Vox Dei

«Quien mire con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su corazón»

2023-02-12

Hoy escuchamos del Señor: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los...

Evangelio según san Mateo 5, 17-37

«No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento»

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley. Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los Cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos. Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los Cielos».

«Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero Yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar de castigo».

«Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda. Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policía y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo».

«También han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No cometerás adulterio; pero yo les digo que quien mire con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Por eso, si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado, arráncatelo y tíralo lejos, por que más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo. Y si tu mano derecha es para ti ocasión de pecado, córtatela y arrójala lejos de ti, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo. También se dijo antes: El que se divorcie, que le dé a su mujer un certificado de divorcio; pero Yo les digo que el que se divorcia, salvo el caso de que vivan en unión ilegítima, expone a su mujer al adulterio y el que se casa con una divorciada comete adulterio».

«Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No jurarás en falso y le cumplirás al Señor lo que le hayas prometido con juramento. Pero Yo les digo: No juren de ninguna manera, ni por el Cielo, que es el trono de Dios; ni por la Tierra, porque es donde Él pone los pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran Rey. Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro uno solo de tus cabellos. Digan simplemente sí, cuando es sí; y no, cuando es no. Lo que se diga de más, viene del maligno».

Reflexión

Rev. D. Miquel Masats i Roca

«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos»

Hoy escuchamos del Señor: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas; (...), sino a dar cumplimiento». En el Evangelio de hoy, Jesús enseña que el Antiguo Testamento es parte de la Revelación divina: Dios primeramente se dio a conocer a los hombres mediante los profetas. El Pueblo escogido se reunía los sábados en la sinagoga para escuchar la Palabra de Dios. Así como un buen israelita conocía las Escrituras y las ponía en práctica, a los cristianos nos conviene la meditación frecuente —diaria, si fuera posible— de las Escrituras.

En Jesús tenemos la plenitud de la Revelación. Él es el Verbo, la Palabra de Dios, que se ha hecho hombre (cf. Jn 1,14), que viene a nosotros para darnos a conocer quién es Dios y cómo nos ama. Dios espera del hombre una respuesta de amor, manifestada en el cumplimiento de sus enseñanzas: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (Jn 14,15).

Del texto del Evangelio de hoy encontramos una buena explicación en la Primera Carta de san Juan: «En esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados» (1Jn 5,3). Guardar los mandamientos de Dios garantiza que le amamos con obras y de verdad. El amor no es sólo un sentimiento, sino que —a la vez— pide obras, obras de amor, vivir el doble precepto de la caridad.

Jesús nos enseña la malicia del escándalo: «El que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos». Porque —como dice san Juan— «quien dice: ‘Yo le conozco’ y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él» (1Jn 2,4).

A la vez enseña la importancia del buen ejemplo: «El que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos». El buen ejemplo es el primer elemento del apostolado cristiano.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

«Un mandato, por suave que sea, se convierte en duro cuando lo impone un corazón tirano y cruel, pero se hace fácil cuando es el Amor quien lo ordena» (San Francisco de Sales)

«La ley es sabiduría. Sabiduría es el arte de ser hombres, el arte de poder vivir bien y poder morir bien. Y se puede vivir y morir bien solamente cuando se ha recibido la verdad y cuando la verdad nos indica el camino» (Benedicto XVI)

«El cumplimiento perfecto de la Ley no podía ser sino obra del divino Legislador que nació sometido a la Ley en la persona del Hijo (cf. Gal 4,4). En Jesús la Ley ya no aparece grabada en tablas de piedra sino ‘en el fondo del corazón’ (Jr 31,33) (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 580)



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