Atrocidades

Horror moral ante el aborto salvaje

2007-12-02

En España se practican unos 100,000 abortos al año, cifra que asusta por lo que tiene...

Fuente: ABC.es

LA juez competente en el caso de las clínicas abortistas de Barcelona ha decretado la prisión incondicional para sus tres principales responsables, bajo la imputación de delitos tales como aborto ilegal, asociación ilícita, intrusismo profesional y falsedades documentales. ABC ha informado ampliamente sobre una horrible industria homicida que debe avergonzar a una sociedad desarrollada. No hay que ocultar a la opinión pública algunos detalles espeluznantes, propios de un campo de exterminio totalitario, como la decapitación de fetos o el uso de trituradoras conectadas a los desagües urbanos. Desde el punto de vista jurídico, es evidente que todo el peso de la ley debe caer sobre los culpables de una actividad que atenta contra el derecho a la vida y supera de largo la interpretación más amplia posible del régimen legal sobre despenalización del aborto en determinados supuestos. En el plano sociológico, es triste que nuestro país -en concreto, Barcelona- se haya convertido en centro universal del «turismo abortista». La inmensa mayoría social se siente avergonzada ante la remisión desde países extranjeros a clínicas barcelonesas para la práctica de abortos criminales, cuando la interrupción voluntaria del embarazo no encaja en la legislación de dichos países. En España se practican unos 100,000 abortos al año, cifra que asusta por lo que tiene de desprecio hacia la vida y la dignidad de las personas.

Desde una perspectiva moral, los hechos objeto de la investigación judicial son fiel reflejo de un nihilismo radical que desconoce los sentimientos más elementales del ser humano. Es difícil no dejarse llevar por la indignación cuando se tiene noticia cierta de tales comportamientos, pero también es imprescindible promover un debate social sobre su significado. Si falla la perspectiva ética, caemos en el imperio de la brutalidad y de la violencia, en el que siempre resultan perjudicados los más débiles. Una falsa idea de la modernidad no puede justificar crímenes horrendos que culminan con un absoluto desprecio hacia la condición del hombre como sujeto moral, ya sea desde una postura religiosa o puramente humanitaria.

La justicia debe actuar con firmeza y eficacia para castigar ejemplarmente estas conductas delictivas pero, sobre todo, la gente de buena fe debe exigir que ninguna ideología social y política justifique en nombre de falacias intolerables que se produzca una degradación de tal calibre en la conciencia colectiva. El aborto, aún menos en esas condiciones, no es «progresista», ni «moderno», sino una conducta salvaje que debe ser extirpada de raíz. Es una exigencia de la civilización y una obligación hacia esos seres humanos indefensos que no sólo no llegan a nacer a la vida extrauterina, sino que son sacrificados de forma cruel. Habrá que seguir con atención la evolución del asunto en sede judicial para que no se olviden estos hechos indignantes.



EEM

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