Internacional - Población

Campamento Esperanza vacío pero sin desmantelar a espera de mineros

2010-10-14

La mina San José, ubicada 800 km al norte de Santiago, en donde hasta el 5 de agosto por la...

Por Moisés Ávila Roldán, AFP 

MINA SAN JOSÉ 2010 - El Campamento Esperanza, donde los familiares esperaron casi 70 días la salida de sus 33 hombres, va quedando vacío tras el rescate de los mineros el miércoles, pero no se ha desmantelado porque los rescatados quieren visitarlo el fin de semana.

Esta especie de pequeño pueblo que brotó entre los residuos de roca de la faena minera que rodea el perímetro de la mina San José y que llegó a albergar unas 3.000 personas, empezó a achicarse el jueves, cuando cientos de periodistas con tiendas de campaña y casas rodantes emprendieron retorno a casa.

No obstante, las familias de los mineros, además de cumplir con la promesa de que nadie abandonaría el campamento hasta que saliera el último de los 33 atrapados, decidieron prolongar su estadía en este lugar, emplazado en pleno desierto de Atacama, por unos días más.

"Estábamos guardando todo para regresar a nuestra ciudad, porque vivimos lejos. Pero nuestros mineros dijeron que querían venir para acá el domingo, y conocer cómo los apoyamos y cómo vivíamos. Así que, si hemos pasado 70 días acá, podemos quedarnos tres días más para esperarlos como se merecen", dice a la AFP María Segovia, hermana del minero Darío Segovia.

María, denominada por los demás familiares como la alcaldesa del campamento Esperanza, recuerda que todas las familias han cumplido su promesa de quedarse hasta el final. "Prometimos no irnos hasta que saliera el último minero. Porque es fácil que salga el familiar de uno e irse, pero no, aquí hay amor y hay amistad. Entonces ahora nos quedamos tres días más", precisa.

"Nuestros mineros están pidiendo venir a conocer el lugar en donde se concentró todo el apoyo familiar. Vienen el domingo, ojalá pudieran venir los 33 porque hay uno delicado", comenta Miguel Valenzuela, cuñado del minero Jorge Galleguillos.

El resto de carpas de familias, ahora vacías, es azotada por el viento.

El más delicado de los 33 es el minero Mario Gómez, a quien se le detectó una neumonía, que se complicó con la silicosis que padece. No obstante, los médicos del hospital de Copiapó, en donde los mineros fueron internados, aseguraron que Gómez evoluciona favorablemente.

En uno de los cerros que rodea la mina, todavía flamean las 33 banderas -32 chilenas y 1 boliviana- en homenaje a cada uno de ellos, y que fueron colocadas por las familias cuando se inició su búsqueda y aún no se conocía si estaban vivos o muertos. Durante las labores de rescate se sumaron a ese cerro, banderas de Argentina, Canadá, Colombia, España, Estados Unidos, México y Palestina.

Aún retumba entre los cerros el sonido de los generadores eléctricos instalados por las municipalidades, y el comedor sigue abierto, con los voluntarios de siempre, aunque la tensión y la adrenalina se van diluyendo.

Mientras tanto, quienes se van yendo buscan llevarse algún recuerdo de la zona: toman las rocas del desmonte y las azotan contra el suelo, buscando dentro de ellas trozos de cuarzo y, si tienen suerte, hasta trazas de oro.

La mina San José, ubicada 800 km al norte de Santiago, en donde hasta el 5 de agosto por la mañana se extraía oro y cobre, todavía guarda rico mineral en sus entrañas, aunque ya no seres humanos.



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