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El Yemen se desangra cinco años después de su revolución frustrada

2016-02-11

Las protestas, que se encendieron en el Yemen al calor de la

Jaled Abdalá

Saná. (EFE).- La revolución yemení, que forzó la marcha del entonces presidente Ali Abdalá Saleh, ha degenerado desde su comienzo, el 11 de febrero de 2011, en una sangrienta guerra civil con miles de muertos y más de dos millones de desplazados internos.

Hace cinco años estallaron en el país árabe protestas populares que no cesaron hasta que Saleh aceptó dejar el poder en manos de su vicepresidente, Abdo Rabu Mansur Hadi, quien fue ratificado en las urnas como jefe de Estado en febrero de 2012.

Las protestas, que se encendieron en el Yemen al calor de la "Primavera Árabe", fueron en un principio pacíficas pero la división en las filas del Ejército colocó al país ya en 2011 en una situación prebélica.

Estuvieron respaldadas por las principales fuerzas yemeníes, hastiadas por años de tiranía, de corrupción y de una endémica crisis política que habían convertido al Yemen en uno de los países árabes más pobres.

"La revolución del 11 de febrero fracasó en derrocar totalmente el régimen. Sólo se logró derrocar a la persona del presidente, pero su sistema de gobierno se mantiene intacto", aseguró a Efe el secretario general del partido islamista Al Rashad, Abdelnaser al Jateri.

Un lustro después de la revuelta, este y otros líderes políticos consideran que Saleh -que había liderado el país desde 1990- consiguió de forma astuta convertir la revolución contra su persona en una crisis política regional, de la que el Yemen es todavía escenario a día de hoy.

"La injerencia regional e internacional jugaron un papel relevante para salvar al débil régimen y convertir (la revolución) en una mera crisis política artificial entre el régimen y la oposición, lo que ayudó a que Saleh dejara el poder con un coste mínimo e inmunidad total", subrayó al Jateri.

El exmandatario abandonó la presidencia, a la que llevaba aferrada dos décadas, tras un acuerdo elaborado por los países árabes del golfo Pérsico y la ONU, que encargó a Hadi llevar a cabo la transición y establecer la convocatoria de elecciones.

No obstante, la abdicación de Saleh no se produjo hasta que se le garantizó inmunidad tanto a él como a sus hombres.

Según Al Jateri, la iniciativa de los vecinos del golfo Pérsico "fue la salvación para el régimen (de Saleh) y un intervalo a la espera del momento en el que este pudo volver a dirigir los asuntos del país desde las bambalinas".

Por su parte, Nadia Abdalá, que participó en la organización de las protestas de 2011, también coincidió en declaraciones a Efe en que la revolución yemení no consiguió sus objetivos.

"Después de cinco años, lamentablemente, la revolución no ha alcanzado los objetivos que se proponía, que eran los de derrocar al régimen corrupto y familiar (de Saleh) e instaurar un Estado civil, moderno, con libertad y justicia social para todos".

Abdalá destacó que el auge de las milicias en el Yemen y otros países de la Primavera Árabe, así como los golpes de Estado militares, se encuentran detrás del fracaso de las revueltas y sus ideales.

Hadi fue incapaz de llevar a cabo la reconciliación nacional necesaria en el país y en agosto de 2014, las milicias hutíes del norte del Yemen se levantaron en armas después de que el Gobierno anunciara un recorte del 50 por ciento de los subsidios a la gasolina.

Estas milicias chiíes, conocidas también como Ansar Alá, se limitaron a exigir, en un primer momento, que se revirtiera la decisión y que se introdujeran más medidas democráticas, pero poco a poco fueron imponiendo su agenda con las armas, hasta hacerse con el control de Saná en septiembre de ese año y acorralar a Hadi en la ciudad meridional de Aden en marzo de 2015.

Este giro inesperado cambió el equilibrio de fuerzas, y mientras las tribus y grupos que respaldaron las revueltas pacíficas de 2011 se volcaron en favor de Hadi, Saleh decidió ponerse del lado de sus antiguos enemigos, los hutíes.

Según la activista Abdalá, después del "golpe" de las milicias hutíes y de Saleh, los jóvenes que participaron en las manifestaciones pacíficas se marcharon al frente de batalla del lado del Ejército nacional de Hadi, considerado ahora el presidente "legítimo" por muchos dentro y fuera del Yemen.

Asimismo, para el analista Abdesalam Mohamed, los hutíes "consiguieron su fuerza a través de las armas y tienen que ser derrocados por la fuerza".

Esta lucha fratricida, en la que desde marzo de 2015 participa una coalición árabe con Arabia Saudí al frente, ha tenido según la Oficina de la ONU para Asuntos Humanitarios (OCHA) consecuencias devastadoras.

De las esperanzas en un futuro próspero, igualitario y justo, el Yemen ha pasado a ser un país desolado, con dos millones y medio de desplazados, más de 2,500 civiles muertos en el último año y con el 82 por ciento de su población necesitada de algún tipo de ayuda humanitaria.



LAL