De Fábula

El silencio de Dios

2006-09-16

En silencio de Dios nos dice con amor: Confiad en Mi.

Confiad en Mi… ¡Sé bien lo que debo hacer! 

Cuenta una antigua leyenda noruega, acerca de un hombre llamado Haakon, quien siempre miraba una imagen  de Cristo crucificado. Esta cruz era muy antigua y a ella acudía la gente a orar con mucha devoción. Muchos acudían ahí  para  pedirle a Cristo algún milagro.

Un día Haakon quiso pedirle un favor. Lo impulsaba un sentimiento generoso, se arrodilló ante la cruz  y dijo: "Señor quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero  reemplazarte en la cruz". Y se quedo fijo con al mirada puesta en ella como esperando la respuesta.

El Señor abrió los labios y habló. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras:

-Siervo mío accedo a tu deseo, pero  ha de ser con una condición ".

-"¿Cuál Señor?", pregunto con acento suplicante Haakon. "¿Es una condición difícil? Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda. Señor", respondió el viejo.

-"Escucha… suceda lo que suceda y veas lo que veas has de guardar silencio siempre".

Haakon contestó: "Os lo prometo, Señor" Y se efectuó el cambio.

Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció a Haakon. Y este por largo tiempo cumplió el compromiso. A nadie dijo nada.

Pero un día llego un rico y, después de haber orado, dejó allí olvidada su cartera. Haakon lo vio y calló.

Tampoco dijo nada cuando un pobre, que vino dos horas después, se apropió  de la cartera del rico.

Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él poco después para pedirle su gracia antes de emprender su largo viaje.

Pero en ese momento volvió a entrar el rico en busca de su bolsa. Al no hallarla, pensó que el muchacho se la había apropiado.

El rico se volvió al joven y le dijo iracundo: "¡Dame la bolsa que me has robado".

El joven sorprendido, replicó: "¡No he robado ninguna bolsa!".

-"¡No mientas, devuélvemela enseguida!"

-"Le repito que no he cogido ninguna bolsa". Afirmaba el muchacho.

Y el rico arremetió, furioso contra el joven.

Sonó entonces una voz fuerte: "¡Detente!". El rico miró hacia arriba y vio que la imagen le hablaba.

Haakon que no pudo permanecer en silencio, gritó defendiendo al joven, e increpando  al rico por la mala acusación. Este quedo anonadado y salio de la ermita. El joven salió también porque tenía prisa para emprender su viaje.

Cuando la Cruz quedó a solas. Cristo se dirigió a su siervo y dijo:

-"Baja de la cruz. No sirves para ocupar mi puesto. No has sabido guardar silencio".

-"Pero Señor… -dijo Haakon- ¿cómo iba a permitir esa injusticia"?

Se cambiaron los oficios. Jesús ocupó la Cruz de nuevo y el ermitaño  se quedó ante la cruz.

El señor siguió hablando:

-"Tú no sabías que el rico le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven mujer. El pobre, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero e hizo bien en llevárselo…

En cuanto el muchacho que iba ser golpeado… Sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje realizar el viaje que para él  resultaría fatal. Ahora, hace unos minutos, acaba de zozobrar el barco en el que ha perdido la vida. Tú  no sabias nada. Yo sí. Por eso callo". Y el señor nuevamente guardo silencio.

Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué razón Dios no nos contesta… por qué razón se queda callado Dios? Muchos de nosotros quisiéramos que Él nos respondiera lo que deseamos oír, pero, Dios no es así.

Debemos aprender a escucharlo. Su divino silencio, son palabras destinadas a convencernos de que Él sabe lo que esta haciendo.

En silencio nos dice con amor: Confiad en Mi… ¡Sé bien lo que debo hacer!



JMRS
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