Reportajes

Al sonar de cacerolas, protesta nocturna parece una fiesta

2011-08-24

Parece una fiesta pero es la protesta que miles de personas hacían este martes en la noche...

Por Paulina Abramovich, AFP

SANTIAGO - Varios niños juegan a la pelota mientras sus padres golpean con fuerza cacerolas en la bohemia plaza Ñuñoa de la capital chilena. Llevan sartenes, silbatos, ollas, cualquier objeto para a hacer ruido y bailar. Parece una fiesta pero es la protesta que miles de personas hacían este martes en la noche en apoyo a las manifestaciones estudiantiles.

Familias completas, ancianos y jóvenes se han reunido ya por varias noches de forma espontánea para conversar, reír y discutir al incesante ritmo del sonar de las cacerolas, reeditando una protesta popular típica de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

Si antes protestaban por acabar con la dictadura, ahora los convoca apoyar el reclamo por una educación gratuita y de calidad que ha motivado masivas manifestaciones en los últimos meses en Chile, un país que cuenta con un sistema educativo muy segregado.

Es la clase media -que habita mayoritariamente en el barrio de Ñuñoa, ubicado en el oriente de Santiago- la que más se ha apropiado de este reclamo porque son sus hijos los que se endeudan para pagar los altísimos aranceles de las universidades chilenas, donde no hay posibilidades de estudiar gratis.

Esto los ha motivado a salir nuevamente a las calles y copar espacios como la plaza Ñuñoa, un tradicional centro bohemio de Santiago, donde se mezclan pintorescos restaurantes, bares y salas de teatro y de conciertos, que siguen funcionando a pesar de las ruidosas 'caceroleadas' de los últimos días.

Al caer la noche, en vísperas de una huelga general de trabajadores del Estado, todo sirve para meter ruido. A las cacerolas se suman el retumbar de tambores y de los botes metálicos de basura, que son golpeados con piedras y palos.

Los conductores desde los autos o los buses hacen sonar las bocinas para señalar que están de acuerdo.

"Vamos, vamos... todos juntos", grita con sus brazos en alto Delma, una profesora jubilada que aviva el paso de vehículos.

"Vine hasta aquí para ver si algo se arregla" la educación, cuenta Delma a la AFP sobre sus motivaciones para sumarse a la protesta de esta noche que reúne a más de un millar de personas.

A su lado, Mariana, una joven madre, participa junto a su pequeño hijo Martín. Los dos hacen sonar unos pequeños sartenes rojos.

"Me encanta esto. Me emociona; se me pone la piel de gallina", señala Mariana mientras mira como su pequeño hijo corre a jugar sobre el césped junto a otros niños.

En un árbol otra mujer cuelga un cartel: "Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos".

Ya en días pasados, durante la más reciente marcha de los estudiantes, decenas de personas aparecieron espontáneamente en sus balcones para apoyar con el ruidos de sus cacerolas a los estudiantes.

El cacerolazo es una forma de protesta muy chilena, que luego se extendió a Uruguay y Argentina, más tarde a otros países como Venezuela y el año pasado a España.

En su origen, al comienzo de la década de los 70, lo usaron las mujeres de la clase alta chilena para expresarle al régimen marxista de Salvador Allende que no tenían alimentos para poner en la olla.

Pero cuando Allende fue derrocado en un golpe de Estado por Pinochet, el cacerolazo se trasladó a los barrios pobres.

Los chilenos no olvidan el efecto que tuvo esta forma de protesta en la era Pinochet, cuando no podían reunirse para expresar su repudio a la dictadura, y lograban hacerse sentir a través del ruido metálico de sus enseres de cocina.

Y fue el cacerolazo contra Pinochet el que quedó en la conciencia colectiva.

La protesta en Ñuñoa sigue con su ruido. Todo sucede en medio del jolgorio hasta que un grupo de estudiantes intenta avanzar por una avenida para protestar. La Policía detiene su avance con chorros de agua y gas lacrimógeno.

De pronto la gente regresa a casa con sus cacerolas. Por hoy se termina la fiesta.



EEM
Utilidades Para Usted de El Periódico de México