Internacional - Política

Imbatible en el póquer, colombiano Santos debe jugar bien sus cartas para reelección

2013-09-19

Cuatro décadas después y al frente de la quinta mayor economía de...

Por Luis Jaime Acosta y Helen Murphy

BOGOTA (Reuters) - Sus compañeros de la Universidad de Kansas aún recuerdan al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, como un astuto jugador de póquer.

A comienzos de la década de 1970, el estudiante colombiano de melena rizada y gruesas patillas era famoso en el campus por despistar a sus rivales con los naipes. Y cuentan que lo hacía tan bien que el dinero que ganó lo invirtió en un negocio de pizzas y se compró su primer automóvil.

"Jugábamos por poco dinero, pero él era el hombre a batir", recuerda Phil Miller, un viejo amigo de Santos en la Universidad de Kansas. "Era muy bueno y sabía cómo engañar para ganar".

Cuatro décadas después y al frente de la quinta mayor economía de América Latina, Santos necesitará toda su astucia de jugador si quiere ser electo para un segundo mandato en el 2014 en un contexto político cada vez más hostil.

Aunque la economía de Colombia sigue creciendo a un ritmo saludable, una ola de conflictos sociales, un aumento de la inseguridad y pocos avances en su negociación con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) hundieron su popularidad a un 21 por ciento, la más baja para un presidente en funciones en la historia reciente del país.

Para dar vuelta la partida, Santos requiere buenas cartas. Necesita, por ejemplo, un avance espectacular en el proceso de paz para cerrar un capítulo de medio siglo que ha costado más de 200.000 vidas, la mayoría de civiles.

Y necesita calmar el descontento de sectores de la población como los agricultores, golpeados por la competencia del libre comercio y la pobreza rural.

El tiempo apremia. En apenas dos meses y medio, Santos tendrá que decidir si se postula a la reelección para los comicios de mayo del 2014 y sus aliados esperan que -también esta vez- tenga algún as en la manga.

"Si Santos quiere ser reelegido, lo va a conseguir", dice el congresista Augusto Posada, un aliado de Santos en la coalición de Gobierno. "El sabe cómo manejar las cosas. Se va a recuperar".

Santos ha desconcertado a amigos y enemigos en el pasado. Miembro de una de las familias más influyentes de Colombia, sorprendió al elegir en el 2010 como candidato a la vicepresidencia a Angelino Garzón, un ex líder sindical de origen humilde. Y funcionó.

"Cuando se postuló era percibido como un miembro de la oligarquía desconectado de los problemas sociales y de la realidad del país, pero esa decisión ayudó cambiar la percepción y a sumar votos", dijo uno de los asesores de esa campaña.

PAZ

Esta vez la tarea es más difícil. La popularidad del economista centro derechista de 62 años se desplomó desde un récord del 76 por ciento cuando asumió la presidencia. Y los analistas advierten que volver a esos niveles será probablemente imposible.

A diferencia de lo que ocurre con muchos otros presidentes, Santos no tiene que preocuparse demasiado por la economía. La nación exportadora de petróleo, carbón, ferroníquel y café debe repetir un crecimiento cercano al 4 por ciento en el 2013 y el desempleo ha cedido ligeramente.

Uno de sus mayores desafíos será revertir la percepción de creciente inseguridad en la nación de 47 millones de habitantes.

Santos apostó su capital político al diálogo con las FARC. El problema es que después de 10 meses de conversaciones con los guerrilleros izquierdistas en Cuba, tiene pocos resultados que mostrar a los electores.

Un eventual compromiso de las FARC de abandonar las armas para convertirse en un partido político, algo que está siendo discutido actualmente en La Habana, cambiaría su suerte.

"Lo que le podría ayudar sería la firma de un avance sustantivo en el proceso de paz", dijo Antonio Navarro, un ex comandante del grupo guerrillero M-19 desarticulado a comienzos de la década de 1990 e incorporado a la vida política.

Pero sus críticos, comenzando por el ex presidente Alvaro Uribe, dicen que Santos es un oportunista que hizo demasiadas concesiones a las FARC en su afán por pasar a la historia como el hombre que logró la paz en Colombia. La idea de que los guerrilleros vayan de la selva al Congreso sin rendir cuentas ante la justicia inquieta a muchos colombianos.

Él entorna los ojos, sonríe y responde que quienes lo critican no tienen ni idea de lo que está siendo discutido a puertas cerradas en La Habana.

"Yo sigo siendo optimista", dijo recientemente. "Cuando yo vea que esto no tiene futuro (...) me levanto de la mesa y se terminan las negociaciones".

DESCONTENTO SOCIAL

Para remontar en las encuestas, Santos necesitará también aplacar una ola de descontento social.

Protestas de agricultores desencadenaron en agosto violentos disturbios y afectaron el abastecimiento de alimentos en las principales ciudades del país, causando millonarias pérdidas económicas.

Y no es todo. En las últimas semanas Santos debió desactivar una huelga de maestros y enfrentar una parálisis de casi dos meses de los trabajadores de la productora de carbón Drummond.

Iván Cepeda, un legislador del izquierdista Polo Democrático, dice que si Santos quiere reelegirse tendrá que aprender a escuchar la voz de las calles. "Si no hay un cambio de la política del Gobierno frente a asuntos sustanciales", advirtió, "esa aspiración se va a chocar con el descontento social y ciudadano".

Echando mano a una táctica del garrote y la zanahoria similar a la usada con las FARC, a quienes continuó hostigando aún durante las negociaciones de paz, Santos ofreció a los agricultores créditos y fertilizantes más baratos pero sacó a los militares a las calles de Bogotá para restaurar el orden.

Y eso, dicen los analistas, mejoró su percepción ante una opinión pública preocupada por un aumento de los ataques rebeldes contra las fuerzas de seguridad y la infraestructura petrolera, el mayor generador de divisas del país.

Santos también elevó el tono nacionalista, advirtiendo la semana pasada que no toleraría las "ambiciones expansionistas" de Nicaragua, a quien acusa de invadir las aguas territoriales de Colombia.

"El no es uno de nosotros, es un niño rico de Bogotá", dijo Eberto Castro, un productor de leche de 52 años en las afueras de la capital. "Pero está haciendo todo lo posible para cambiar las cosas, para poner fin a la guerra. Estaría dispuesto a darle otra oportunidad".

Sin embargo, la partida no es fácil para Santos. Como si sus desafíos fueran pocos, Uribe dijo esta semana que saldrá de la hibernación política para presentarse como candidato al Senado en el 2014, en una estrategia poco disimulada de debilitar a la coalición de Santos.

La buena noticia para Santos es que Uribe, que gobernó por dos períodos del 2002 al 2010, no puede volver a postularse y a ocho meses de las elecciones no aparece ningún rival de peso en el radar.

De todos modos deberá pensar bien sus próximas jugadas.

En una reciente entrevista con el diario Financial Times, Santos explicó por qué los presidentes estadounidenses Harry Truman y Franklin D. Roosevelt también jugaban al póquer.

"Les recordaba que en la vida cotidiana y en el gobierno uno debe conocer las reglas del juego, cuándo arriesgar, quiénes son tus rivales y que para ganar uno necesita de suerte y visión", dijo.



JMRS
Utilidades Para Usted de El Periódico de México