Reportajes

El arma secreta de Colombia en las conversaciones con las Farc

2012-10-18

Por JOSÉ DE CÓRDOBA, WSJ

BOGOTÁ—Cuando los curtidos rebeldes se encuentren esta semana cara a cara con los negociadores colombianos en Oslo y La Habana para delinear un acuerdo de paz, deberán medir su ingenio con Sergio Jaramillo, un académico políglota de griego clásico convertido en experto de seguridad.

Jaramillo, de 45 años, encabezó el equipo colombiano que negoció secretamente este año con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, o Farc, el mayor y más antiguo grupo rebelde de América Latina, en un refugio de La Habana. Luego de siete meses, ambas partes acordaron un plan para la paz, que fue anunciado en septiembre.

Las conversaciones arrancan en Oslo y siguen en La Habana.

"Soy optimista", afirmó Jaramillo, el Alto Comisionado de Colombia para la Paz, en una entrevista reciente. "Este es un escenario nuevo para las Farc, que nunca antes estuvieron dispuestas a dejar las armas".

El proceso busca terminar con medio siglo de conflicto y transformar la economía colombiana, la política de la región y el negocio de la cocaína.

El conflicto a menudo se trasladó más allá de las fronteras colombianas y afectó las relaciones con los vecinos Venezuela y Ecuador, países a los que Bogotá acusó de respaldar las guerrillas. La paz podría alterar la dinámica del comercio de drogas, ya que un tratado impactaría la estrecha relación que las Farc mantienen con el negocio de la cocaína.

Un "dividendo de paz" también podría impulsar el crecimiento de Colombia en 2% al año, afirman funcionarios.

La paz podría sellar un lugar en la historia colombiana para el presidente Juan Manuel Santos, un ex ministro de Defensa al que Jaramillo reconoce como "la fuente de inspiración y cerebro detrás de este acuerdo". Santos busca un segundo mandato y apostó su futuro político a lograr la paz.

La hoja de ruta de cinco puntos incluye un amplio plan de desarrollo rural para generar empleos para campesinos —los principales reclutas de las Farc—, un lugar para las guerrillas en el proceso político colombiano, un fin al lucrativo comercio de drogas de las Farc, indemnizaciones para las víctimas y finalmente un alto al fuego.

Los rebeldes se enfrentarán a Jaramillo, un académico con aire de profesor distraído, pero cuyos colegas afirman tiene una determinación de acero para alcanzar una paz duradera.

"Es nuestra arma secreta", afirmó Enrique Santos, el hermano mayor del presidente y asesor del grupo de negociaciones, que es encabezado por un ex vicepresidente, Humberto de la Calle.

Las conversaciones secretas este año pueden ser vistas como precursoras de las próximas rondas, que podrían durar meses. Los primeros encuentros sentaron a la mesa durante varios días seguidos a cinco negociadores del gobierno colombiano y cinco guerrilleros, junto a dos testigos cubanos y dos noruegos como garantes.

Jaramillo fue un negociador intenso, indicaron sus colegas. Una vez, recuerda Santos, uno de los rebeldes exasperados se quejó ante Santos de la testarudez de Jaramillo: "Nos pueden llamar estalinistas, pero él es peor que Stalin", dijo.

Los negociadores afrontan una tarea difícil, en parte, afirma el gobierno, porque las guerrillas de las FARC tienen una visión del mundo que desapareció con la caída del Muro de Berlín en 1989. "El truco es escucharlos para poder construir un puente que conduzca a una salida realista".

Por su parte, el jefe de las Farc, Timoleón Jiménez, conocido como Timochenko, declaró al semanario colombiano Voz del mes pasado que los esfuerzos de Bogotá de combatir a los rebeldes eran "inútiles".

"Es el estado el que vuelve a la mesa de negociaciones con las Farc", dijo. "Nosotros, las Farc, seguimos estando aquí: luchando, resistiendo, avanzando. Ahora, volvemos al teatro natural de la política, del diálogo civilizado".

Conversaciones de paz anteriores no tuvieron éxito. En 1999, cuando las Farc tenían cerca de 20.000 combatientes, el gobierno desmilitarizó una zona del tamaño de Suiza en sus selvas sureñas, y declaró una tregua como parte de las negociaciones. Las FARC usaron las conversaciones como una oportunidad para reagruparse, y el acuerdo finalmente fracaso luego de que las guerrillas secuestraran un avión y a un senador.

En 2002, los colombianos desilusionados con el proceso de paz eligieron como presidente a Álvaro Uribe, quien persiguió a las guerrillas durante los ocho años siguientes con miles de millones de dólares en ayuda de EE.UU.

Hoy, las Farc tienen unos 8.500 miembros y están más aisladas fuera de Colombia, donde se han convertido en parias internacionales. Tanto EE.UU. como la UE las califican como grupo terrorista.

Jaramillo dice que los ex defensores de las Farc, especialmente el presidente Hugo Chávez de Venezuela, donde las guerrillas buscaron refugio durante años, ahora apoyan el proceso de paz.



EEM

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