Tras Bambalinas

Los colombianos votaron por una paz mejor

2016-10-05

Las encuestas habían pronosticado una victoria fácil para el presidente Juan Manuel...

Editorial, The Wall Street Journal

Los votantes perdieron confianza en un presidente que no mantuvo su palabra

Los colombianos sorprendieron el domingo a su gobierno, al mundo y tal vez incluso a ellos mismos, cuando votaron en contra de un acuerdo de paz negociado por el gobierno con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Hay en esto una lección sobre liderazgo político y confianza pública.

Las encuestas habían pronosticado una victoria fácil para el presidente Juan Manuel Santos, quien había apostado su presidencia a las negociaciones para poner fin a 50 años de terrorismo de las FARC. En lugar de eso, una apasionada campaña del “No” ganó el plebiscito con un margen de unos 55,000 votos. El resultado debe marcar el fin del pacto firmado en agosto por las dos partes en La Habana.

Los críticos culpan de la derrota al ex presidente Álvaro Uribe Vélez, quien dirigió la oposición después de haber hecho mucho para vencer a las FARC durante sus ocho años de mandato. Pero las semillas de la derrota del domingo fueron plantadas por su sucesor, Santos, y por la forma en que éste llevó a cabo las negociaciones y la forma en que trató de venderlo a los colombianos.

Santos pasó cinco años negociando en La Habana, primero en secreto y luego aplazando la fecha límite original una y otra vez para dar cabida a las crecientes exigencias de las FARC. Convertir a Raúl Castro en un jugador clave en las conversaciones debe haber hecho muy poco para conseguir que los colombianos se sintieran más seguros, al igual que la designación de Cuba y Noruega como garantes del acuerdo y de Venezuela y Chile como sus patrocinadores.

El acuerdo final de 297 páginas permitía a las FARC eludir la justicia por sus crímenes; también les otorgaba escaños en el Congreso sin tener que someterse a elección popular y el control de 31 emisoras de radio. Los colombianos son vecinos de Venezuela y saben cómo los radicales han abusado de los privilegios de la democracia para tomar el poder en Caracas.

Santos dijo a la BBC en diciembre que en el plebiscito la gente podría decidir si no le gustaba el acuerdo y que entonces no habría pacto. Cuando se le preguntó si esto significaba que simplemente daría un paso al costado si perdía, Santos dijo que sí, porque ese era el compromiso que había asumido desde el principio. Y agregó: “Sin embargo, estoy absolutamente convencido de que la inmensa mayoría de los colombianos me apoyará”.

El domingo por la noche, sin embargo, un aturdido Santos anunció que al día siguiente enviaría nuevamente a su equipo negociador a La Habana. “No me rendiré”, afirmó. Esta promesa rota de que el voto sería definitivo es precisamente la razón por la cual los colombianos no confiaron en Santos y en las FARC para poner en práctica y estar a la altura de una paz genuina. Los colombianos temen que Santos quiera un acuerdo de paz a cualquier precio, incluso poniendo en riesgo las frágiles instituciones democráticas de Colombia.

Las FARC dicen que por ahora no volverán al campo de batalla, pero la obligación de Santos es en primer lugar proteger a los colombianos si los guerrilleros regresan al terrorismo, a los secuestros y otros delitos con fines de lucro. Era probable que las FARC continuaran con el tráfico de drogas, incluso si el acuerdo de paz hubiera sido aprobado en el plebiscito.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, también puso el prestigio estadounidense detrás del pacto de La Habana, en parte para asegurar su distensión con Cuba. EU ha respondido a la derrota diciendo que respeta la democracia, y si eso es cierto va a evitar presionar a Santos para que haga más concesiones y ofrecerá ayuda a Colombia si las FARC vuelven a sus prácticas asesinas.



JMRS
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