Reportajes

Poder y dinero, la herencia de los "traidores" projaponeses en Corea del Sur

2015-08-15

Atahualpa Amerise

Seúl, 15 ago (EFE).- Corea del Sur conmemora hoy los 70 años de la liberación del dominio colonial japonés (1910-45) con un marcado espíritu nacionalista. Aún así, muchas de las familias de quienes colaboraron con la ocupación permanecen en las élites políticas y económicas del país siete décadas después.

"Si luchas por la independencia de tu patria, tendrás ruina por tres generaciones; si colaboras con los japoneses, lograrás tres generaciones de riqueza". Este proverbio popularizado durante los 35 años de dominio nipón parece cumplirse cuando uno mira a la Casa Azul (la residencia presidencial en Seúl) o examina las grandes fortunas del país.

El general Park Chung-hee, dictador que gobernó de 1963 a 1979 y que fue el arquitecto del "milagro económico" surcoreano, se formó en una academia militar japonesa tras jurar lealtad al Ejército Imperial en los últimos años de la colonización.

Su hija mayor, Park Geun-hye, gobierna hoy el país como jefa de Estado, ahora bajo un sistema democrático.

Los descendientes de Yi Wan-yong, primer ministro coreano que en 1910 firmó el tratado de anexión a Japón, todavía conservan gran parte de las 1,600 hectáreas de terreno de las que se apropió este destacado colaboracionista y manejan importantes negocios, entre ellos el hotel más lujoso de Seúl.

Estos dos casos son representativos de una realidad mucho más amplia que, paradójicamente, contrasta con el fuerte rechazo a la histórica colonización de Japón y a los surcoreanos que la apoyaron, considerados "traidores" por gran parte de sus compatriotas.

"La gente en general siente bastante resentimiento hacia las familias de los antiguos pro japoneses y cree que las generaciones actuales deberían disculparse por lo que hicieron sus ascendientes", explica a Efe en Seúl el investigador Lee Jun-sik, del Instituto de Investigación de Actividades Colaboracionistas.

En los 35 años de colonización Japón modernizó una Corea feudal y aislada al desarrollar industrias e infraestructuras, pero a su vez cometió numerosos abusos, desde la expropiación de tierras y la imposición de su idioma y cultura hasta la tortura y ejecución de disidentes.

De este modo, la animadversión hacia Japón por su dominio colonial sigue a flor de piel en Corea del Sur.

El caso más significativo es el de las "mujeres de confort", esclavas sexuales reclutadas a la fuerza en diversos puntos de Asia -pero especialmente en la península coreana- por el Ejército Imperial al final del período colonial.

La cuestión aún genera fuertes protestas en Seúl, que pide que se compense a estas mujeres, y frecuentes conflictos diplomáticos entre ambos países.

Por su parte, Tokio defiende que concedió en 1965 unos 360 millones de dólares -cantidad ínfima en todo caso comparada con las compensaciones de Alemania a las víctimas del nazismo- al Ejecutivo de Park Chung-hee para que indemnizara a todas las víctimas de la colonización.

Documentos revelados hace una década muestran que el dictador aceptó dicha cantidad y dio por zanjado el tema a cambio de recibir otros 500 millones de dólares en concepto de subvenciones y préstamos para financiar su "milagro económico".

En 2005 el presidente Roh Moo-hyun, de marcado talante progresista, aprobó una ley especial que permitió al Gobierno expropiar los terrenos y bienes inmuebles que fueron adquiridos por los colaboracionistas durante la ocupación japonesa.

Esta ley permitió devolver al Estado unas 2,000 hectáreas de tierra aunque muchas familias, entre ellas la del citado Yi Wan-yong, demandaron al Ejecutivo y lograron conservar parte de sus propiedades heredadas.

En el otro lado se sitúan los "héroes" coreanos que lucharon por la independencia del país; los más notorios inmortalizados en estatuas y omnipresentes en los libros de texto escolares, el resto enaltecidos en las listas de honor de los mártires de la patria.

Los descendientes de estos mártires "gozan de un elevado respeto en la sociedad coreana", asegura el investigador, además de tener acceso a pequeñas pensiones y reconocimientos por parte del Gobierno.

No obstante, la suerte de estas familias dista mucho de las de sus antiguos opresores.

"Muchos patriotas murieron jóvenes y los que tuvieron hijos no pudieron darles una buena educación. Así, sus descendientes han permanecido durante décadas muy alejados de las élites y en muchos casos relegados a los estratos sociales más bajos", apunta el experto.

Sea como sea, en el 70 aniversario de su independencia todo el país entona hoy al unísono alabanzas patrióticas, arengado por unas élites que de momento no parecen dispuestas a renunciar al provechoso legado de la ocupación japonesa.



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