Tras Bambalinas

Lula y Bolsonaro se disputan el voto evangélico a semanas de las elecciones

2022-09-12

Los evangélicos ya representan casi un tercio de la población de Brasil y, entre ese...

Sylvia Colombo, The Washington Post

En las elecciones presidenciales del 2 de octubre en Brasil, el dios de los evangélicos será un aliado muy codiciado entre los dos principales candidatos a la presidencia. En la contienda entre el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva —con 45% de las preferencias en las encuestas— y el actual presidente, Jair Bolsonaro —con 32%—, el voto de los creyentes de esa fe será fundamental para definir al ganador.

Los evangélicos ya representan casi un tercio de la población de Brasil y, entre ese electorado, Bolsonaro tiene 49% de las intenciones de voto contra 32% de Lula. Esa distancia pasó de 10 a 17 puntos porcentuales en los últimos meses. Por eso, a menos de un mes para la primera vuelta electoral, Lula necesita urgentemente conseguir algunos de esos votos para poder ganar en la primera vuelta o que le garanticen una victoria en la segunda, que podría realizarse el 30 de octubre.

La pelea tensa y frenética por captar los votos de estos religiosos ha provocado cambios de estrategia, roces y contradicciones en los discursos de ambos políticos.

En lo que resta de las campañas, las y los brasileños debemos estar atentos para evitar que la pelea por el triunfo comprometa el futuro del Estado laico o cierre la posibilidad de reconciliación en un país que hoy se muestra dividido.

El Brasil que llega a las urnas en 2022 es diferente al de décadas anteriores. En 20 años, la población evangélica se ha duplicado. Las diferentes corrientes evangélicas constituyen 27% del electorado, mientras que los católicos constituyen 50%. En el Congreso, alrededor de 30% de los legisladores son evangélicos.

Bolsonaro ganó las elecciones de 2018 mediante el apoyo de los evangélicos. Aunque para 2022, el actual presidente ha visto disminuidas las intenciones de voto a su favor, sigue siendo el candidato que más vocaliza los valores importantes para este sector. “Estamos en contra del aborto, de la ideología de género, de la legalización de las drogas y somos defensores de la familia brasileña”, dijo Bolsonaro en julio pasado, y repitió algunas de esas mismas posturas de derecha en el debate presidencial del 28 de agosto.

Para el expresidente da Silva, la duda es cómo tender la mano al votante evangélico y conservador sin molestar a sus propios votantes de izquierda, en su mayoría progresistas que quieren ver avances en la legislación de género, de legalización del aborto, así como de diversidad sexual, religiosa y de derechos civiles, estancados en Brasil en relación con sus vecinos de la región.

También lo apoyan los ambientalistas, líderes indígenas y defensores de la Amazonía que se oponen al proyecto bolsonarista de deforestar y abrir la selva a los negocios. A ellos no gustará ver guiños de su candidato a líderes de esas iglesias que con su presencia en la selva han facilitado, en parte, la destrucción de las tradiciones ancestrales.

En un primer momento, Lula apostó a que conquistaría a los fieles evangélicos con un discurso fuerte contra la pobreza y el desempleo. Sin embargo, las encuestas señalan lo contrario. Lula llegó al poder por primera vez hace 20 años, cuando los evangélicos aún no tenían la fuerza actual. Si gana las elecciones tendrá que dialogar más con ellos, intentando no herir a sus simpatizantes progresistas.

Mientras tanto Bolsonaro, en un intento por acortar la distancia, aunque es católico le ha cedido protagonismo en la campaña a su esposa, la evangélica Michelle, para hablar directamente a este electorado.

La primera dama no se ha ahorrado ataques contra Lula con tono bíblico, diciendo que las elecciones son “una batalla del bien contra el mal” y que, mientras Lula fue presidente, el palacio del gobierno estaba “consagrado a los demonios”.

La campaña bolsonarista también rescató imágenes y referencias de la cercanía de Lula con líderes de las religiones afrobrasileñas, que sufren de discriminación y prejuicios en el país desde hace siglos. Para muchos de los brasileños conservadores, históricamente esas religiones están asociadas a cultos al demonio. Además, Bolsonaro vincula a Lula con su exaliado Daniel Ortega, el dictador nicaragüense que ha estado persiguiendo a los religiosos en su país. En las redes bolsonaristas comenzaron a circular noticias falsas que decían que Lula cerraría iglesias si resulta ganador.

Para tratar de contrarrestar la noticia falsa, Lula respondió que eso era mentira y dijo que defiende la libertad religiosa y el Estado laico. Pero también agregó en un mítin: “Para estar con Dios, no necesito sacerdotes ni pastores, puedo estar encerrado en mi cuarto”, una frase que disgustó a líderes religiosos católicos y evangélicos.

Enseguida Lula y su mujer, Janja, dejaron de mostrarse junto a símbolos de las religiones afrobrasileñas y decidieron no entrar en una “guerra de religiones”.

En tiempos de expansión de una fe religiosa como la de los evangélicos en Brasil, la tolerancia y la inclusión en la sociedad son necesarias. Sin embargo, gane quien gane las elecciones de octubre, el país no debe olvidar que es un Estado laico, y no debe dejar lugar a enfrentamientos religiosos ni a una injerencia en la administración del gobierno.



Jamileth
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