Internacional - Política

Venezuela después de Chávez

2013-03-08

El segundo motivo es que cualquier elección a la que llame el vicepresidente Nicolás...

Por MARY ANASTASIA O'GRADY, WSJ

La Venezuela de Hugo Chávez murió. Pero el chavismo, el gobierno militar que creó con la ayuda de Cuba durante sus 14 años en el poder, sigue vivo. Restablecer la democracia en la dictadura petrolera no será fácil, incluso sin el caudillo de la boina roja fomentando el odio día tras día. En tanto, los venezolanos soportarán aún más dificultades que ahora.

Cualquier transición a la democracia enfrenta dos enormes obstáculos. El primero es el mito de que Chávez iba camino a lograr que los pobres se hicieran ricos y simplemente se le acabó el tiempo. Ante una población en general con bajos niveles de educación y con un gobierno hábil para la propaganda, el conflicto de clases seguirá siendo fácil de alimentar y el chavismo acechará Venezuela durante un largo tiempo.

El segundo motivo es que cualquier elección a la que llame el vicepresidente Nicolás Maduro, como exige la Constitución, no será ni libre ni justa. Será sólo una formalidad diseñada para legitimizar al próximo dictador.

Para cualquiera que piense que la muerte de Chávez significa un cambio automático, tengo tres palabras: Juan Domingo Perón. El argentino también era un oficial militar que aparentó afecto por los pobres mientras expandía su poder y riqueza. También vivió una tragedia con el cáncer. Su primera esposa, Eva, famosa por su consumo conspicuo y su estilo populista, murió a los 33 años. Fue casi canonizada por la muchedumbre y Perón explotó su muerte hasta su propio fallecimiento en 1974.

Argentina nunca logró dejar atrás el peronismo, que reemplazó el estado de derecho con un gobierno por una troika de sindicalistas, productores nacionales y una clase política corrupta. El país sudamericano que supo ser próspero hoy está gobernado otra vez por un presidente peronista y están volviendo a caer en la represión, la inflación y la pobreza.

Si Venezuela obedece la Constitución redactada por Chávez y sus seguidores, debe llevar a cabo elecciones en los próximos 30 días. No es que alguien crea que la votación vaya a ser justa, pero si el vicepresidente Maduro, que fue nombrado por Chávez como su sucesor, quiere preservar la pátina de una "democracia", su gobierno debe dar los pasos para hacerlo parecer legítimo. Mientras antes se realicen las elecciones, más fácil será sacar rédito del voto de compasión por el revolucionario muerto.

Como nuevo presidente, Maduro necesitará toda la ayuda que pueda conseguir. A menudo lo describen en artículos de prensa como un ex conductor de autobús, pero nunca pasó mucho tiempo detrás del volante. En cambio, se graduó con rapidez de líder sindical, donde adquirió un gusto por el poder. Su gran problema es que aunque es un ideólogo apasionado, sólo es un demagogo mediocre.

También carece de vínculos con las fuerzas armadas, la institución crucial para preservar su poder. Esto explica por qué se permitió a sí mismo convertirse tanto en el hombre de La Habana en Caracas, dando señales de que está listo para ser más chavista que Chávez. Si se queda en el poder, se prevé que continúe enviando miles de millones de dólares en subsidios petroleros a La Habana todos los años.

A cambio, Cuba continuará dándole agentes de seguridad estatal y todo lo demás que necesite para mantener a los militares a raya y apoyar la represión en Venezuela. Sin la ayuda de Cuba, casi sin dudas será derrocado por un estudiante más ambicioso del chavismo.

Se rumorea que hay un considerable resentimiento entre los militares venezolanos por el significativo poder e influencia que tiene La Habana. Conforme la economía se hunde, es probable que aumenten las quejas sobre la financiación de Venezuela al régimen de los Castro. En ese caso, el agresivo presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, un nacionalista que proviene de las fuerzas armadas y sigue cercano a ellas, será el más probable contendiente de Maduro.

Esta pelea interna podría ponerse fea, pero nada de todo esto ayudará a los venezolanos a alcanzar el sueño de vivir en un país libre y próspero. Ningún país puede crear la riqueza necesaria para generar un cambio verdadero en la vida de los pobres sin derechos de propiedad, mercados libres, una moneda sólida y el imperio de la ley. Estas virtudes son incompatibles con el poder absoluto. Chávez las eliminó por un motivo, y ningún dictador nuevo va a restablecerlas de forma voluntaria. Sería como pedirle que envenene su propio whiskey.

Venezuela se deshizo de su último dictador (Marcos Pérez Jiménez) recién cuando manifestantes contra la tiranía salieron a las calles. Nada menos significativo que una repetición de ese momento de enero de 1958 podría cambiar las cosas ahora. Pero es improbable hasta que la economía se deteriore más. En ese sentido, las malas noticias son las buenas noticias: la escasez de alimentos, el desempleo y la pobreza están empeorando, y una devaluación reciente dejó el bolívar en nuevos valores mínimos en el mercado negro.

En tanto, quizás no haya mucho que pueda hacer el Mundo Libre para ayudar a Venezuela a librarse del terrible azote conocido como chavismo. Como mínimo, podría negarse a continuar con la farsa de que el país aún es una democracia con elecciones libres. Repetir la mentira no la hace más verdadera.



EEM

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