Migración

En El Paso, sacerdotes ofrecen albergue y consejo a migrantes que quieren entrar a Estados Unidos

2023-05-12

“Todavía no me lo creo”, dijo mientras sus hijos sonreían a las palomas...

Por GIOVANNA DELL'ORTO

EL PASO, Texas, EU (AP) — Entre políticas cambiantes, desinformación desenfrenada y multitudes exasperadas y temerosas que convergen en esta ciudad desértica en la frontera con México, los líderes religiosos se esfuerzan por brindar refugio y ánimo a los migrantes que huyen de la pobreza y los conflictos.

Junto con las oraciones, asesoran a los migrantes sobre los desafíos abrumadores que les esperan en suelo estadounidense, con enormes retrasos en las audiencias de asilo y las medidas anunciadas recientemente por el gobierno del presidente Joe Biden y que muchos consideran más estrictas que las recién expiradas, conocidas como Título 42.

Durante la misa matutina del jueves en la iglesia católica del Sagrado Corazón, a pocas cuadras de la frontera con México, el sacerdote Daniel Mora oró por la buena voluntad para recibir a las multitudes de migrantes que se prevé que lleguen a la ciudad y al gimnasio del templo convertido en refugio, después de que las restricciones de la era de la pandemia de COVID-19 para quienes solicitan asilo se levantaron de la noche a la mañana.

“Para que se renueven las promesas de asilo de este país”, expresó Mora durante la misa. En una oficina adyacente al santuario histórico, uno de sus compañeros jesuitas se preparó para visitar un refugio en otra parroquia de El Paso con el fin de asesorar a los migrantes que ya habían cruzado ilegalmente y que fueron detenidos.

“Uno sabe que esto es una parte, estamos a medio camino”, expresó Tatiana Gámez, una madre colombiana que fue liberada por las autoridades migratorias a un albergue pequeño administrado por la parroquia católica de San Francisco Javier, justo al otro lado de uno de los tres puentes internacionales de El Paso.

“No sabemos qué va a pasar con (el) asilo, pero ya estar acá seguros es un alivio”, agregó. Había escuchado atentamente una de las varias charlas diarias sobre temas jurídicos que el padre Mike Gallagher brinda a los migrantes recién liberados. Gallagher también es abogado del Jesuit Refugee Service/USA (Servicio Jesuita a Refugiados/EU).

Gallagher visita varios refugios para explicarle a los migrantes que han sido aprehendidos por cruzar ilegalmente cuáles son las condiciones de su liberación, incluido el “aviso de presentarse” ante las autoridades migratorias y posteriormente ante un juez para exponer los argumentos de por qué solicitan el asilo.

Gámez y más de media decena de miembros de su familia, incluida una sobrina embarazada y la hija de 2 años de la sobrina, decidieron huir de Colombia después de haber sido amenazados en relación con un terreno que poseían allí.

Cruzaron ilegalmente a través de un agujero en el alambre de púas que los soldados de la Guardia Nacional de Texas instalaron a lo largo de 27 kilómetros (17 millas) de las polvorientas riberas del río Bravo (conocido como Rio Grande en Estados Unidos) para evitar cruces masivos cuando originalmente se esperaba que el Título 42 fuese suspendido a partir de diciembre.

“Queríamos hacer las cosas bien”, agrega Gámez entre lágrimas. Pero vieron a más de 1,000 migrantes en una fila, bajo el sol implacable y los fuertes vientos, en busca de tener la oportunidad de que los funcionarios estadounidenses los dejaran entrar, como ha estado sucediendo durante meses.

Al enterarse de que algunos migrantes habían dormido allí durante días bajo la amenaza constante de ser secuestrados por cárteles mexicanos a cambio de rescate, y con temor de una ola de deportaciones rápidas a partir del viernes, decidieron colarse por el agujero y pasaron seis días detenidos antes de ser liberados al refugio.

Los líderes religiosos dijeron que una de las razones del enorme aumento de inmigrantes esta semana fue la creencia generalizada de que el fin de las restricciones del Título 42 daría lugar a más deportaciones de inmigrantes ilegales, quienes ahora enfrentan una posible prohibición de regresar a Estados Unidos durante cinco años.

“Su principal prioridad es tratar de entrar”, señaló María Sajquim de Torres, directora del programa nacional del Jesuit Refugee Service/USA, que también provee consejeros en los refugios para que los migrantes puedan comenzar a procesar los traumas —desde violación hasta extorsión— que la mayoría enfrentó en el camino.

El viernes, después de que ya había expirado el Título 42 y se habían implementado más restricciones al asilo, varios líderes religiosos dijeron que temían que los migrantes que no tienen opción de regresar a sus países seguirían intentando ingresar a Estados Unidos, pero a través de rutas más peligrosas.

“Creo que la gente descansará y observará durante algún tiempo. Una vez que se den cuenta de que sólo un pequeño porcentaje será capaz de ingresar legalmente, buscarán formas más desesperadas, difíciles y peligrosas de cruzar”, dijo el obispo Mark Seitz de El Paso.

“Una vez más, sin querer estamos perjudicándonos y ayudando al crimen organizado”, agregó Seitz, que tiene un albergue en el patio trasero de la oficina diocesana cercana a la sección del muro fronterizo donde migrantes se congregaron en días recientes, con la esperanza de entregarse a las autoridades estadounidenses tras cruzar el río Bravo.

Seitz, que preside la comisión migratoria de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, dijo estar preocupado por el creciente número de lesiones y fallecimientos si los migrantes intentan cruzar lejos de donde la frontera está fuertemente resguardada, tanto para los migrantes como para los agentes y voluntarios que efectúan operaciones de búsqueda y rescate, especialmente ahora que se avecina el verano con su calor letal.

Seitz dijo que también le preocupa que las imágenes del caos en la frontera pudieran desalentar a los estadounidenses de ayudar a los recién llegados. Esta semana difundió un anuncio de servicio público, “intentando tranquilizar a la gente de que estamos en esto y somos capaces de manejar estas situaciones”.

“La Iglesia no quiere el caos”, agregó. “Hemos estado exhortando para que haya un proceso ordenado a través del cual las personas que pasan grandes necesidades puedan ingresar a nuestro país”.

Más de 1,000 migrantes se reunieron afuera del refugio del Sagrado Corazón esta semana. Las autoridades cerraron la calle frente a éste el domingo pasado por temor a otro incidente letal como el de los migrantes que fueron atropellados en Brownsville, Texas, comentó Mora.

Algunos migrantes tienen fechas programadas dentro del mes de su llegada en las ciudades a las que aspiran a llegar. Otros tienen comparecencias ante los tribunales no programadas hasta 2026 o más, ya que el sistema de asilo trabaja saturado debido a retrasos históricos.

Con un rosario como collar, la venezolana Juaniela Castillo escuchaba atentamente cuando Gallagher descifró su fecha para el tribunal: en junio de 2025, en Orlando, Florida, donde espera alcanzar a un familiar.

Tendrá que encontrar ayuda jurídica para presentar una solicitud de asilo mucho antes —en un plazo de un año— o perderá este alivio temporal que le ha sido otorgado de la deportación, le dijo Gallagher.

Con sus tres hijos, de 8, 7 y 3 años, viajó a través de la notoriamente peligrosa selva del Darién en Panamá. Después de dos meses en el camino, también pasó por un hueco en el muro cerca de El Paso y estuvo detenida durante seis días antes de ser liberada al refugio de San Francisco Javier.

“Todavía no me lo creo”, dijo mientras sus hijos sonreían a las palomas que gorjeaban en el pequeño patio sombreado del refugio. “Yo nunca perdí la fe, nunca, pero uno está a la deriva, a la deriva de Dios”.

En un salón equipado con catres y mesas, Susie Roman, una voluntaria en el refugio, dice notar lo confundidos que han estado los migrantes por el cambio de políticas, y que teme las consecuencias de este último cambio.

“Tengo miedo de que todos van a estar ahí afuera y no podamos ayudarlos”, afirma.



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