Migración

El cierre de un refugio cerca de DF deja a la deriva a cientos de migrantes

2012-07-12

Con la mochila al hombro, otros piden dinero en carreteras o el mercado local esperando que caiga...

Leticia Pineda / AFP

Cientos de migrantes que llegan diariamente de manera clandestina a la periferia de la capital mexicana en un tren de carga conocido como 'La Bestia', quedaron a la deriva con el cierre esta semana de un albergue donde comían y dormían por conflictos con los vecinos del lugar.

"Simplemente nos dijeron que estaba cerrado y que no podíamos entrar y todos se refugiaron debajo de los puentes o aquí en la vía", dijo a la AFP Jesús Díaz, un guatemalteco de 28 años.

Este hombre, que permaneció un mes en la Casa del Migrante San Juan Diego de la Iglesia católica con un brazo fracturado por un accidente en el tren, tuvo que salir a buscar comida e ir a dormir en la calle, mientras retoma su camino hacia Los Ángeles, California, su destino final.

En una polvorienta brecha paralela a las vías del tren, Díaz espera junto con un grupo de unos 20 migrantes poder trepar al tren burlando a los vigilantes privados de la empresa ferroviaria y a los policías municipales que rondan el lugar.

Con la mochila al hombro, otros piden dinero en carreteras o el mercado local esperando que caiga la noche para partir.

"Dejan mucha basura aquí afuera, se duermen en la calle, se orinan en nuestras puertas, se han metido a mi casa y también se drogan con cigarros de marihuana", se quejó por su lado Cristina Méndez, una ama de casa de 21 años que vive junto al albergue y en cuya puerta cuelga un letrero que dice: "Los vecinos exigen el cierre de la casa del migrante".

"Estamos en pláticas (tanto) con el gobierno municipal como con el gobierno estatal" para abrir el albergue en otro lugar de la zona, dijo por su lado a la AFP el padre Christian Alexander Rojas, director del refugio.

La casa del migrante, que diariamente recibía a unos 180 indocumentados, está ubicada en una zona industrial del área metropolitana de Ciudad de México trazada de manera irregular y que ha crecido caóticamente a lo largo de la vía del tren.

Un guatemalteco de 19 años fue asesinado en agosto de 2011, presuntamente lapidado en los alrededores de este refugio, por personas que lo acusaron de haberles robado, en un crimen en el que estuvieron involucrados policías municipales.

El fin de semana pasado, el obispo Guillermo Ortiz ordenó el cierre del albergue, uno de los 50 que integran la red que la Iglesia católica tiene a lo largo del territorio mexicano.

Ésta decisión provocó las críticas de los sacerdotes que están a cargo de estos refugios, especialmente del padre Alejandro Solalinde, un conocido defensor de los derechos de los migrantes amenazado de muerte por integrantes del crimen organizado que secuestran y trafican con éstos. El obispo tiene "una casa, una cama y una sopa caliente", cuando debería "estar vestido en ropa de campaña" atendiendo a los más desprotegidos, que son los migrantes, dijo Solalinde.

"Hay una preocupación porque la casa de migrante es pequeña y el flujo era cada vez más amplio, (...) los alimentos, los servicios, el agua eran insuficientes", sostuvo por su lado Juan Manuel Torres, visitador General de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México, en cuyo territorio está el albergue.

Dos patrullas de la policía municipal vigilaban el refugio para impedir el ingreso de los migrantes, mientras un grupo de trabajadores sacaba el miércoles camas, muebles, cajas de comida y enseres de limpieza del local, de unos 12 metros por 15 metros, ahora completamente vacío.

En la pared sólo quedaron olvidados dos mapas de México en los que aparecen marcadas con plumón las rutas que siguen los migrantes para llegar a diferentes puntos de la frontera con Estados Unidos, la distancia que hay entre las paradas del tren y los horarios en que usualmente pasa.

De acuerdo con las cifras de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, 120.000 migrantes, principalmente de Centroamérica, transitan por México para tratar de llegar a Estados Unidos, pero según algunas ONG, la cifra puede ser de más de 400.000.

En su ruta están expuestos a las amenazas de los grupos del crimen organizado, que los secuestran para extorsionar a sus familias o los matan.



KC
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