Internacional - Seguridad y Justicia

La anticuada visión militar de Trump favorece a la fuerza bruta en un mundo de conflictos políticos

2017-03-15

Todo evidencia la visión de un mandatario al que le fascina el poderío militar bruto,...

Max Fisher, The New York Times

WASHINGTON — La visión que tiene el presidente Donald Trump del poderío estadounidense, un asunto que se manejó como un misterio durante su campaña electoral, ha tomado un nuevo enfoque después de varios discursos y planes presupuestarios que dan indicios de sus ideas para el Ejército.

Todo evidencia la visión de un mandatario al que le fascina el poderío militar bruto, lo percibe como un sinónimo de la postura de Estados Unidos ante el mundo y como una herramienta para resolver lo que parece ser su principal preocupación: coaccionar a adversarios poderosos como China e Irán, por ejemplo.

También parece que Trump le ha prestado poca atención a los detalles de las continuas guerras que Estados Unidos sostiene tanto en Afganistán, Irak y Siria, como a nivel global contra Al Qaeda. Los nuevos portaviones que prometió no resolverán ninguno de esos conflictos y los generales advierten que van a sufrir reveses por sus propuestas de cortar el financiamiento que se invierte en diplomacia y ayuda en el extranjero.

Los analistas sugieren que tal vez esta situación no sea necesariamente un descuido de Trump, sino la llegada de una visión nacionalista del mundo que es poco común en la actualidad, pero que dominó la geopolítica durante el siglo XIX y el inicio del XX.

Eso se puede ver con mayor claridad al analizar la visión que tiene de la victoria.

Trump ha dicho que el principal papel del Ejército es ganar batallas porque estas victorias bastan para ganar guerras: dos ideas que están pasadas de moda, por lo menos, desde la Guerra de Vietnam. Desde entonces, la mayoría de los generales han enfatizado que los conflictos políticos provocan las guerras y que es extraño que estos se resuelvan exclusivamente por medio de la fuerza.

“Le daremos las herramientas necesarias a nuestro Ejército para que prevenga la guerra pero, si es necesario pelear una guerra, solo se dedicarán a eso. ¿Saben de qué hablo? Ganar. Ganar”, afirmó Trump hace poco.

Tal vez es muy pronto para saber si sus puntos de vista se adhieren a una “doctrina Trump”. Sin embargo, sugieren que existe una búsqueda para generar políticas que representan una visión del poderío militar como único fin, en vez de que sean las apropiadas para una estrategia o un conflicto en particular.

Fundamentalmente, Trump ha expresado su mentalidad militar por medio de llamados a la construcción de grandes sistemas de armamento, como portaviones y armas nucleares, los cuales están diseñados para disputar grandes guerras.

Michael C. Horowitz, politólogo de la Universidad de Pensilvania, señaló que “eso se traduce en una fuerza militar óptima para conflictos potenciales con China, Irán e, irónicamente, con Rusia”.

Cada mandatario de Estados Unidos ha trabajado para mantener la superioridad militar ante sus adversarios más importantes. No obstante, Trump tiene una determinación poco común para no descuidar la preparación para un conflicto con una gran potencia, situación que el mundo ha querido evitar desde la Segunda Guerra Mundial.

Lo anterior hace recordar las creencias de Stephen Bannon, cuya ideología nacionalista tradicionalmente asegura que es inevitable que haya un gran conflicto entre potencias.

“Estaremos en guerra en el mar del sur de China dentro de cinco o diez años”, indicó Bannon en un programa de radio que se transmitió en marzo de 2016. “No me cabe la menor duda”.

La atención que Trump le pone a los conflictos con grandes potencias y al poderío militar bien podría tener su costo en las guerras no convencionales, como la que Estados Unidos sigue peleando en Afganistán y en otras partes del mundo.

Para financiar su expansión militar, el presidente solicitó el recorte de miles de millones de dólares que probablemente saldrán del Departamento de Estado y de los programas de ayuda en el extranjero. Esta medida destruiría la estrategia que Estados Unidos tiene en países como Afganistán e Irak, la cual depende de esfuerzos diplomáticos y políticos como la construcción de escuelas y la capacitación de fuerzas policiales.

No queda claro si esta situación tiene su origen en los planes de Trump para retirarse de esas guerras o porque rechaza la premisa principal de esos programas: la guerra principalmente es un problema político y solo se puede ganar resolviendo los asuntos políticos subyacentes, como la ausencia de un Estado central sólido en Afganistán, por ejemplo.

En cambio, Trump parece tener una visión más antigua y nacionalista, según la cual el poderío es el factor decisivo en cualquier conflicto. El presidente no ha explicado cómo este enfoque logrará la victoria ante la presencia de campañas exhaustivas de contrainsurgencia por todo el Medio Oriente.

 



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