Detrás del Muro

El muro invisible de Alemania

2017-11-09

Porque casi tres décadas después de la caída del Muro -y decenas de reformas,...

CARMEN VALERO | El Mundo

Los germanos recuerdan hoy el 28º aniversario de la caída del Telón de Acero con el país fracturado económica y políticamente

El resentimiento y la xenofobia allanan el triunfo de la ultraderecha y los ex comunistas en la antigua RDA

ESPECIAL: Berlín 1989

Hoy, 9 de noviembre, se cumplen 28 años de la caída del Muro que dividió físicamente la ciudad de Berlín y se convirtió en el símbolo por excelencia de la Guerra Fría.

El otro Muro -el resultante del choque de dos sistemas diametralmente opuestos, los prejuicios, agravios y clichés- sigue "en la cabeza" de una buena parte de la población, como auguró en 1985 el escritor Peter Schneider en su célebre ensayo "El Saltador del Muro".

Porque casi tres décadas después de la caída del Muro -y decenas de reformas, incentivos e inversiones billonarias en los todavía hoy llamados "nuevos Länder"- la primera economía europea sigue fracturada y no sólo geográficamente, según las encuestas que han aflorado a propósito de un aniversario que este año, además, transcurre con un Gobierno en funciones.

La canciller Angela Merkel, ganadora de las elecciones generales celebradas el pasado 24 de septiembre, sigue negociando un Ejecutivo de coalición que excluirá a los dos partidos con más implantación en el Este, lo que, aunque sin duda esté justificado pues en ambos casos se trata de partidos extremos, no contribuirá a mejorar la percepción de inclusión o pertenencia al aún inacabado proyecto de la Alemania unificada de una parte del electorado.

"El gran Muro que dividió Alemania ha caído, pero ahora nos enfrentamos a otros muros, menos visibles, sin alambres de espino y franjas de la muerte, pero igualmente pérfidos. Detrás de esos muros hay desafección, rabia y decepción. Hay desconfianza en la democracia y en sus representantes", afirmó el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier con motivo de la fiesta nacional.

Y es que el auge de la ultraderecha en el este del país no sólo ha enturbiado el balance de la Unificación, una tarea titánica que arrancó lastrada por los abismos económicos, políticos y culturales y que ahora se resquebraja a golpe de resentimiento, nostalgia y xenofobia.

En la extinta República Democrática Alemana (RDA), las urnas hablaron el pasado 24 de septiembre mayoritariamente por boca de la ultraderecha populista Alternativa para Alemania (AfD) y de La Izquierda, una refundación del partido del régimen comunista aún estigmatizado por los grandes partidos de larga tradición democrática. Ninguna de esas dos formaciones, irrelevantes por otra parte en el mapa político de la Alemania que quedó en la parte soleada del paredón de la posguerra, formará parte del Ejecutivo que intenta componer la canciller Merkel. Tras la renuncia del Partido Socialdemócrata (SPD) a reeditar la gran coalición, la Unión Cristianodemócrata (CDU) y su ala bávara (CSU) deberán irse de viaje con los "elitistas" del Partido Liberal (FDP) y con Los Verdes. O se convocarán nuevas elecciones.

Según el instituto demoscópico INSA, el 64,5% de los alemanes tiene la sensación de que el Muro, 28 años después, está en la cabeza de los ciudadanos, frente al 22,9% que opina lo contrario. De esos dos tercios de alemanes que aún perciben esa separación, el 74% son germanorientales, los llamados ossis, frente a un 62,3% de sus compatriotas wessis. Significativo es también que a la pregunta sobre pertenencia, un 7,6% de los encuestados responde RDA y el 13,9%, RFA. Un tercio se siente alemán sin más y el 32,5% se dice del estado federado donde nació.

"Ya no entiendo mi país. El hogar está en el futuro, no en el pasado", afirmó Steinmeier, que pidió a la ciudadanía un esfuerzo para impedir que se reabran heridas y vuelvan los errores que, sin pretenderlo, se cometieron tras la Reunificación, entre ellos, y por encima de todos, no reconocer los muchos puentes que los germanorientales tuvieron que atravesar para encontrarse y sentirse en su (nuevo) país.

Mismo país, dos realidades distintas

La satisfacción de los alemanes con su vida nunca ha sido tan alta como ahora, pero los datos económicos siguen siendo dispares. El PIB por habitante en los estados germanorientales es un 27% inferior a los occidentales, según el último informe anual de la comisionada del Gobierno para los "nuevos Länder", Iris Gleicke. La tasa media de desempleo en el Este pasó del 18,7% en 2005 al 8,5% en 2016, pero sigue siendo entre tres y cuatro puntos superior al del Oeste. Los salarios en la parte oriental son, de media, un 18% más bajos que en Occidente y tampoco las pensiones están al mismo nivel pese a que las subidas no han sido proporcionales.

"En las regiones más débiles, en las que los ciudadanos sienten que se han quedado atrás, pueden surgir divisiones sociales y actitudes radicales", advierte Gleicke en un informe que se hace igualmente eco del déficit que existe en infraestructura, mucho más marcado en las regiones del Este, y la falta de grandes empresas en la extinta RDA.

Ninguna gran empresa del selectivo DAX 30 de la Bolsa de Fráncfort tiene su sede en la extinta RDA, lo que influye en el crecimiento y desarrollo de esa zona del país. De hecho y ante la falta de perspectivas, esos Länder perdieron entre 1990 y 2015 el 15% de su población, que pasó de 14,8 a 12,6 millones de habitantes. El futuro no es más halagüeño. Se prevé que los mayores de 65 años, un 24% del total de la población actual, representarán en 2013 el 32%.

"Imaginar regiones enteras sin colegios, sin guardería, sin médicos y sin tiendas es una pesadilla", recalcó la comisionada, para quien un factor positivo sería, precisamente, lo que más ha polarizado al electorado en los últimos tres años: inmigrantes que pongan en peligro lo que tienen o desean, ya sea trabajo, prestaciones sociales o supremacía.

Con un discurso antiinmigración y xenófobo, la populista AfD logró en las pasadas elecciones generales casi el 22% del escrutinio en el Este del país. Se convirtió en la segunda fuerza más votada en la antigua RDA, tras una CDU muy lejos de los resultados con los que los germanorientales agradecieron al entonces canciller cristianodemócrata Helmut Kohl su liberación del yugo de Moscú. Merkel, nacida en el Oeste pero crecida en el Este, sólo recabó entre sus compatriotas de adopción un 27,4%.

El tercer partido más votado en el Este fue La Izquierda. Los postcomunistas obtuvieron en su feudo tradicional un 17% de los apoyos, un fuerte retroceso respecto a los comicios de 2013, pero un 10% más que en el Este, donde esta formación apenas tiene calado. Los socialdemócratas (SPD) lograron en el Este un 14,6% mientras que Los Verdes y los liberales del FDP apenas superaron la barrera del 5%.

El FDP fue el único partido que incluyó en su programa la abolición del impuesto de solidaridad -un 5,5% de los ingresos brutos- que sirve para financiar parte de las inversiones en el Este, lo que supondría para el erario público renunciar a 20,000 millones de euros anuales. El presidente de esta formación, Christian Lindner, mantiene esa exigencia como requisito para entrar en el Gobierno.

Para algunos expertos, el problema de la Alemania unificada ya no es la diferencia entre Este y Oeste sino el aumento de la pobreza y la exclusión por todo el país. Según la Federación para la Paridad (plataforma que aglutina a varias ONGs alemanas) el 15,7% de los 81 millones de habitantes de la primera economía europea, es decir unos 13 millones de personas, vive en situaciones de precariedad. El pico más alto se da en Renania del Norte-Westfalia, con un 22,4% de población en riesgo o del 17,5% en los núcleos urbanos. La evolución negativa es persistente desde hace 10 años, con un aumento global del 2,1% entre 2005-2015 y se ha registrado en todo el país, incluidos los Länder más prósperos del sur: Baviera y Baden-Württemberg.

Cierto es, sin embargo, que las mayores diferencias siguen dándose entre el Este y el Oeste. También las intangibles. En palabras del presidente de la Oficina Federal para la Educación Política, Thomas Krüger, "el dominio de Alemania occidental en todas las esferas de la vida en los estados germanorientales se vivió y se sigue viendo como un colonialismo cultural. Y, eso fue, es y será un problema" mientras la revolución política, cultural y social que supuso la caída del Muro en el año 1989 -y esto es sólo un ejemplo- se siga viendo como algo mucho menos relevante que el Mayo del 68, un movimiento que sólo vivió una parte de la población. A esos puentes se refería Steinmeier en su discurso a "todos" los alemanes.



yoselin

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