Caso Ayotzinapa: Cenizas, dudas y dolor

Ciudad de México, 24 mar (dpa) - "Vivos se los llevaron, vivos los queremos", dicen los carteles con los que recorren calles, embajadas e instituciones los padres de los 43 estudiantes desaparecidos hace seis meses en la localidad mexicana de Iguala, del estado sureño de Guerrero. 

Los jóvenes, que estudiaban para ser maestros en la escuela rural de Ayotzinapa, fueron dados por muertos por las autoridades mexicanas después de que las investigaciones arrojaran que policías municipales, aliados con el cártel Guerreros Unidos, estuvieron presuntamente involucrados en su desaparición y asesinato la noche del 26 al 27 de septiembre.

Según las indagaciones, los jóvenes tomaron por la fuerza algunos autobuses para acudir a una manifestación en Ciudad de México, el mismo día en que la esposa del entonces alcalde de Iguala, José Luis Abarca, encabezaba un acto público que pretendía ser su lanzamiento político con miras a suceder a su marido.

Abarca, detenido junto a su esposa por vínculos con el grupo criminal, ordenó a los agentes municipales impedir la llegada de los estudiantes, lo que inició una persecución que resultó en seis muertos y 25 heridos, además de los 43 desaparecidos.

Los estudiantes fueron entregados a los Guerreros Unidos, que pensaron que pertenecían a un cártel rival, por lo que fueron llevados a un basurero, donde los mataron e incineraron, de acuerdo con las autoridades.

En el lugar se encontraron cenizas y 60,000 fragmentos de huesos triturados y calcinados, de los que sólo se han podido identificar los restos de un joven, con un difícil análisis de ADN realizado en un laboratorio de Austria.

Las familias de los desaparecidos exigen al gobierno de México no cerrar la investigación y continuar con la búsqueda de sus hijos. Además, piden a embajadas y organizaciones internacionales apoyar su reclamo por lo que consideran "desapariciones forzadas".

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