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Las pruebas PCR para COVID-19 no son muy útiles. Debemos enfocarnos en las pruebas rápidas de antígenos
Por Ezekiel Emanuel, David Michaels, Rick Bright y Luciana Borio | The Washington Post
Durante la mayor parte de la pandemia, a los estadounidenses se les ha dicho que las pruebas PCR son el estándar de excelencia. Pero en la mayoría de las situaciones no es así. Idealmente, los resultados de las pruebas de coronavirus deberían guiar las acciones relacionadas con el aislamiento, los viajes, las interacciones sociales o incluso el momento oportuno para buscar opciones de tratamiento. Las pruebas PCR no funcionan para ninguna de estas cosas, por dos razones.
Primero, la mayoría de las pruebas PCR tienen un largo periodo de tiempo entre la recolección de la muestra y el resultado. Un resultado que demore más de 18 de horas es de poca utilidad para las personas que buscan tomar decisiones. De hecho, entre la aplicación de la prueba y la recepción de los resultados, una persona podría infectarse o ser positivo, en especial con la variante ómicron altamente infecciosa. En segundo lugar, las pruebas PCR pueden detectar partículas virales muchos días después de la infección, lo que podría no indicar contagiosidad. Desde un punto de vista individual, no existe una buena razón para aplicarse una prueba PCR en esta etapa de una pandemia generalizada.
Algunas aerolíneas o países podrían pedir una prueba dentro de las 72 horas previas a la salida del vuelo o la entrada a un territorio. En este caso, las pruebas PCR son aceptables, ya que una prueba PCR negativa realizada 24 horas antes del vuelo es información útil. Pero una prueba PCR positiva podría ser engañosa y demasiado restrictiva porque una persona podría estar libre del virus semanas antes de hacerse la prueba.
Por su parte, las pruebas rápidas de antígenos presentan cuatro ventajas. Primero, si tienes síntomas de COVID-19 como fatiga, fiebre, tos o pérdida del olfato y gusto, una prueba de antígeno puede confirmar rápidamente el diagnóstico. Para aquellos con alto riesgo de hospitalización u otros resultados graves, como las personas inmunocomprometidas, los adultos mayores y los no vacunados, eso significa que pueden buscar asesoramiento médico de inmediato sobre opciones de tratamiento, como el anticuerpo monoclonal sotrovimab, el antiviral intravenoso remdesivir o los tratamientos antivirales recientemente aprobados, Paxlovid o molnupiravir.
Una persona con una exposición de alto riesgo —muy cercana a alguien infectado con el virus— también debería considerar hacerse la prueba, pero los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) recomiendan esperar cinco días después de la exposición o hasta que se manifiesten los síntomas, ya que aplicarse la prueba demasiado pronto genera menos probabilidades de detectar una infección.
En segundo lugar, las pruebas de antígeno pueden informarle a alguien con COVID-19 si debe terminar el aislamiento. En la actualidad, los CDC recomiendan que las personas con COVID-19 se aíslen durante cinco días tras dar positivo y utilicen un cubrebocas cuando estén cerca de otras personas durante cinco días adicionales. Pero las pruebas de antígenos pueden ayudar a proporcionar una mayor certeza a las personas sobre si es seguro volver al trabajo u otras situaciones en las que estarían en contacto cercano con otras personas.
Por supuesto, las pruebas de antígeno pueden pasar por alto una infección y producir falsos negativos. Por lo tanto, aquellos que terminen el aislamiento todavía deben usar cubrebocas de alta calidad —como las mascarillas N95, KN95 o KF94 aprobadas por el Instituto Nacional para la Seguridad y Salud Ocupacional— cuando interactúen con otros durante un total de 10 días después del inicio de un caso de COVID-19.
En tercer lugar, las pruebas de antígeno pueden ayudar a garantizarle a las personas que es seguro visitar a alguien que tiene un alto riesgo de desarrollar problemas graves debido al COVID-19. Por ejemplo, es completamente apropiado que cualquier persona se haga la prueba antes de asistir a una reunión familiar con una persona mayor o con alguien que está inmunocomprometido por estar en un tratamiento contra el cáncer o tomando inmunosupresores. Un resultado negativo no descarta por completo la infección, pero reduce de manera significativa las probabilidades y puede guiar la acción adecuada.
Finalmente, las pruebas de antígenos se pueden utilizar para el control en las escuelas. Por ejemplo, si se aplican con una periodicidad regular —unas tres veces por semana— pueden detectar una infección temprana y, con las medidas adecuadas, minimizar la transmisión. También se pueden utilizar para una estrategia que permita mantener clases presenciales: Si un estudiante da positivo, entonces los otros estudiantes que estuvieron expuestos y que den negativo pueden seguir asistiendo a clases.
Con esta estrategia, no hay necesidad de que alguien sin síntomas o que haya tenido una exposición de alto riesgo, se haga una prueba PCR, a menos de que pueda obtener un resultado muy rápido. Enfocarse en confiar en las pruebas rápidas de antígenos ayudará a frenar la transmisión durante esta pandemia. También debería aliviar la confusión y las preocupaciones de los estadounidenses sobre aplicarse una prueba de diagnóstico de coronavirus.
aranza
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