Punto de Vista

Crisis financiera

2008-03-26

Antes de hablar de una crisis global habrá que ver si la tormenta bursátil de Estados...

Eugenio Anguiano, El Universal

 

 
Hace siete meses se intensificó la volatilidad en el mercado financiero de Wall Street, que ha contagiado a otros centros bursátiles estadounidenses y del mundo. Dicha volatilidad venía gestándose desde la década de los 80 por la expansión de los mercados de acciones y de bonos, a su vez impulsada por tres factores: persistente baja de las tasas de interés; nueva y revolucionaria tecnología de la información, y audaz reestructuración de las corporaciones privadas sobre la base de amplia disponibilidad de crédito.

La industria financiera aprovechó esos factores para inventar una gran variedad de "conductos" y de "vehículos especiales de inversión", que a los bancos de inversión y a otros financieros institucionales (fondos de pensión, sociedades mutuales, compañías de seguros y tesorerías corporativas) les permitieron colocar fondos propios y prestados en nuevas inversiones, apalancadas con hipotecas —de buen y de dudoso cobro— y con otros papeles bursátiles, sin que esas inversiones figuraran como "activos" en la contabilidad interna, sino manejándolos por fuera para evitar el control de las autoridades financieras.

Gracias a la tecnología de la información, los inversionistas pudieron diseñar derivados cada vez más complejos, dentro de los cuales se escondían activos vulnerables, como papel hipotecario de difícil recuperación. En palabras simples, convirtieron créditos en papel bursátil y lo jinetearon, convirtiéndolos en otras acciones y bonos, y extendieron créditos a más corporaciones. La masa de estos activos financieros es enorme; sólo en Estados Unidos pasó de representar poco más de 400% del PIB nacional en los 70 a más de 1000% en agosto de 2007.

El papel tradicional de los inversionistas e intermediarios financieros, de suscribir, administrar y comerciar derechos sobre flujos futuros de caja para toda la economía, se desbordó con la "bursatilización" de activos reales, de créditos y de valores chatarra; por cada dólar de la economía real se crearon hasta mil dólares de papel financiero.

Un simpatizante de esta burbuja especulativa fue Alan Greenspan, el segundo presidente de la junta de gobernadores de la Fed que más ha durado en el cargo, quien en 2005 se congratulaba de que "instrumentos financieros cada vez más complejos han contribuido al desarrollo de un sistema financiero más flexible, eficiente y resistente del que existía hace (apenas) un cuarto de siglo."

Efectivamente, el sistema se expandió alegremente y sobrevivió crisis como la de los bonos chatarra de fines de los 80, la asiática de 2007, el escándalo del fondo de inversión libre (hedge fund) llamado Long-Term Capital Management, la crisis bursátil de papel de alta tecnología, etcétera.

Pero la actual turbulencia es una crisis de liquidez que amenaza con convertirse en una de solvencia. Por eso la Fed y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos comenzaron a actuar desde agosto de 2007, a fin de inyectarle liquidez al sistema y evitar las quiebras bancarias, ello en contra del principio no hacer rescates financieros.

La Fed ha bajado la tasa de interés sobre préstamos federales interbancarios en seis ocasiones, hasta dejarla en 2.25%; por diversos mecanismos de operaciones de mercado abierto, en algunos de los cuales participaron el Banco Central Europeo y el de Suiza, ha metido miles de millones de dólares al mercado, y la semana pasada orquestó la compra del quinto mayor banco de inversión fundado en 1923, que sobrevivió el gran crack de 1929 sin despedir a un solo empleado. Esta institución fue comprada con apuntalamiento de la Fed por JP Morgan Chase, un congénere y rival, por 30 mil millones de dólares, para hacer frente a la corrida de inversionistas de Bear Stearns: un precio de remate (dos dólares por acción). Sus principales accionistas repudian legalmente la toma de la empresa y JP ha comenzado a renegociar, subiendo su oferta a 10 dólares por cada una de las acciones de Bear.

Antes de hablar de una crisis global habrá que ver si la tormenta bursátil de Estados Unidos se desplaza con igual, menor o mayor fuerza a otros centros capitalistas mundiales. Por lo pronto, las medidas de las autoridades estadounidenses marcan un cambio radical, de la complacencia y apego al libre mercado a una eventual reposición de medidas de control. Pero salvar a especuladores con dinero de los causantes tiene, o debiera tener, un costo para los primeros.


Profesor investigador de El Colegio de México



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