Como Anillo al Dedo

Tras la tempestad viene la... reflexión

2013-10-14

La generosidad se mostró ayudando a los que habían perdido todo dándoles...

Autor: Nemesio Rodríguez Louis

A pesar de ser el mes de la patria, septiembre es un mes que trae dos malos recuerdos a los mexicanos.

En primer lugar porque fue un 19 de septiembre de 1985 cuando tuvo lugar el terrible terremoto que destruyó muchos edificios de la ciudad de México causando miles de muertos.

Y en segundo lugar porque, como consecuencia de los huracanes "Ingrid" y "Manuel" -uno entrando por el Golfo y el otro por el Pacífico- más de las dos terceras partes de la república resultó inundada causando infinidad de damnificados así como cuantiosas pérdidas materiales.

Se puede decir que fueron muy pocos los lugares donde no se padecieron tragedias como pérdidas patrimoniales o humanas.

Y como siempre que ocurre una tragedia de esta índole, vuelve a brillar una de las mejores virtudes del mexicano: la generosidad.

Una virtud que brota espontáneamente mostrando lo mejor del alma de nuestro pueblo quien, quizás sin haberlo oído o leído, no hace más que cumplir aquel viejo que, hace muchísimos siglos, dieron los padres de la Iglesia: "alimenta al que muere de hambre, porque, si no lo alimentas, lo matas".

Repetimos: no hizo falta que el antiguo precepto cristiano fuera leído en un amarillento pergamino o predicado desde el púlpito de un templo.

La generosidad se mostró ayudando a los que habían perdido todo dándoles medicinas y alimentos, escarbando para desenterrar una comunidad sepultada por un aludÂ…

Un pueblo entero que, a pesar de la magnitud de la tragedia, se puso en pié para dar pleno testimonio de patriotismo en el mes de la patria.

Y es que "obras son amores y no buenas razones"

Ahora bien, prudente sería que quienes administran los donativos que se reciben en los centros de acopio lo hicieran con absoluta honradez puesto que, en otros tiempos, hubo casos en que sujetos deshonestos aprovecharon la ocasión para lucrar con el dolor del prójimo.

Eso explica que muchos se mostrasen renuentes a entregar su ayuda en centros oficiales, como cuando el terremoto del 85.

En cambio, en aquella misma ocasión, cuando el tenor Plácido Domingo abrió una cuenta en la cual se podían depositar donativos, la gente lo hizo con el entusiasmo propio de quien tenía plena confianza de que los dineros serían bien utilizados.

Y es que, ante la magnitud de la tragedia que devastó a gran parte de nuestro territorio, se impone reflexionar acerca de que tan honrados son quienes administran los donativos en especie o en metálico.

Como también se impone reflexionar acerca de la responsabilidad que tuvieron en la tragedia quienes construyeron edificios o trazaron autopistas que, por la pésima calidad de los materiales, eran bombas de relojería.

Qué bueno sería que se buscase a los responsables de dichas obras públicas que se desplomaron como castillo de naipes, que se les investigara, que se les juzgase y que con todo rigor se castigara a quien resulte responsable.

En fin que, ante la siniestra visita de "Ingrid" y de "Manuel", aparte de enorgullecernos de la generosidad de nuestro pueblo, lo que debemos hacer es reflexionar tanto acerca de cómo se está distribuyendo la ayuda así como del justo castigo que debiera imponérsele a quienes dejaron unas estructuras ineficientes y peligrosas.

Un viejo refrán nos dice que "tras la tempestad, viene la calma"; sin embargo en este caso deberíamos cambiarlo por otro mucho mejor: "tras la tempestad, la reflexión".

Una reflexión que, por supuesto, nos impulse a buscar la justicia.



EEM

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