Reportajes

Una prometedora herramienta genética contra la malaria

2012-04-18

La idea del excientífico Luke Alphey, era liberar a los machos modificados y dejar que se...

Por MATT RIDLEY, WSJ

El 25 de abril es el Día Mundial de la Malaria, designado para llamar la atención sobre la mayor causa infecciosa de muerte del planeta. En general, las noticias son buenas. La malaria, que es transmitida por el mosquito Anófeles, ha registrado un retroceso rápido. En la última década, las muertes se han reducido en un tercio en África y la infección ha desaparecido en gran parte del mundo.

Sin embargo, como ocurre a menudo en la batalla contra las enfermedades, la evolución ayuda al enemigo. La presión sobre los agentes patógenos para desarrollar resistencia a nuevos medicamentos es enorme. En las últimas semanas, la aparición en la frontera entre Tailandia y Myanmar de una variedad de malaria resistente a la artemisina, un fármaco de origen vegetal, ha dado lugar a titulares pesimistas y hace recordar el revés causado por la resistencia a la cloroquina, que comenzó en la década de los años 50.

Por esta razón, la prevención funciona en general mejor que una cura en la erradicación de las enfermedades infecciosas: la vacuna terminó con la viruela, el agua limpia y potable combate el cólera, un menor hacinamiento frena la tuberculosis y la protección contra los mosquitos derrota a la malaria. La buena prevención evita el comienzo de una mala evolución. La buena noticia es que una nueva arma en la lucha contra los mosquitos da la vuelta ingeniosamente al juego de la evolución.

El mosquito Aedes aegypti vive casi exclusivamente en asentamientos humanos, criándose en pequeños estanques dentro de objetos abandonados, como llantas y cáscaras de cocos. El dengue, que el mosquito transporta, infecta en la actualidad al menos a 50 millones de personas al año y sigue en aumento. Tanto el Aedes como el dengue han evolucionado para explotar densos asentamientos urbanos.

Sin embargo, esto también hace al mosquito vulnerable a una nueva técnica de control desarrollada por un excientífico de la Universidad de Oxford llamado Luke Alphey. El investigador modificó genéticamente los mosquitos, de manera que no produjeran descendencia viable a menos que se le suministrara un suplemento dietético. Su idea era liberar a los machos modificados (sólo las hembras pican a los humanos) y dejar que se aparearan con las hembras silvestres, cuyas crías luego morirían. También puede hacer hembras genéticamente modificadas que no pueden volar o que están destinadas a morir jóvenes.

Una técnica similar erradicó un gusano (cuyo nombre científico es Cochliomyia hominivorax) que afectaba el ganado de América del Norte y Central. Los rayos gamma volvieron estériles a los machos pero no afectaron su capacidad de aparearse, y dado que las hembras sólo se aparean una vez, condujo a una epidemia de infertilidad en los gusanos silvestres. La belleza de esta técnica es que genera todo lo contrario de los rendimientos decrecientes: cuanto más rara se vuelve una plaga, más probable es que los machos liberados se apareen con las hembras que quedan.

Sin embargo, los rayos gamma dañan demasiado a los insectos, por lo que era necesaria una forma de esterilización más sutil basada en la genética. En este frente ingresa el doctor Alphey y su empresa Oxitec, que el año pasado anunció los resultados de una prueba de su técnica, mostrando que los mosquitos Aedes machos de hecho tuvieron éxito en el apareamiento con las hembras silvestres. Para el futuro se planean otras pruebas en el estado de Florida, antes de pasar a las grandes ciudades.

Como era de esperar, las modificaciones genéticas han dado lugar a objeciones por parte de grupos de presión occidentales, mostrando su tendencia ya habitual a elevar sus principios teóricos por encima de la lucha contra el sufrimiento humano. Sin embargo, la gran ventaja del enfoque de Alphey, en contraste con la técnica de rociar con insecticida las zonas afectadas con el dengue, es que es una herramienta que apunta a una peste específica. Ningún otro insecto es perjudicado.

Funciona mejor para un mosquito como el Aedes que se reproduce en números modestos y sólo cerca de desperdicios humanos. Los mosquitos Culex, que también se reproducen en zanjas, sistemas de alcantarillado y hábitats rurales y son responsables de enfermedades como la fiebre del Nilo, pueden estar muy propagado como para ser controlado de esta forma. Pero hay otro fastidioso género de insectos que prefiere pequeños estanques próximos a asentamientos humanos y que también podría ser vulnerable a una campaña de esterilización genética: el Anófeles, portador de la malaria. Con esta técnica, la eventual erradicación en el planeta de esta enfermedad está lejos de ser un sueño imposible.



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