Sin Vergüenza

¡Qué cochinero!

2008-02-15

Además, si se revisan los antecedentes de los nuevos consejeros, se perfila un nuevo IFE...

 

César Cansino, El Universal

 


Con este título, en estas mismas páginas, publiqué en 2003 un artículo acerca de la designación de los nuevos consejeros electorales del IFE. En aquella ocasión me pareció que nada calificaba mejor que esa frase el proceso de designación de Luis Carlos Ugalde y secuaces. Sostenía también que con esa designación nuestra joven democracia había sufrido un golpe fulminante, que quedaba mal parada, pisoteada por los propios actores políticos que deberían preservarla y apuntalarla, y que el IFE quedaba en entredicho por los propios personajes que al final ocuparían las sillas del Consejo General.

Cuatro años después no tengo más remedio que recurrir otra vez a este título para referirme al nuevo proceso de designación de consejeros y que ya arrojó los nombres de los primeros tres funcionarios electorales: Leonardo Valdés Zurita, como consejero presidente, Marco Antonio Baños y Benito Nacif. Con la diferencia de que ahora el desaguisado es peor que el de 2003 por la sencilla razón de que, en esta ocasión —presionados por la necesidad de volver a dotar de credibilidad al IFE, una vez que por su culpa prácticamente lo sepultan—, los partidos optaron por inventar un proceso aparentemente democrático de selección de consejeros que terminó revelándose como un burdo montaje para preservar sus intereses y seguir eligiendo mediante cuotas a los consejeros con los que mantienen más afinidades y vínculos políticos.


La designación ahora es más grave que hace cuatro años porque si antes era un descaro, ahora hubo de por medio una gran mentira a la sociedad, un engaño mayúsculo, una simulación que no hace sino mostrar el poco aprecio que nuestros representantes tienen por la ciudadanía: una masa sin rostro, ignorante y apática, que puede manipularse a conveniencia y sin ningún tipo de reparo. La simulación fue tan sucia que los propios partidos se encargaron de destapar la cochambre con sus declaraciones tan absurdas como contradictorias entre sí.


En lo personal, aunque con anticipación me deslindé públicamente del proceso de selección, me siento avergonzado por haber pensado en algún momento que dicho proceso podía ser, ahora sí, dadas las exigencias de la coyuntura, transparente e imparcial; consideración que me llevó a registrar mi candidatura y llegar hasta la lista final de los candidatos. Me llama la atención, por ejemplo, que en una de sus primeras declaraciones, el nuevo consejero presidente dijera que se entrevistó personalmente con los ocho líderes de las bancadas partidistas y con más de 200 diputados para promover su candidatura al IFE. Obviamente, la pasarela con los diputados estaba reservada a unos cuantos, a aquellos que mantenían vínculos directos con algún partido o estaban respaldados por un político importante, no para cualquier hijo de vecino. Pese a todo, todavía hace dos semanas exhortaba a los partidos a que "dejaran ir" al IFE, que en la designación prevalecieran más los perfiles independientes de los candidatos que los perfiles políticos. De nada sirvió. Al final, los partidos mayoritarios se repartieron los puestos con la cuchara grande.


Como resultado, el nuevo IFE seguirá siendo motivo de todo tipo de suspicacias, quedará expuesto al cuestionamiento y el escarnio público al igual que en las elecciones de 2006. Además, si se revisan los antecedentes de los nuevos consejeros, se perfila un nuevo IFE integrado por miembros dóciles, leales y afines ideológicamente a los partidos políticos.


Así, por ejemplo, Leonardo Valdés es un académico tan gris como su paso por diversos órganos electorales. Como investigador no ha producido nada relevante y como funcionario ha despertado enconos y ha dividido a sus colegas. Sus antecedentes lo ubican como un hombre de izquierda (militante del PMT y el Frente Democrático Nacional), pero ha sido también asesor del panista Felipe Calderón Hinojosa cuando era diputado y antes de Cuauhtémoc Cárdenas. En esta ocasión, llegó a la presidencia del IFE gracias al apoyo de Arturo Núñez, reconocido por sus vínculos con el poderoso senador priísta Manlio Fabio Beltrones. En fin, es la trayectoria típica de un tránsfuga, de un funcionario lo suficientemente hábil como para moverse con los vaivenes de la política. Benito Nacif, por su parte, más que una realidad, era una promesa de la academia (su obra se reduce a un par de trabajos de divulgación); llega muy inflado al Consejo pero también muy desprestigiado por sus vínculos cercanos y directos con Diódoro Carrasco, ex gobernador de Oaxaca y ahora diputado panista y, por si fuera poco, ¡presidente de la comisión que filtró los candidatos del IFE! Durante su entrevista en el proceso de selección quedó expuesto en sus inconsistencias y fue muy mal calificado, algo que al final no importó. Además, con su designación, se mantiene la costumbre de premiar a los grupos, camarillas o instituciones intelectuales o académicos —en este caso el CIDE— que tradicionalmente han monopolizado e intercambiado con las élites políticas cuotas de poder e influencia y se han repartido arbitrariamente puestos, cargos y privilegios. Finalmente, Marco Antonio Baños es simplemente un funcionario priísta. No navega con banderas de académico ni oculta sus vínculos con el PRI o con Beltrones. Pero de eso se trataba, ¿no? Más claro ni el agua.


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Director del Centro de Estudios de Política Comparada



LLG

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