Salud

La lucha contra el sida sufre por el recorte de la ayuda de EU a África

2010-02-09

Irónicamente, esta medicina vital dificulta la transmisión del mensaje de...

Por Michael Allen / Dow Jones Newswires

KAMPALA, Uganda— Ninsiima Agatha, una mujer de 20 años madre de dos niñas, apareció el mes pasado en una clínica, débil, tosiendo, y desesperada por salvarse ella misma y sus dos hijas. Acababa de descubrir que su marido estaba infectado con el VIH, y ahora ella también tenía el virus. Si no conseguía pronto acceso a medicamentos vitales, podría transmitir fácilmente la enfermedad al bebé que estaba amamantando.

Pero el personal del Joint Clinical Research Centre tuvo que darle malas noticias. Incluso a pesar de que su marido, un vendedor de ropa con novia aparte, ya estaba recibiendo en otro centro el llamado cóctel de fármacos contra el sida, no habría ninguno para ella. La clínica ya había llenado su cuota total de pacientes bajo contrato con el gobierno estadounidense. Agatha, postrada en una cama de hospital con un bebé y un niño, apenas podía moverse. "Me siendo desesperada", dijo.

Siete años después de que EU lanzara su reconocido programa contra el sida en los países en desarrollo, la batalla está llegando a un punto crucial. El crecimiento del financiamiento de EU —país responsable de casi la mitad de la ayuda mundial contra la enfermedad— ha menguado drásticamente. Al mismo tiempo, el número de personas que necesitan tratamiento se ha disparado.

Y recientemente, la campaña mundial para prevenir nuevas infecciones ha sufrido varios reveses. En Uganda, un país del este de África considerado en una ocasión como un ejemplo en la lucha contra el sida, la tasa de VIH en la población ha comenzado a subir de nuevo tras un largo declive.

"Personalmente temo que Uganda mostró el camino sobre cómo combatir de la mejor manera la enfermedad y ahora corre peligro de enseñar cómo perder la lucha", afirma el Dr. David Serwadda, un catedrático de la Escuela de Sanidad Pública de la Universidad Makerere en Kampala y pionero en la investigación de los orígenes de la epidemia del sida.

La preocupación más acuciante es conseguir las vitales drogas a quienes las necesitan. Bajo la administración de George W. Bush, el Plan de Emergencia para el Alivio del Sida (Pepfar por sus siglas en inglés) del presidente fijó ambiciosos objetivos para que la gente con VIH —el virus que causa el sida— recibiera terapia con medicamentos, un programa en el que habían participado 2,4 millones de personas para finales del año pasado. La administración Obama, que planea expandir internacionalmente los tratamientos del sida al menos a cuatro millones de personas para 2013, ha presentado sin embargo presupuestos prácticamente sin cambios hasta el año fiscal 2011. Las voces críticas al gobierno cuestionan si el menor ritmo de gastos significa que la administración no planea usar la totalidad de los US$48,000 millones autorizados por el Congreso para 2013.

Eric Goosby, el coordinador de la lucha contra el sida de Obama, dijo que el presidente está comprometido a la causa a pesar del declive económico mundial, añadiendo que EU no tiene intención de rechazar a nadie que necesite tratamiento. "Nuestro compromiso con la cobertura universal no ha flaqueado".

El desafío es enorme. Unos 33,4 millones de personas en el mundo tienen VIH, y bajo las nuevas directivas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el número de personas que califican para tratamiento ha crecido a 14 millones, opacando a los cuatro millones que reciben cuidados en la actualidad. Otros 2,7 millones de personas contraen el virus cada año. Quienes no fallecen necesitarán tomar los medicamentos antirretrovirales, una combinación de fármacos que ayudan al cuerpo a suprimir la enfermedad y que se debe toma a diario durante toda la vida. La terapia, que no cura el sida pero permite a la gente con VIH vivir vidas normales, significa que el número de personas que necesitarán drogas continuará creciendo.

Irónicamente, esta medicina vital dificulta la transmisión del mensaje de prevención. Este hecho es obvio en Uganda, líder en una ocasión de la prevención de la expansión del VIH.

En los años 80, mucho antes de la llegada de los grupos de ayuda extranjeros, el presidente Yoweri Museveni se dio cuenta de la gravedad de la enfermedad, y asumió personalmente la misión de movilizar el país. En aquel entonces, no existía ningún tratamiento para el sida, que en su auge infectó a uno de cada cinco ugandeses adultos.

El mensaje del gobierno ugandés fue simple, emitiendo incesantemente en la radio con el sonido de tambores de fondo: el sida mata. En 1988, la estrella local de la música Philly Lutaaya anunció que tenía sida y pasó los últimos días de su vida, débil y con llagas, visitando el país para aumentar la concienciación entre la población.

El único escape, decía el mensaje del gobierno, era practicar la abstinencia hasta el matrimonio y ser fiel tras la boda —y si todo esto fallaba, usar preservativos. A la larga, el sida se redujo a alrededor del 6% de la población adulta.

Pero con el tiempo, admiten los ugandeses, bajaron la guardia. Algunos afirman que era normal que el presidente Museveni declarara misión cumplida y pasara a otros asuntos apremiantes. Otros dicen que las batallas ideológicas en Washington también influyeron. Los congresistas estadounidenses discutieron sobre cuánto del creciente presupuesto contra el sida se debería destinar a predicar la abstinencia y la fidelidad y cuánto al uso de condones.

Pero la mayor distracción fue probablemente la repentina avalancha de fármacos vitales a partir de 2005. El miedo al VIH se disipó a medida que los recuerdos de la enfermedad se desvanecían. Poco a poco, la gente empezó a incrementar de nuevo el número de compañeros sexuales.

"La gente cree que cuando reciben [antirretrovirales] se curan del VIH", dice Joseph Lubega, un ingeniero eléctrico de 30 años que se ha convertido en activista. Su pequeña oficina está llena de decenas de miles de condones gratuitos que no son reclamados. "La gente no está usando condones de la manera que solía hacerlo".

El resultado: las nuevas infecciones comenzaron a subir de nuevo, a unos 135,000 anuales, y la tasa de presencia de la enfermedad se acercó al 7%.

La creciente tasa de infección está siendo una carga onerosa para los proveedores de cuidados de salud como JCRC, uno de las mejores instituciones de investigación y cuidados del país. Una de las primeras receptoras del dinero del Pepfar, JCRC llegó a registrar a 32,000 infectados de VIH, llegando al límite de su contrato incluso durante la administración Bush. En su campus se han levantado tiendas para albergar el exceso de pacientes, y ahora atiende a 300 personas cada día, además de rechazar nuevas admisiones.

"El dilema es que hicimos una promesa a los pacientes —si vienen aquí para que les tratemos del VIH, les dijimos que si calificaban, recibirían tratamiento—", afirma la doctora Fiona Kalinda, la directora clínica del centro. "Ahora les tenemos que decir que se vayan a otro sitio".

En el caso de Ninsiima Agatha, rechazada el mes pasado por JCRC, ninguna otra clínica la admitió. Y las noticias empeoraron.

El doctor Peter Mugyenyi, fundador de JCRC, dice que acaba de enterarse que la hija mayor de Agatha, Natero Mariam, de 18 meses, falleció el 7 de enero de sida, a pesar de recibir fármacos financiados por la Fundación Clinton. Haciendo caso omiso a las instrucciones de EU de no aceptar nuevas admisiones, el doctor Mugyenyi dice que ha decidido comenzar a suministrar medicamentos a la madre para que su otra hija, una bebé de dos meses llamada Anisha Nabuuma, no contraiga el VIH a través de la leche materna.

En teoría, el gobierno ugandés terminará asumiendo el control del tratamiento, a medida que más doctores y enfermeras reciben entrenamiento bajo programas patrocinados por EU Pero ese día tardará en llegar. El año pasado, EU proporcionó US$285 millones a la prevención y tratamiento del VIH/sida en Uganda, alrededor del 70% del presupuesto del país.



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