Policrato Philodemos

El neoliberalismo… ¿Una ideología?

2007-11-29

Los sofistas, como mercenarios del espíritu, retuercen sus argumentos hasta que logran...

¿Hacia un anarquismo involuntario sin ética humanista?

Un esfuerzo para justificar el afán
de lucro como abstracción teóric
a


Se ha vuelto un lugar común el escuchar a los evangelistas dogmáticos del libre mercado que se han dedicado activamente al quehacer político, hablar sobre el neoliberalismo presentándolo como una ideología digna de ser  llevada a la práctica en todas las sociedades modernas, por considerarlo como la panacea que resolverá los problemas económicos, especialmente los de México.

Quienes así se expresan y recomiendan su aceptación parece que olvidan convenientemente que el neoliberalismo, tal y como se considera y aplica actualmente en los países subdesarrollados, no puede ser tomado como una ideología ya que carece de los valores que le dan un sentido escatológico y una finalidad a la vida humana, esto es, el neoliberalismo no tiene los sustentos éticos ni el conjunto de ideas lógicamente enlazadas, que son inherentes a una ideología, para explicar la naturaleza que nos rodea y la relación del hombre con su entorno social, dado que es únicamente una doctrina económica que descansa en la suposición de que existen unas "fuerzas intangibles del mercado", que mágicamente pueden regular y equilibrar las actividades mercantiles, considerando que éstas actividades constituyen la esencia misma de las relaciones humanas en una sociedad, paradigma que pone en evidencia que el neoliberalismo carece de la trascendencia de una dosctrina ya que sus valores son esencialmente materiales, mientras que su ética (si es que pueda tener algo considerado como tal), es únicamente pragmático-utilitaria.

Debido a dicha visión egoísta de las relaciones humanas, el neoliberalismo propone la aceptación tácita de las reglas de un "libre mercado", sin considerar que para que éste pueda darse en los hechos, es necesaria la existencia de un mercado perfecto, cosa que constituye una utopía mientras haya monopolios o monopsonios que dominen y alteren la plena libertad en el intercambio comercial. Sin embargo el neoliberalismo hace caso omiso de tal circunstancia y propone, entre uno de sus paradigmas torales la disminución del estado, asumiéndole únicamente el papel de policía y observador pasivo de las actividades económicas de los individuos, lo que en el lenguaje clásico se conoce como "dejar hacer, dejar pasar", que finalmente en la práctica se traduce en la implantación de la "ley de la selva", cuyas consecuencias han sido la inequidad social y la obscena concentración de la riqueza en pocas manos, siendo el mejor ejemplo en México de esta aberración la cuantiosa fortuna que ha podido acumular Carlos Slim Helú valiéndose de la inmoralidad de dichas reglas así como de la  corrupción, escenario en donde se ha creado una delincuencia creciente como secuela de la inequidad social y la pauperización de grandes núcleos de población.

La existencia misma del estado, y la principal fuente de su legitimidad es el de actuar como el agente fundamental promotor del bien común, así como el de regular todas las actividades que puedan alterar negativamente el alcanzar la equidad social, razón toral por la que el estado tiene la obligación de establecer las normas legales, de carácter coercitivo, así como el seguimiento para que se pueda alcanzar esta equidad y el bienestar general, razones por las que sería absurdo que el estado dejara a las supuestas e inexistentes "fuerzas del libre mercado" se erigieran como rectoras fácticas de la sociedad, sobre todo cuando es notoria la existencia de un mercado imperfecto, que además de ser totalmente subjetivo carece de ética social  ya su objetivo es la búsqueda del mayor lucro posible.

Para que esta entelequia de "libre mercado" sea la que determine las reglas de convivencia y del intercambio comercial en la sociedad, sería necesario la eliminación misma del estado y de sus instituciones, lujo que éste no puede darse sin renunciar, de facto, al ejercicio de gobierno, que es lo único que justifica y legitima su existencia, ya que dejaría en manos de poderes fácticos, como son los monopolios y/o monopsonios que dominan los mercados imperfectos, el gobierno mismo, o peor aún, convirtiéndose en servidores de estos poderes, prostituyendo así los principios y objetivos que le dan validez y legitimidad al estado ante sus gobernados.

De la misma manera los evangelistas del neoliberalismo radical, egoísta, deshumanizado y sin responsabilidad social, al proponerlo como doctrina económica, en su pragmatismo convenenciero y cuasi-analfabeta en el conocimiento de las doctrinas políticas y sociales, involuntariamente coinciden con sus acérrimos enemigos como serían los comunistas libertarios (o anarquistas, a los que combatieron ferozmente a finales del los Siglos XIX y principios del XX), en lo concerniente a la anulación de las instituciones del estado, así como de sus leyes para regular la vida político-económico-social de los pueblos que gobierna, dando así un salto virtual e involuntario de su posición de "neoliberales" fundamentalistas a la de "libertarios", solo que sin la ética socialmente solidaria de los ácratas, circunstancia que una vez más confirma la coincidencia de los extremos en todas las teorías o creencias radicalmente opuestas, así como la inoperancia e inutilidad práctica de todas las utopías sociales extremas, que debido a su radicalismo cercano al dogmatismo religioso, están desvinculadas de la naturaleza real e intrínseca de la condición humana.



JMRS

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