Reportajes

Las violaciones, el drama de las "mujeres rotas", en Camboya

2010-03-08

Jordi Calvet/EFE

Phnom Penh.- Las violaciones, particularmente de adolescentes desamparadas, son un delito impune y un drama que se repite casi a diario en Camboya, según denuncias que coinciden con la conmemoración hoy del Día de la Mujer Trabajadora.

Una adolescente de 12 años que el día anterior volvió a ser violada por tercera vez por su padrastro acaba de entrar en el centro de acogida de Banteay Srei acompañada de su madre, quien ha decidido denunciar al marido porque "es una mala persona".

La niña se sobresalta cada vez que un hombre pasa por delante de la puerta mientras recibe atención médica y su madre escucha las implicaciones legales.

"Tenemos entre ocho y diez casos cada mes", comenta Sun Maly, coordinadora de Banteay Srei (Fortaleza de la Mujer) de Battambang, una provincia del noroeste de Camboya y donde se registran más agresiones a las mujeres.

"Las violaciones suelen suceder en zonas rurales remotas. Allí las casas no tienen privacidad, todo el mundo duerme junto", apunta Maly.

La experta añade que casi todas las víctimas son niñas de unos 13 años porque es una edad en la que se pueden quedar solas atendiendo la casa mientras sus madres trabajan fuera, algunas incluso pasan toda la semana en Tailandia.

Banteay Srei acogió a 71 mujeres en 2009 y durante el primer mes de este año tuvo 11 casos más.

"Un menor nunca se atreverá a discutir o contradecir a un adulto de manera que si alguien le dice a una niña que vaya con él, ella no intentará negarse aunque tenga miedo", explica Maly.

Dos recientes informes coinciden en denunciar el auge de las violaciones en Camboya y narran que los agresores habituales son padres, padrastros, cuñados, tíos, primos, hermanastros o vecinos.

ECPAT (End Child Prostitution, Abuse and Trafficking) tiene datos de 332 casos y 337 víctimas, de las cuales 204 son menores de edad, en 2009, un 16,7 por ciento más que el año anterior.

La organización de derechos humanos Adhoc contabilizó 460 incidentes, de los cuales el 75 por ciento afectaría a menores.

El problema, según la ministra camboyana de Asuntos de la Mujer, Ing Kantha Phavi, radica en el incremento del consumo del alcohol y la pornografía.

Los tribunales de justicia no acostumbran a procesar estas agresiones ya sea porque las mujeres no pueden costear el litigio, porque el agresor amenaza a las víctimas o llegan a un acuerdo de compensación o por la endémica corrupción.

"La cultura de la impunidad hace que los agresores no tengan miedo de cometer violaciones", asegura el estudio de Adhoc, y añade que sólo el uno por ciento de los violadores acaba entre rejas en Camboya.

Amnistía Internacional también condena la indefensión que sufren las mujeres violadas en Camboya por la corrupción de la Policía y los tribunales, mientras sus agresores salen sin castigo a pesar de que la ley prevé penas de hasta 20 años de cárcel para este delito.

Hace dos meses, un guardia abusó de una adolescente en un karaoke de Phnom Penh y toda su pena fue una "amonestación administrativa" porque, según explicó un mando del cuerpo, "no puede considerarse violación cuando la víctima no era virgen".

A la agresión y el temor de convivir con sus agresores, las víctimas deben sobrellevar el peso añadido del estigma social.

"Un padre no dejó a sus hijos jugar con una niña que había sido violada", cuenta Maly sobre las vejaciones que sufren las víctimas.

En Camboya, las jóvenes violadas y las prostitutas reciben el mismo apelativo social: "mujer rota".



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