Vox Dei

«El Reino de Dios ya está entre vosotros»

2023-11-16

«Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación».

Jueves de la 32ª semana

"El Reino de Dios se va haciendo realidad dentro de nosotros y
en la Historia, cuando tenemos buen corazón a imagen de Jesús"

Lecturas

Sabiduría 7,22-8,1

La sabiduría es un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, móvil, penetrante, inmaculado, lúcido, invulnerable, bondadoso, agudo, incoercible, benéfico, amigo del hombre, firme, seguro, sereno, todopoderoso, todo vigilante, que penetra todos los espíritus inteligentes, puros, sutilísimos. La sabiduría es más móvil que cualquier movimiento, y, en virtud de su pureza, lo atraviesa y lo penetra todo; porque es efluvio del poder divino, emanación purísima de la gloria del Omnipotente; por eso, nada inmundo se le pega. Es reflejo de la luz eterna, espejo nítido de la actividad de Dios e imagen de su bondad. Siendo una sola, todo lo puede; sin cambiar en nada, renueva el universo, y, entrando en las almas buenas de cada generación, va haciendo amigos de Dios y profetas; pues Dios ama sólo a quien convive con la sabiduría. Es más bella que el sol y que todas las constelaciones; comparada a la luz del día, sale ganando, pues a éste le releva la noche, mientras que a la sabiduría no le puede el mal. Alcanza con vigor de extremo a extremo y gobierna el universo con acierto.

Salmo 118, 89. 90. 91. 130. 135. 175

Tu fidelidad de generación en generación, igual que fundaste la tierra y permanece. Por tu mandamiento subsisten hasta hoy, porque todo está a tu servicio.

La explicación de tus palabras ilumina, da inteligencia a los ignorantes.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, enséñame tus leyes.

Que mi alma viva para alabarte, que tus mandamientos me auxilien.

Evangelio, Lucas 17,20-25

«El Reino de Dios viene sin dejarse sentir»

En aquel tiempo, los fariseos preguntaron a Jesús cuándo llegaría el Reino de Dios. Él les respondió: «El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: ‘Vedlo aquí o allá’, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros».

Dijo a sus discípulos: «Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: ‘Vedlo aquí, vedlo allá’. No vayáis, ni corráis detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día. Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación».

Reflexiones

Llucià Pou Sabaté

1. Hoy leemos un magnífico himno a la sabiduría, 21 alabanzas: es el producto de tres por siete, lo que indica plenitud y perfección: -“Pues hay en la «sabiduría» un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, ágil, penetrante, puro, sincero, amable... amigo de los hombres, apacible”... Jesús es la Sabiduría de Dios encarnada.

“La movilidad de la Sabiduría supera todo movimiento. Todo lo atraviesa y penetra”. Es una visión sorprendente: Dios presente en todos y en todas partes, pero penetrando todos los seres, animando todo lo que se mueve, todo lo que vive.

“Porque es un hálito del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Omnipotente, el reflejo de la gloria eterna, el espejo sin mancha de la actividad de Dios, la imagen de su bondad”....

Llama la atención que diga que la sabiduría es "efluvio del poder divino", "reflejo de la luz eterna", "espejo de la actividad de Dios", "imagen de su bondad", "emanación de la gloria de Dios". La sabiduría se va personificando cada vez más. Ya se notaba esto mismo en el libro de los Proverbios y el Eclesiástico, pero aquí todavía más, subrayando su carácter divino. Se está preparando la venida de Jesús, la Palabra viviente de Dios.

“La Sabiduría es única y lo puede todo. Sin salir de sí misma, renueva todas las cosas. La Sabiduría de Dios trabaja en el corazón del hombre, de todo hombre”. Cristo Jesús es, no sólo el Maestro que Dios nos ha enviado, sino la Palabra misma, hecha persona: "la Palabra se hizo hombre". Él es la Sabiduría en persona. (La basílica de Santa Sofía en Estambul no se refiere a ninguna santa, sino a la "Santa Sabiduría", que es Cristo). Podemos preguntarnos: ¿estamos asimilando de hecho esta sabiduría de Dios, cuando escuchamos la Palabra de Dios en las lecturas bíblicas?, ¿vamos identificando nuestra mentalidad con la de Dios, vemos las cosas con sus mismos ojos? Cristo nos enseñó una jerarquía de valores, una lista de bienaventuranzas: se trata de que vayamos mirándonos a su espejo para ir actuando como él.

“En todas las edades, entrando en las almas santas, la Sabiduría forma en ellas amigos de Dios y profetas”. Gracias, Señor, por "transmitirte" al mismo corazón del hombre. Una centella divina en el hombre. Que hace del hombre el amigo de Dios.

“La Sabiduría es más hermosa que el sol... Se despliega de un confín al otro del universo y gobierna todas las cosas”. Presencia bienhechora y activa. De la que el sol no es más que un pálido símbolo. Nuestro sol, el que, sin embargo, hace crecer y anima todo viviente. Dios, Sabiduría, ayúdanos a dejarnos animar por Ti (Noel Quesson).

2. “Tu palabra, Señor, es eterna”. Por ella fueron creadas todas las cosas. Queremos, como María, escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica.

“Tu fidelidad de generación en generación, igual que fundaste la tierra y permanece. Por tu mandamiento subsisten hasta hoy, porque todo está a tu servicio”. Hemos de escucharte, Señor, meditar profundamente tu Palabra, dejarnos instruir por tu Espíritu Santo para que vivamos esa Palabra hasta sus últimas consecuencias.

“La explicación de tus palabras ilumina, da inteligencia a los ignorantes”. Así podemos ayudar a los demás, llevarles la luz divina: “Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, enséñame tus leyes”. Iluminados con la luz del amor de Dios, podremos tener un amor correspondido con él: “Que mi alma viva para alabarte, que tus mandamientos me auxilien”.

3. -“Los fariseos preguntaron a Jesús; «¿Cuándo va a llegar el reino de Dios?»” Para Israel, un Día, Dios tomaría el poder, y salvaría a su pueblo de todos sus opresores... Era la espera de «días mejores», la espera de la «gran noche», el deseo de «una sociedad nueva», el sueño de una humanidad feliz. No eran sólo los fariseos los que deseaban ese Día. Los Doce, ellos también, en el momento en que Jesús iba a dejarles, se acercaban aún a preguntarle: «¿Es ahora cuando vas a restaurar el Reino para Israel?» (Hch 1,6).

La llegada de los tiempos había anunciada por el profeta Daniel. Hay mucha curiosidad, entonces como ahora, por el final, apocalipsis, pero Jesús nunca contesta directamente a esta clase de preguntas, sino que aprovecha para aclarar algunos aspectos que sí nos convienen: "el Reino de Dios no vendrá espectacularmente", "el Reino de Dios está ya dentro de vosotros".

-“Jesús les contestó: "El Reino de Dios viene sin dejarse sentir"”. Rezamos muchas veces: "venga a nosotros tu Reino". Es como el fermento que actúa en lo escondido, la semilla que es sepultada en tierra y va produciendo su fruto. Está oculto, pero ya está actuando: en la Iglesia, en su Palabra, en los sacramentos, en la vitalidad de tantos y tantos cristianos que han creído en el evangelio y lo van cumpliendo. En los humildes y sencillos: "bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos". En lo sencillo, en lo cotidiano. Es el Dios de las cosas pequeñas. Al impetuoso Elías, Dios le dio una lección y se le apareció, no en el terremoto ni en el estruendo de la tormenta ni en el viento impetuoso, sino en una suave brisa. El Reino está "dentro de vosotros", o bien, "en medio de vosotros", como también se puede traducir, o "a vuestro alcance" (en griego es "entós hymón", y en latín "intra vos").

-“Ni podrán decir: «¡Míralo aquí o allí!" porque el Reino de Dios ya está entre vosotros”. Y es que el Reino es el mismo Jesús. Que, al final de los tiempos, se manifestará en plenitud, pero que ya está en medio de nosotros. Y más, para los que celebramos su Eucaristía: "el que me come, permanece en mí y yo en él" (J. Aldazábal).

Lo importante es el día de la fidelidad a la vida cotidiana, como hiciste tú, Jesús. Hasta entonces, el hombre consideró el tiempo como una fatalidad que se le imponía desde fuera. Inclusive el judío que ansiaba ya más un tiempo de tipo lineal e "histórico", seguía concibiendo su evolución como una iniciativa exclusiva de Dios. Festejar el tiempo era conformarse con una evolución de la que no se poseían las llaves. Con Jesucristo, el primer hombre que percibió la eternidad del presente porque era Hombre-Dios, el hombre festeja su propio tiempo en la medida en que busca la eternidad de cada instante y la vive en la vida misma de Dios.

La vida cotidiana avanza según esto al compás de un calendario preestablecido; la memoria del pasado y los proyectos hacia el futuro solo sirven para contribuir al valor de eternidad que se encierra en el presente. No existe ningún día que haya que esperar más allá de la historia; cada día encierra en sí la eternidad para quien lo vive en unión con Dios (Maertens-Frisque).

No puede decirse: «Míralo aquí o allí»... simplemente porque ¡ya ha llegado! ¡Ese Reino está oculto! Para detectarlo es necesaria mucha agudeza de atención, buenos oídos finos para oír su susurro, y ojos nuevos para discernirlo «en la noche». ¡Ese Reino es misterio! No se le encuentra nunca en lo espectacular y ruidoso sino tan sólo en humildes trazos, en pobres «signos», en los sacramentos de su presencia oculta. Pero, como precisamente un signo es siempre frágil y ambiguo, hay que descifrarlo, interpretarlo... ese es el papel de la Fe.

-“Llegará un tiempo en que desearéis vivir siquiera un día con el Hijo del hombre y no lo veréis. Os dirán: «¡Míralo aquí, míralo allí!" No vayáis, no corráis detrás”. ¡Siempre tenemos la tentación de ir a buscar los signos de Dios en otra parte! Es en vuestra vida cotidiana donde se encuentra Dios.

-“Porque igual que el fulgor del relámpago brilla de un extremo a otro del cielo, así ocurrirá con el Hijo del hombre cuando vendrá en "su Día". Pero antes tiene que padecer mucho y ser rechazado por esa generación”. Sí, «un Día» vendrá para Gloria de Dios, para el Esplendor de Dios, para el Triunfo de Dios y de su Cristo. Será como el estruendo del trueno, como el rayo que cruza el firmamento: imprevisible, sorprendente, súbito. Pero, entre tanto, es el tiempo del «sufrimiento», del «rechazo», de la «humillación y vergüenza»: "Antes tiene que padecer mucho". Antes de ese triunfo de Jesús y de su Padre, ambos, escarnecidos, humillados, arrastrados en el lodo y la sangre... negados por los ateos, dejados de lado por los indiferentes... ridiculizados por todos los descreídos... y, por desgracia, traicionados por «los suyos». ¡Señor, ten piedad de nosotros! (Noel Quesson).



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