Internacional - Población

Angustia, indignación y esperanza entre familias de mineros atrapados

2010-08-07

A unos pocos metros de ahí, las autoridades han instalado carpas para alojar a las familias...

Gerard Soler

Copiapó (Chile),  (EFE).- Los familiares de los 34 mineros atrapados desde el jueves en el yacimiento San José, en el norte de Chile, aguardan en los aledaños de la mina con una mezcla de angustia, indignación y esperanza, mientras sigue la batalla contra el tiempo para sacarlos con vida.

La entrada al yacimiento, propiedad de la minera San Esteban, se encuentra fuertemente custodiada por carabineros y trabajadores para evitar que alguien interrumpa las labores de rescate.

A unos pocos metros de ahí, las autoridades han instalado carpas para alojar a las familias de los trabajadores atrapados, a las que han proporcionado mantas, abrigos y comida caliente para hacer más llevadera la fría noche en el desierto chileno.

Con rostros abatidos por la tensión, aseguran que no se van a mover del lugar hasta que recuperen a sus seres queridos.

Jessica Salgado, esposa del minero Alex Vega, de 31 años, atrapado en el yacimiento, se queja de la poca información que les ha proporcionado la compañía. "Yo me quedo hasta que mi marido salga. Tenemos mucha angustia, mucho dolor, y ganas de esperar y que todo salga bien", dijo a Efe la mujer.

Éste no es el primer accidente que ocurre en esta explotación, situada a 45 kilómetros al noreste de la ciudad de Copiapó, en pleno desierto de Atacama. Jessica explica que hace sólo un par de semanas otro trabajador perdió una pierna al quedar atrapado bajo una roca.

La esposa del trabajador no oculta su enojo con la minera San Esteban, a la que acusa de reportar muy tarde a las autoridades lo sucedido.

"Se supone que pasó a las dos (18.00 GMT del jueves) y nos enteramos a las ocho, y gracias a un primo que lo escuchó por la radio. La empresa no avisó y eso es una negligencia, porque se perdieron horas", manifestó indignada.

Los equipos de rescate albergan la esperanza de que los trabajadores hayan accedido hasta un refugio situado a unos cien metros del derrumbe, hacia el interior, donde hay víveres, ropa de abrigo y oxígeno para aguantar hasta 72 horas.

Sin embargo, los familiares que aguardan en el improvisado campamento temen que la situación se vuelva más dramática una vez que hayan transcurrido 48 horas.

Leonilda Varas tiene dentro del yacimiento a su hermano, su primo y su cuñado -mineros de entre 29 y 42 años- y confiesa que sólo le queda "tener fe", al tiempo que denuncia los problemas de seguridad del yacimiento.

"Siempre hubo problemas de seguridad, lo sabíamos, pero no nos imaginábamos algo así", explicó a Efe.

En medio del desánimo y el pesimismo, un grupo de diez psicólogas y asistentes sociales prestan apoyo a los familiares de las víctimas.

Una de estas profesionales, Elisabeth Suárez, indicó a Efe que tras el fuerte impacto inicial, los familiares intentaban recobrar la serenidad la noche de este viernes.

"En este momento la gente está más tranquila, pero el primer equipo que los atendió se encontró con una situación de gran angustia, incluso hubo algunas crisis de pánico", explicó.

"El plan de trabajo es acercarnos a las personas que están en una situación más crítica, apoyarlas y alejarlas del grupo, para evitar que contagien los nervios a las demás", reconoce esta psicóloga, quien teme que a medida que transcurran las horas, si no hay buenas noticias, crezca la tensión y la ansiedad entre los familiares.



iliana
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