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El PAN en busca de dirigente

2013-11-26

La elección de su máximo dirigente puede resultar un hecho anecdótico en la...

Autor:  JOSÉ J. CASTELLANOS   

El Partido Acción Nacional navega en un mar de confusiones internas que son consecuencia de un proceso difícil de analizar y comprender, pues tiene como marco la alternancia política que vivió el país durante dos sexenios y el proceso de transición democrática. Ahora, tras dicha experiencia y ya fuera del poder y con el costo de la decepción y frustración de quienes esperaban más de dicho partido, trata de reencontrarse a sí mismo.

La elección de su máximo dirigente puede resultar un hecho anecdótico en la vida del partido. Se trata de un periodo corto en donde lo más simple y natural podría entenderse la reelección de Gustavo Madero, quien tiene los hilos del partido y puede manejar, más o menos, las elecciones estatales en puerta. A fin de cuentas, quien sea electo no tardará mucho en ser sometido a un proceso interno. Por eso, quizá, no a todos les interesaría pasar por un doble escrutinio en tan breve tiempo.

Lo interesante, sin duda alguna, es que el nuevo proceso estará regido por una nueva modalidad de voto universal, eliminando la democracia indirecta que predominó durante años, entre otras cosas porque la Ley Federal Electoral prohibía un proceso electoral semejante a los comicios para elegir autoridades.

El proceso interno del partido fue controlado durante años por lo que en su momento se denominó "las familias custodias", que se rotaban entre sí lo mismo los cargos internos que las candidaturas y las diputaciones de partido en negociaciones donde se pasaba por alto la Ley. Esto produjo enojos e inconformidades que poco a poco provocaron la pérdida del control, no sin antes llevar al partido al borde de la parálisis, cuando enfrentados Salvador Rosas Magallón y Pablo Emilio Madero por la candidatura presidencial, el Comité Ejecutivo impidió la candidatura del segundo para "no entregar a los empresarios" el Partido.

La ausencia de candidato ante José López Portillo produjo, quizá sin pretenderlo, una profunda crisis en el sistema político que derivó en la primera de una sucesión de reformas electorales, ésta dirigida por Jesús Reyes Heroles, y que habría de confluir en la alternancia del 2000. Previamente, el PAN fue invadido por el "neopanismo" que puso en crisis a las familias custodias, dando pié a sucesivas renuncias en el Partido, incluido Efraín González Morfín, exdirigente nacional y excandidato presidencial, así como la candidatura avasalladora de Manuel J. Clouthier. Por ese camino transitaron los "doctrinales", alguno de ideas tan firmes, que derivó en candidaturas y militancias del más variado color, incluida la izquierda.

Con la llegada de Vicente Fox a la Presidencia, en PAN vivió un proceso que no pudo procesar ni asimilar adecuadamente. Por un lado, Fox se impuso prácticamente como candidato único. Luego se apoyó en los "amigos de Fox" más que en su partido y su gabinete fue tan plural, que hasta panistas había en él.

El PAN no dejó de beneficiarse directa e indirectamente, pues sus candidatos consiguieron posiciones electorales como antes nunca, sus militantes obtuvieron cargos en la Administración Pública y algunos amigos de Fox se volvieron panistas, al igual que secretarios de Estado que no lo eran, como Carlos Abascal y Josefina Vázquez Mota, entre otros.

Pero lo malo fue que al convertirse en verdadero cauce de acceso al poder político, el PAN se inundó de oportunistas que vieron en él la vía de acceso a posiciones, caso que antes no ocurría. A muchos críticos del PAN se les abrió el apetito, incluso frustrados del PRI se pintaron de azul.

La presencia de priístas pintados de azul y ante las divisiones internas del PRI, el PAN aprendió a negociar con los tricolores, pero no para construir el nuevo sistema político o realizar las reformas estructurales necesarias, sino para establecer complicidades y negociar posiciones. Con ello los priístas empezaron a jugar y decidir dentro del PAN.

Con la nueva lógica del poder por el poder mismo, se olvidaron los principios, la moral política y la identidad. Al interior surgió la corrupción que se denunciaba del PAN y apareció la compra de votos en las asambleas internas, de tal suerte que muchos de los candidatos que empezaron a figurar en las boletas electorales con el logo del PAN, eran los que más dinero habían podido conseguir para apuntalar su posición. Eso significó que en muchos casos no llegaran los mejores, sino los más corruptos.

Ante un proceso electoral interno que habrá de designar por voto universal la nueva dirigencia del PAN, vale la pena preguntarse quiénes y cómo serán los verdaderos electores dentro del Partido. Sin duda que los que saben manejar el billete tratarán de inclinar la balanza que les convenga, lo mismo que quienes tienen canales de comunicación con el PRI. ¿Hasta dónde alcanzarán estos brazos? ¿Serán más que los auténticos militantes del PAN? La pregunta está en el aire, y de la respuesta dependerá el futuro del partido que una vez logró sacar al PRI de la Presidencia, no logró la auténtica transición democrática y le regresó Los Pintos al tricolor. En todo ello se juega la identidad del PAN y, quizá, la futura democratización de México.



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