Reportajes

La academia de conducción del barcos del mini Canal de Panamá

2016-06-24

Las embarcaciones atraviesan una réplica a escala del Canal de Panamá cuya...

Por Daniela Hernández, The Wall Street Journal

CIUDAD DE PANAMÁ—Una mañana reciente, el capitán Fernando Jaén pilotaba un buque de carga a través de las nuevas e intimidantemente estrechas esclusas del Canal de Panamá.

“Las veces que nos hemos puesto a conversar, terminamos golpeándonos”, confiesa el capitán. “Tienes que concentrarte”.

Momentos después, un leve error de cálculo colocó al cuerpo del barco en un curso de colisión contra la pared. Si el impacto hubiese sido severo, Jaén sabía que él y posiblemente toda la tripulación habría terminado en las pavorosas aguas del canal. En ese caso, no habría más remedio que hacer una pausa y cambiarse las medias.

Los experimentados pilotos del canal suben a bordo de embarcaciones en miniatura con pequeños motores potenciados por baterías y pequeños timones y anclas, meticulosamente construidas para representar las verdaderas dimensiones de los buques de carga a una escala de 1 a 25. Las embarcaciones atraviesan una réplica a escala del Canal de Panamá cuya profundidad varía entre aproximadamente 60 centímetros y dos metros.

Aquí no hay ningún Titanic. Los buques, del largo de dos camionetas aproximadamente, tienen espacio para dos a cuatro marinos de pie o sentados en las cubiertas, que a veces llevan falsos contenedores de mercancías que también sirven como sillas.

Los pilotos a veces se alternan en la conducción para estirar las piernas. Junto a ellos, remolcadores del tamaño de una maleta son conducidos por “capitanes” usando un control remoto.

Todo es parte de lo que la Autoridad del Canal de Panamá, o ACP, denomina un laboratorio de maniobras. Se trata de una réplica a escala del Canal de unos 40,000 metros cuadrados, con réplicas en miniatura de muelles, esclusas y hasta un clon del Corte Culebra, el valle que conecta los dos lagos artificiales del canal.

“Cuando la gente entra, al principio se ríe. Parecen juguetes”, dijo José Burgos, oficial de entrenamiento y piloto del Canal de Panamá. “Ese es el relajo”.

En una práctica reciente, el capitán Londor A. Rankin, secretario General del sindicato de pilotos del Canal de Panamá, quien cuenta con más de 30 años de experiencia, estrelló su buque-modelo contra un banco. El golpe fue amortiguado por un paragolpes de goma parecido a la nariz de un payaso, ubicado en la sumergida proa del barco. Rankin enderezó la nave.

El efecto de la mala maniobra en su orgullo fue enorme. “Hizo que mi ego se sintiera así de pequeño”, contó, haciendo un gesto con las manos. “Hay que respetar los buques en el simulador, además de respetarlas en la vida real, ya que reaccionan de manera muy similar”.

El simulador, que se inauguró en marzo, es el más reciente de un puñado de centros de entrenamiento en miniatura que existen en el mundo, incluyendo los de Francia, Australia y Estados Unidos, donde los pilotos acuden para practicar la conducción de buques gigantescos sin usar una embarcación real, lo cual sería poco práctico.

“Cuando estamos pilotando naves, lo hacemos por nuestros clientes. No practicamos con los clientes”, dijo la capitán Alison Buckler, hablando de un curso de formación que tomó en el Instituto de Pilotos Marítimos de Louisiana.

Ella se sacó una foto en la popa de un buque de carga en miniatura que más tarde publicó en Facebook. Su madre escribió: “¡Qué tierno!”

“Se parece a un botecito”, dijo Buckler, que ha sido piloto por 12 años. “La gente no lo entiende, pero en nuestro mundo, se entiende”.

El nuevo centro panameño corre en forma paralela al verdadero Corte Culebra en Summit, una región de la Ciudad de Panamá, entre exuberantes colinas llenas de monos y uno que otro cocodrilo, uno de los cuales recientemente se metió en los lagos de entrenamiento. Fue desalojado de inmediato y se instaló una reja por seguridad.

Al inagurarse la ampliación del Canal de panamá, que demoró nueve años y costó US$5,000 millones para dar cabida a barcos más grandes, la ACP quiere capacitar a sus cerca de 250 pilotos.

También utiliza simuladores informáticos, pero las animaciones no pueden replicar por completo la sensación del viento y las corrientes de agua. Trabajar en modelos físicos proporciona la dosis adecuada de realidad sin los riesgos verdaderos, dijo Nick Cutmore, secretario general de la Asociación Internacional de Prácticos Marítimos, que promueve estos cursos de formación.

En Summit e instalaciones similares, los pilotos hacen un ensayo general para emergencias a escala diminuta: desperfectos en los sistemas eléctricos, anclas estancadas, timones rotos.

Las miniaturas se pueden utilizar para reproducir todo tipo de complicadas situaciones que se presentan en la vida real. En CyberCity, una ciudad falsa de poco más de 4 metros cuadrados a una escala de 1 a 87, los expertos en ciberseguridad practican para proteger a los ciudadanos inocentes de los piratas informáticos. Dos instalaciones de CyberCity en Nueva Jersey y Colorado, construidos por el Instituto SANS, reaccionan contra los delincuentes como lo harían en el mundo real. Si los hackers descarrilan un tren, un modelo de tren se descarrila. Si disparan un cohete, se dispara un proyectil Nerf.

Debido a que son réplicas a escala, los barquitos se sienten como si fuesen reales, dijo el capitán Jaén. La manera en que dan vuelta y responden a diferentes profundidades del agua, su línea de visión y su potencia crean la ilusión de estar en un buque real de tamaño colosal.

Dicho eso, las aves y los peces de los lagos parecen gigantes contra las maquetas. Los vientos fuertes mecen un buque modelo con mucha más violencia que a uno de verdad. Además, todo sucede más rápido en la escala más pequeña, por lo que el ejercicio es exigente desde el punto de vista mental, reconocieron profesores y alumnos.

Una de las críticas de estas mini-naves, dijo el capitán Joseph Murphy, profesor de transporte marítimo de la Academia Marítima de Massachusetts, es su costo. Las sesiones de capacitación de una semana pueden costar más de US$10,000. Los modelos valen cientos de miles de dólares y solamente simulan la nave a cuya semejanza se construyen.

La ACP desembolsó aproximadamente US$500,000 por cada uno de sus dos cargueros modelos y está comprando un tercero.

En un simulador de computadora, el “buque” puede transformarse de un camión cisterna a un crucero y de ahí a un carguero, dijo Mark Woolley, jefe de personal de la Oficina del Presidente del Maritime College de la Universidad del Estado de Nueva York y ex ejecutivo de una empresa de desarrollo de simuladores.

“La tecnología de simulación es tan avanzada que yo realmente no veo la necesidad de salir en un pequeño estanque en un bote•, dijo el capitán retirado de la Marina EU, quien confiesa que nunca ha abordado uno.

La ACP apuesta a que otros verán la necesidad y espera que su unidad tripulada modelo atraiga a navegantes de todo el mundo.

“Se siente la adrenalina”, dijo el capitán Rankin, el representante del sindicato de pilotos. “Para mí, es el mejor entrenamiento que hemos tenido aquí”.



JMRS

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