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¿Qué es Donald Trump: un liberal o un nacionalista machista y populista?

2017-07-07

Para el periodista, el magnate estadounidense es un anti-liberal que representa «la...

María Jesús Guzmán / ABC.es

Mitad alemán, mitad escocés; pero nacido en EU. Rico heredero y hombre de negocios. Con un profundo rechazo al alcohol y al tabaco desde que su hermano Fred murió por culpa del alcoholismo. Donald Trump se convirtió en el presidente de EU el pasado 20 de enero, tras una controvertida campaña electoral en la que voces, tanto de la izquierda como de la derecha, lo calificaron de liberal. Pero, ¿es en realidad Trump un liberal o se trata más bien de un nacionalista proteccionista? ¿Es un hombre autoritario y machista que ha llegado al poder haciendo del populismo su arma más potente? A todas estas preguntas trata de responder el periodista John Müller (Osorno, Chile, 1964) en su último libro «No, no te equivoques, Trump no es liberal» (Ed. Deusto), una obra en la que diez expertos analizan el fenómeno Trump y él coordina.

Para el periodista, el magnate estadounidense es un anti-liberal que representa «la regresión de los tres grandes principios que nos han conducido al proceso de globalización actual: libertad de movimiento de personas, de capitales y de comercio». Esas tres fuerzas, pilares del liberalismo, son las que —según Müller— «han permitido que la Humanidad prospere como nunca antes. Nadie se acuerda de que este año el Banco Mundial ha dicho que la pobreza extrema en el mundo, con 7,000 millones de habitantes, por primera vez va a caer por debajo de los dos dígitos. Nunca en la Historia ha habido menos gente en la pobreza que ahora». Además, existe un riesgo añadido: que el dirigente maneje la nación como si se tratase de una empresa, algo que «sería un error». Explica que «los países se mueven por imágenes, valores e historia»; mientras que «en las empresas el peso de la historia y el nivel de compromiso suelen ser menores». Aunque insiste en que no cree que Trump vaya a «manejar el país como una empresa, sino como una propiedad», algo que achaca a su autoritarismo y a su sentido patrimonialista de las cosas.

Parecidos razonables con Podemos

Cuando, rebuscando en su cabeza, intenta encontrar algún equivalente a Trump en la España actual, no se le ocurre ninguno. Al menos, no desde el punto de vista político. Asegura que en el pasado tuvimos personajes parecidos, como Jesús Gil o Ruiz Mateos, pero que ahora, no hay nadie que se pueda comparar al dirigente norteamericano. Aunque afirma que «hay parte de su discurso que perfectamente se puede identificar con Podemos; pero también con el PP. Porque al final el populismo es como un virus: infecta todo el sistema. Y hoy los cuatro partidos principales españoles tienen rasgos populistas, unos más acentuados que otros». Trump se asemeja a los morados en su «sospecha respecto del libre comercio» —creen que pueden obtener mejores rendimientos para sus países con acuerdos asimétricos— y en «su simpatía por poner restricciones a la libertad de movimiento de capitales». También en el discurso de desautorizar a los medios a través de otros medios alternativos. Ahora bien, se diferencian en otros aspectos, como la ecología, el medio ambiente o la libertad de movimiento de personas.

En más de un capítulo se alude a estas semejanzas. En el tercero, el consultor estratégico y analista financiero Luis Torras habla de «la creciente fragilidad de la separación de poderes en Estados Unidos» y asegura que una de las mayores barreras a las que se tiene que enfrentar Trump es a la prensa, «que no trata igual los comportamientos fascistoides según vengan de la derecha […] o de la izquierda». Los medios prestan más atención entonces al caso de Trump que «casos como Pablo Iglesias o Ada Colau». Además, Torras explica que el presidente se jacta de defender a la «clase media» («the forgotten man» de Roosvelt; todo está ya inventado) gracias a medidas proteccionistas con China y de inmigración con México. Ambos países tendrían una influencia negativa sobre la clase media y serían el equivalente a la «casta» de Iglesias.

Al frente de Estados Unidos

Pero, más allá de su polémica campaña o de su ideología anti-liberal —una ruptura con las premisas de los Padres Fundadores—, ¿está haciendo Trump un buen trabajo? Müller asevera que «está haciendo una pésima presidencia» y pone de ejemplo que aún «hay altos funcionarios del gobierno que no han tenido ocasión de entrevistarse con él; no han recibido instrucciones directas de lo que el presidente quiere hacer en estos cuatro años. […] Esto demuestra que Trump no está llegando a las obligaciones de un presidente de los Estados Unidos y que, en cambio, está concentrado en otro tipo de cosas». Es un mandatario que ha desafiado a las instituciones: «Ha despreciado a la adjudicatura; ha tenido palabras gruesas para los jueces de la administración, sobre todo, después de que anularan sus órdenes ejecutivas. Sin embargo, creo que el establishment norteamericano ha logrado domesticar a Trump en algunos aspectos, los militares por ejemplo sí lo han conseguido».

Como él mismo confesó cuando se cumplieron sus primeros cien días, gobernar un país es más duro de lo que pensaba, lo que demuestra que «ha llegado como una especie de aficionado a la política. Ha saltado a ella y ha tenido éxito, pero es un personaje de la televisión. Gobernar es otra cosa y para hacerlo la mejor preparación no es ser empresario o ser un presentador de televisión. Se requieren otro tipo de actitudes», sentencia el periodista, que no descarta un «impeachment» (moción de censura), producto del coqueteo del mandatario con Rusia. Si el proceso «no es exitoso ni las pruebas son claras y contundentes, Trump podría convertirse en un mártir con más de 40 millones de seguidores

en Estados Unidos».

Votado, sobre todo, por hombres blancos de unos 45 años, sin titulación universitaria y temerosos de que los latinos les quiten el trabajo (capítulo 7, de María Gómez Agustín); Trump se erigió presidente de Estados Unidos contra todo pronóstico y a pesar de que la mayoría de los tabloides hablasen en su contra. La historiadora María Blanco arroja luz sobre este asunto en el episodio sexto del libro: «Está dando muchos motivos para señalarlo con el dedo […] pero, si no se le aplaude cuando sus medidas son aceptables, […] cualquier crítica tiene menos credibilidad. Y con mucha razón si se exagera la nota, se agrandan las noticias o se sobreactúa. No existen los demonios puros ni los ángeles puros».

Trump, los medios y las mujeres

Por su parte, Müller considera que «había una sobreestimación de la influencia de los medios en Estados Unidos. Trump ha conseguido, por medios alternativos, erosionar la credibilidad de los medios norteamericanos y lograr lo que logran los populistas: que se les atribuya una especie de bula papal, pese a que se sabe que no están diciendo la verdad. Cuando el UKIP promovía el Brexit en Reino Unido, la gente sabía que era mentira que, si se iban de la UE, fueran a recibir 15,000 millones de libras cada semana. El propio Nigel Farage lo reconoció. Trump también ha dicho mentiras como que el Papa le apoyaba. Mucha gente veía esas noticias y sabía que eran falsas, pero pese a todo seguía atribuyéndole al candidato las virtudes que la noticia generaba. Ahí hay un problema que va más allá de la credibilidad y es el deseo de sentirse identificado con un personaje que promete barrer con la escoba y cambiar las cosas de manera radical».

Estos medios cuya influencia ha quedado en entredicho son los mismos que acusaron a Trump de xenófobo y machista. Pero ¿es realmente machista? Explica Gómez Agustín en el séptimo capítulo que, por un lado, los exabruptos que ha soltado contra las mujeres antes, durante y después de su campaña han hecho que el público lo vea así. Por otra parte, el dirigente ha demostrado tener confianza en algunas mujeres, a las que ha delegado parte de su responsabilidad en el gobierno. Es el caso de Elaine L. Chao, secretaria de Transportes; de Betsy DeVos, secretaria de Educación, y de Kellyanne Conway, asesora de Trump —junto Steve Bannon— y su antigua directora de campaña. Y luego está su hija Ivanka. Convertida al judaísmo para casarse con su marido —Jared Kushner—, es a todas luces su favorita, su mano derecha; por delante de sus hijos varones.

No obstante, Müller asegura: «En todas las circunstancias, Trump tiene una visión patrimonial de la mujer. A su hija la considera una extensión de él mismo; y a Melania, un adorno de su vida. Tiene una concepción claramente patrimonialista. De sus ex mujeres también. Y, aunque tiene colaboradoras en el gobierno, yo creo que no dejan de ser activos que están a su servicio».



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