la cual es la más relevante para fines de control de la infección.
Para poder sentirnos relativamente seguros es necesario alcanzar, antes de noviembre, una cobertura de vacunación en la población mayor de 12 años de por lo menos 70%, que equivale a vacunar a alrededor de 49 millones de personas más en los próximos cuatro meses. Si se siguen usando sobre todo vacunas que requieren de dos dosis, tendríamos que estar aplicando alrededor de 900,000 dosis de vacunas diarias entre julio y octubre.
Además de acelerar el ritmo de vacunación, es importante no desatender las actividades de vigilancia epidemiológica. En primer lugar, es recomendable ampliar el uso de pruebas para la detección de casos ahora que está acelerándose la reactivación de la economía. Estas pruebas deben aplicarse no solo a personas sospechosas de padecer COVID-19, sino también a personas asintomáticas en riesgo âpor ejemplo, a jóvenes no vacunados que regresan a clases o a actividades laborales presencialesâ. En segundo lugar, es necesario fortalecer los sistemas de rastreo de contactos no vacunados que, al igual que los casos de contagio, deberán aislarse. Finalmente, es indispensable seguir promoviendo la sana distancia y el uso de cubrebocas en los espacios públicos, los sitios de trabajo y las escuelas, sobre todo en los lugares cerrados.
Sin duda, es importante relajar algunas medidas de combate a la pandemia, entre otras cosas para incentivar la vacunación y aliviar los impactos negativos de un largo encierro, pero todavía hay actividades y espacios que exigen de algunos cuidados.
Un elemento fundamental que no debe descuidarse es la comunicación a la población, no sólo para ofrecer orientación oportuna y confiable, sino también para evitar que el vacío informativo sea llenado por sesgos ideológicos y teorías conspiratorias. El gobierno federal debe implantar una nueva estrategia de comunicación nacional que se adapte a las actuales circunstancias de la pandemia.
La principal medida de esta nueva estrategia debe ser difundir estadísticas objetivas, que tomen en consideración, entre otras cosas, los resultados de los estudios de exceso de mortalidad que indican que los decesos por COVID-19 reportados oficialmente deben multiplicarse por 2.4, como los del Institute for Health Metrics and Evaluation. El monitoreo objetivo de casos y decesos permitirá alimentar de mejor manera el sistema de semáforos COVID-19 estatales y las decisiones que de él se deriven. Los gobiernos federal y estatales, en estrecha colaboración, deberán diseminar estas decisiones de manera clara y consistente a toda la población usando los formatos más amigables posibles.
La recomendación general más importante para evitar un nuevo rebrote es utilizar las evidencias en la toma de decisiones. Es la ciencia âgeneradora de pruebas diagnósticas, medicamentos, vacunas y conocimientoâ la que está sacando al mundo de la tragedia de la pandemia de COVID-19. Pero, como ha señalado el célebre pensador Yuval Noah Harari, la actual pandemia ha sido marcada por el triunfo de la ciencia y el fracaso de los líderes políticos. El fin de la pandemia dependerá de la capacidad de los ciudadanos para exigir al gobierno que ponga los frutos de la ciencia al servicio de todos y no de sus propios intereses políticos.
aranza