Cultura

Rumbo a un mundo con más restaurantes liderados por mujeres

2023-01-19

Ese pensamiento aún permanece y por eso sigue siendo común escuchar o leer insultos...

Elena Reygadas | The Washington Post

Existen en internet distintos proyectos artístico-políticos que, desde una posición crítica, recuperan y cuestionan anuncios de publicidad sexista. Así fue que encontré un anuncio particularmente escalofriante de la cadena de comida rápida estadounidense Hardee’s, la cual lanzó durante décadas anuncios impresos y comerciales de televisión problemáticos, en los cuales se reproducían imágenes misóginas y en los que incluso aparecían celebridades y modelos.

Uno de ellos, producido a finales de los años 1940, muestra a una mujer rubia de espaldas, con un delantal azul amarrado con un gran moño. Desde la venta de la cocina observa por la ventana a su hija y su esposo, quienes juegan afuera de la casa. Junto a ella aparece un texto: “¡Mujeres no salgan de la cocina! Todos sabemos que el lugar de una mujer está en el hogar, cocinándole a un hombre una comida deliciosa. Pero si todavía estás disfrutando de la vida de soltero y no tienes a una señorita esperándote, entonces ven a Hardee’s para comer algo informal y preparado a toda prisa”.

El anuncio refleja una visión que prevalece desde hace siglos en las sociedades patriarcales: la cocina es un espacio femenino porque la labor de cocinar, al igual que el resto de los trabajos domésticos, nos corresponde exclusivamente a las mujeres. Bajo esta concepción las mujeres debemos permanecer en la esfera doméstica sin la posibilidad de integrarnos al ámbito laboral, o integrándonos solo parcial o temporalmente. Ese pensamiento aún permanece y por eso sigue siendo común escuchar o leer insultos dirigidos a mujeres que dicen “mejor regrésate a la cocina” o “no sirves más que para cocinar”.

Esta visión profundamente discriminatoria sobre la cocina como espacio femenino coexiste con la del mundo de los restaurantes (lo que algunos llaman absurdamente la “alta cocina”), donde las cosas son muy distintas. Es un mundo dominado por hombres, en el cual las mujeres somos —de nuevo— relegadas y subrepresentadas. Generalmente, las mujeres ocupan puestos secundarios y existe una brecha salarial. Por ejemplo, en Estados Unidos, el Departamento del Trabajo reportó que solo 20% de los chefs y 7% de los jefes de cocina y restauranteros son mujeres. Hace poco cené en un afamado restaurante con tres estrellas Michelin, en el que me ofrecieron hacer un recorrido por sus cocinas: entre su extenso equipo de más de 30 personas solo había una mujer, la cual además trabajaba en un pequeño rincón dedicada a la repostería. No es extraño que las mujeres que trabajamos en restaurantes suframos de distintas formas de violencia de género y tratos machistas.

Llevo años pensando cómo podría contribuir, en tanto cocinera, para que las cosas cambien más allá de mis propios restaurantes, en los cuales he buscado implementar acciones concretas como dar flexibilidad de horarios a quienes son madres; otorgar una mayor cantidad de días de maternidad y paternidad que los establecidos por la ley; implementar un protocolo de prevención y atención de acoso laboral y discriminación con perspectiva de género, y nombrar en gran parte de los puestos directivos a mujeres, por mencionar solo algunas.

Me he preguntado una y otra vez: ¿cómo reclamar la cocina como espacio propio desde una posición emancipada y emancipadora? ¿Cómo usar la mesa de la cocina, como sugiere Sara Ahmed en su libro Fenomenología Queer, para transformar nuestras vidas desde la intimidad y la cotidianidad?

Llegué a la conclusión de que una manera de contribuir a cambiar la situación podría ser impulsando la igualdad de oportunidades y el liderazgo de las mujeres desde los años de formación. Inicié entonces un proyecto de becas de manutención para mujeres mexicanas que estudian gastronomía. La idea básica fue otorgar un apoyo económico mensual a un grupo de jóvenes para garantizar que pudiesen continuar con sus estudios, así como ofrecerles una red de mentoras que las apoyaran.

Junto con un equipo interno, y en diálogo con amigas y colegas, delineamos las bases de la primera convocatoria de la beca. Desde un inicio, buscamos que fuera sencillo solicitarla: los requisitos eran una receta explicada y una breve semblanza. Invité como integrantes del comité de selección y eventuales mentoras a un grupo intergeneracional de cocineras mexicanas a las cuales admiro enormemente: Thalia Barrios, Mónica Patiño, Xrysw Ruelas y Daniela Soto-Innes. Buscando generar una mayor inclusión, Thalia sugirió que pidiéramos a las solicitantes que explicaran su receta por medio de un video y no por escrito.

Compartimos la convocatoria de la beca a mediados de 2022 en universidades de todo el país que ofrecen la licenciatura en gastronomía o alguna carrera similar. Recibimos más de 300 solicitudes provenientes de 24 estados del país. Fue maravilloso ver el talento, la energía y la creatividad que existe entre las jóvenes, y constatar la inmensa diversidad y vitalidad de las tradiciones culinarias que hay en México.

Hubiésemos querido otorgar una beca a cada una de las solicitantes, pero por desgracia en esta primera ocasión solo pudimos otorgar unas cuantas. Tenemos la esperanza de que poco a poco el proyecto pueda crecer y beneficiar a más personas. Me entusiasma pensar en que, con los años, se irá construyendo una comunidad de becarias que podrán compartir entre sí sus vivencias como cocineras y encontrarán formas para construir una mejor realidad.

Tengo presente que no basta con un programa de becas para combatir el problema del machismo y la discriminación en el mundo de los restaurantes. Se necesita repensar por completo la noción dominante sobre los restaurantes y el trabajo en las cocinas y, sobre todo, impulsar cambios estructurales y políticas públicas que aseguren un sistema más equitativo. Sin embargo, decidí iniciar un proyecto porque me convencí de que era mejor hacer algo, aunque fuera minúsculo, que hacer nada.

Tras tener la enorme oportunidad de ver lo que están pensando y creando cientos de jóvenes mexicanas en el país, tengo una gigantesca esperanza en el futuro. Tengo la seguridad que las siguientes generaciones no solo cocinarán platillos inolvidables, sino que además habrá un gran número de magníficos restaurantes liderados por mujeres.
 



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