Valores Morales

Vencer las tentaciones

2022-03-09

En esos momentos sentimos que no podemos continuar de la misma manera y anhelamos respirar y vivir...

Por | Mons. Jorge Carlos Patrón Wong 

Con la confianza que Dios está de nuestra parte porque Él es nuestro refugio, fortaleza y protección.

Hay acontecimientos tan difíciles que provocan una revisión profunda de nuestra vida. Cuando el pecado duele, deja profundas repercusiones y provoca una herida en el alma.

En esos momentos sentimos que no podemos continuar de la misma manera y anhelamos respirar y vivir sin el peso que va dejando el pecado. Nos damos cuenta que hemos fallado y que, a pesar de todo, Dios sigue amándonos e invitándonos a la conversión.

La cuaresma llega para fortalecer y canalizar este anhelo de conversión, al desvelarnos la misericordia de Dios y el llamado que nos hace para iniciar una nueva vida.

El pasaje evangélico de las tentaciones de Jesucristo nos hacen conscientes que muchas veces nos hemos pasado de ingenuos ante las sutiles y engañosas sugerencias del enemigo; que nos exponemos innecesariamente, cuando no tomamos distancia de las ocasiones de pecado y cuando no sabemos cortar a tiempo situaciones que terminan por comprometernos seriamente.

La ingenuidad no es sólo falta de sentido crítico, sino también imprudencia cuando de manera temeraria nos exponemos, como si tuviéramos todo el poder de vencer por nosotros mismos una realidad que es más compleja de lo que suponemos.

Los cristianos no podemos ser ingenuos ni temerarios a la hora de enfrentar el mal que hay en nuestra sociedad y en nuestro corazón. Debemos aprender a luchar con los medios espirituales que la Iglesia nos recomienda: la oración, la meditación de la Palabra de Dios, la vida sacramental, especialmente la reconciliación y la eucaristía, la guía espiritual y la caridad activa.

Por lo tanto, no bastan los buenos sentimientos para darle un giro a nuestra vida, sino que se requiere un compromiso en el combate espiritual, para aprender a luchar contra el mal y las tentaciones que nos atacan. El enemigo que tenemos enfrente es tan astuto que intentará de muchas maneras hacernos retroceder.

Cuando Jesús impulsado por el Espíritu Santo fue al desierto para hacer oración durante 40 días, cuando quería comprometerse completamente con su misión, fue tentado por Satanás. Si Jesús fue tentado, si fue incitado a declinar su misión, con cuánta mayor razón también nosotros seremos tentados de muchas maneras por el enemigo.

“No queda más que implorar a san José la gracia de las gracias: nuestra conversión” (Papa Francisco). La conversión supone volver nuestro corazón a Dios.

Entremos en este desierto cuaresmal a donde el Espíritu nos ha traído y cuando sintamos la fuerza de la tentación, respondamos, como Jesús, con la Palabra de Dios y con su gracia. Con la confianza que Dios está de nuestra parte porque Él es nuestro refugio, fortaleza y protección.



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