Reportajes

La larga marcha a través de los Balcanes... o el corto vuelo ilegal

2015-08-31

Grecia forma parte del espacio Schengen, pero no linda con ningún otro miembro del club y...

Ilya U. Topper

Estambul, 31 ago (EFE).- En Grecia se bifurca el camino de decenas de miles de refugiados sirios que han superado la primera prueba de fuego: el viaje en lancha neumática de las costas turcas hacia una isla griega.

Grecia forma parte del espacio Schengen, pero no linda con ningún otro miembro del club y tanto el transporte marítimo a Italia como el aéreo cuenta con controles por los que los refugiados sólo pueden pasar gracias al mercado de documentos falsos.

"Pocos se pueden permitir volar desde Atenas, porque hay que tener, primero, suficiente dinero y, segundo, un aspecto que no sea exactamente el de un sirio refugiado", explica a Efe un joven traductor de Latakía en Siria, que actualmente vive en Polonia y prefiere identificarse sólo con el seudónimo de "Anastas".

"Hay dos opciones: o bien le pagas a un traficante una cantidad fija de 3,500 euros y él se compromete a organizarte el viaje repitiendo el intento tantas veces como sea necesario, aunque pierda dinero, o bien pagas tú un documento falso y reservas el vuelo por tu cuenta, lo que te llega a costar unos 600 euros, pero si fracasas, tienes que volver a pagar", detalla Anastas.

El joven que domina cuatro idiomas europeos con fluidez, pasó el control gracias a un carné italiano falso y aterrizó en Alemania desde donde, a diferencia de la mayoría de sus compatriotas, viajó en tren a Polonia para establecerse en ese país.

"Hablo el idioma, tengo amigos aquí, se tarda menos en adquirir la nacionalidad y sobre todo hay menos sirios, lo que me conviene para evitar tensiones sectarias, políticas y el conservadurismo religioso del colectivo", explica.

Otro refugiado, que usa el nombre Mohamed Alí, pasó el control del aeropuerto gracias a un pasaporte expedido al nombre de un sirio residente legalmente en Grecia y, por tanto, autorizado a viajar por el espacio Schengen.

La falsificación, sin embargo, fue detectada al aterrizar en Alemania por lo que Mohamed no pudo continuar su viaje a Holanda, su destino previsto, sino que tuvo que solicitar asilo en Alemania, al ser éste el primer país en el que fue registrado, acorde a la normativa comunitaria de Dublín sobre asilo.

Sin dinero para documentación falsa, otro refugiado, Amro, que prefiere no revelar su apellido, eligió seguir la ruta balcánica que lo llevó a través de Macedonia, Serbia, Hungría y Austria hasta Alemania y, finalmente, Holanda, donde reside ahora.

"No tenía dinero para pagar a un traficante, ni me hacía falta porque un amigo había hecho la misma ruta poco antes y me explicó el camino", relata a Efe.

"Primero tomé el tren a Salónica, luego un autobús a Evzoni, la última localidad antes de la frontera macedonia, y luego había que echar a caminar. No mucho, es apenas un día de marcha", describe Amro la ruta.

"Eso sí, aquello está lleno de policías y hay que ir muy alerta y dispuesto a salir corriendo en cualquier momento", agrega este estudiante de Economía oriundo de Latakía.

Cruzar de Macedonia a Serbia era una caminata similar, pero los problemas se agravaron ante la frontera húngara, recuerda.

"Nos quedamos tres días escondidos en el bosque. El primer día tuvimos provisiones y agua, pero se nos agotó el segundo día y no podíamos avanzar porque había un vehículo policial, que no pudimos rodear para no perder el camino que conocíamos, de manera que esperamos", recuerda.

"Al tercer día, sin agua ni comida, decidimos entregarnos a la policía húngara, pero justo en este momento, los agentes detuvieron a otro grupo de refugiados y se los llevaron en el coche, por lo que pudimos continuar. A tres kilómetros de allí encontramos un taxi", explica.

"Los taxistas no nos denuncian a la policía porque la economía en Hungría no va bien y ellos ganan un buen dinero con lo que cobran a los refugiados", explica.

Sin tiempo de cambiar dinero local, los refugiados siempre pagan en euros, lo cual no deja dudas sobre su condición, pero no se encuentran con un gran afán de la policía por detenerlos una vez hayan dejado atrás la frontera.

"Esto está tan lleno de refugiados que no puedes ni equivocarte de camino, pero en las ciudades nos dispersamos y vamos solos o de dos en dos. Tuve suerte y nunca me crucé con un policía", detalla Amro.

Desde Hungría pasó a Austria, de allí se fue en tren a Alemania y finalmente llegó a Holanda sin encontrarse controles por el camino, aunque sabe de compañeros que sí fueron detectados en este último tramo del viaje.

Una vez en el país que han elegido como destino, los refugiados se presentan ante la policía para ser registrados e iniciar los trámites para recibir un permiso de residencia.



EEM

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