Reportajes
En la cultura del 'Me gusta', su opinión es moldeada por la de otros
Por NEIL STRAUSS, Dow Jones Newswires
Había una vez algo llamado punto de vista. Y luego, con el tiempo y tras muchos conflictos, se hizo común en algunas partes del mundo que la gente tuviera derecho a sostener sus propios puntos de vista.
Lamentablemente, esta idea se está convirtiendo en un anacronismo. Cuando el público comenzó a usar Internet, la red fue celebrada como la liberación de la conformidad, un mundo flotante gobernado por la pasión, la creatividad, la innovación y la libertad de información. Cuando fue raptada por la publicidad y luego por el comercio, pareció que había sido cooptada por completo y ajustada a la codicia y la ambición humanas.
Pero había otro elemento de la naturaleza humana que Internet aún necesitaba conquistar: la necesidad de pertenecer. El botón de "Me gusta" nació en el sitio web FriendFeed en 2007, apareció en Facebook en 2009 y el año pasado comenzó a extenderse a todos lados, desde YouTube y Amazon a los mayores sitios de noticias. Como resultado, ahora podemos buscar en Internet no sólo información y productos, sino también aprobación.
De la misma forma en que los comediantes se entrenan para ser graciosos al observar cuáles de sus chistes y expresiones causan risas, nuestros pensamientos en línea son moldeados por estos botones para responder a la opinión popular. Una actualización de estatus que no recibe ningún "me gusta" (o un tweet que no es retuiteado) se convierte en el equivalente de un chiste que causa silencio. Debe ser repensado y reescrito. Y entonces no mostramos quiénes somos en verdad en línea, sino una máscara designada para responder a las opiniones de quienes nos rodean.
A la inversa, cuando miramos el contenido de otra persona ya sea un video o un artículo noticioso podemos ver primero a cuánta gente le gustó y, a menudo, si a nuestros amigos les gustó. Y entonces somos alentados no a formar nuestra propia opinión sino a que otros guíen lo que sentimos.
La cultura del "Me gusta" choca contra el concepto de la autoestima, que un individuo saludable debería desarrollar desde su interior y no desde el exterior. En cambio, adquirimos la forma que nos dan nuestras estadísticas, los "Me gusta" y comentarios que generamos y el número de amigos o seguidores que tenemos.
Debido a que es tan fácil medicar nuestra necesidad de autoestima al complacer a los demás, los medios sociales se han convertido en el oficio favorito de mucha gente que podría canalizar esa energía en libros, música o arte, o incluso en sus propias iniciativas en la web.
El psicoanalista Erich Fromm escribió de forma visionaria hace 60 años que el hombre ha "construido una complicada máquina social para administrar la máquina técnica que construyó".
Así que revelémonos contra la tiranía del botón de "Me gusta". Comparta lo que lo diferencie de los demás, no lo que lo haga exactamente igual. Escriba sobre lo que sea importante para usted, no lo que crea que los demás quieren escuchar. Forme sus propias opiniones de algo que esté leyendo, en lugar de mirar las opiniones de los demás en busca de pistas de qué pensar. Y, a no ser que crea que el microblogueo es su forma de arte, comience a concentrarse en sus verdaderas pasiones.
EEM