Del Dicho al Hecho

Los republicanos prometieron inspirar y luego trataron de reescribir la historia

2020-08-25

En al menos dos ocasiones, Trump llamó a la pandemia “el virus de China” en un...

Por Matt Flegenheimer| The New York Time 

El presidente Donald Trump buscaba reescribir la historia y reclutar a su causa a trabajadores de la primera línea del combate al coronavirus. La tensión era evidente.

Flanqueado en el Salón Este de la Casa Blanca por estadounidenses que participan en la lucha contra el coronavirus —una enfermera, un camionero, una empleada postal, otra enfermera— Trump salió el lunes a transmitir más de cuatro mensajes halagadores/color de rosa reformulando el pasado reciente ante la audiencia de la primera noche de la convención.

“Cuéntenme un poco de sus historias” le pidió a sus invitados. Pero él también tenía algunas cosas que compartir: habló sobre los viles demócratas y gobernadores que lo decepcionaron, sobre sus apodos favoritos para el virus y se refirió a la falta de gratitud hacia los esfuerzos de su gobierno.

“Hemos entregado miles de millones de dólares en equipo que los gobiernos debían repartir y en muchos casos no recibieron”, se quejó. “Así que el gobierno federal tuvo que ayudarlos y toda la gente que hizo todo este trabajo increíble jamás recibió crédito por eso. Pero ustedes comprenden de dónde vino”. 

En al menos dos ocasiones, Trump llamó a la pandemia “el virus de China” en un intento de desviar la culpa.

“No quiero repasar todos los nombres”, dijo en un momento, “porque algunas personas podrían sentirse insultadas. Pero así es”.

Y así es como fue, como siempre, la noche del lunes: un equipo de reelección que había prometido un mensaje edificante y de unidad —con su candidato batallando en las encuestas entre las malas evaluaciones de su respuesta pandémica— y un líder que no conoce otro estilo que el alboroto y el revisionismo.

Por la noche, todo el proceso se desarrolló en ese tira y afloja. Los llamados aspiracionales de oradores como Nikki Haley, exembajadora ante Naciones Unidas, el senador Tim Scott por Carolina del Sur, el único republicano negro de la cámara, parecían estar condenados a ser ensombrecidos por el tono siniestro de la velada.

Algunas de las secuencias de apertura de la convención se parecían a la programación de Fox News que le gusta a Trump y presentaron a un elenco que sostenían afirmaciones sobre “el bulo de Rusia”, los demócratas “socialistas” y la energía y agudeza mental de su nominado, Joseph Biden.

“Les estoy hablando desde un auditorio más vacío que la agenda diaria de Joe Biden”, dijo el congresista por Florida Matt Gaetz, uno de los partidarios más combativos y expresivos que el presidente tiene en el congreso, riendo hacia la cámara en un momento al despotricar contra los woketopians de la izquierda (Woketopian es un juego de palabras entre woke, el adjetivo para llamar a quienes han despertado a alguna conciencia social y el término utópico).

Otros oradores fueron Charlie Kirk, un provocador célebre en la derecha y autor de un libro titulado La doctrina MAGA y Mark y Patricia McCloskey, quienes se volvieron famosos en redes sociales después de apuntar con armas a los manifestantes que pasaban cerca de su casa en Saint Louis, Missouri.

Sentados en un sofá, se dirigieron solemnemente a la audiencia para decirles lo que ellos creían que estaba en juego ante un posible gobierno de Biden:

“Sin importar dónde viven, no se equivoquen”, dijo Patricia McCloskey. “Su familia no estará a salvo en el Estados Unidos de los demócratas radicales”.

Después hubo un discurso de Donald Trump Jr., quien definió a Biden como “el monstruo de Loch Ness del pantano” con una plataforma “de izquierda radical” que obstruiría la recuperación económica.

“De vez en cuando saca la cabeza para postularse como presidente” dijo el hijo del presidente sobre Biden. “Luego desaparece y entretanto no hace gran cosa”.

Kimberly Guilfoyle, la novia del menor de los Trump, quien se ha convertido en un personaje clave de la recaudación de fondos durante la reelección, también participó el lunes y pronunció algunas de las metáforas más sombrías de la noche.

“Si quieren ver el futuro socialista de Biden-Harris para nuestro país solo miren a California”, vociferó desde un auditorio en Washington. “Es un lugar de inmensas riquezas, innovación inconmensurable y un ambiente inmaculado, pero los demócratas lo convirtieron en una tierra de agujas de heroína desechadas en los parques, disturbios en las calles y apagones en los hogares”.

En un gesto memorable, Trump compartió la pantalla con un grupo de invitados en la Casa Blanca: rehenes liberados, en un intento por destacar el trabajo de su gobierno en la liberación de personas que han estado cautivas en otros países.

En conjunto, la retórica dejó en claro que aunque Trump crea que su partido debería ser una gran empresa que cobije a muchas personas, tampoco tiene interés en persuadir a los escépticos para que se le unan.

Insistió en los principios de nosotros-contra-ellos de su presidencia y dejó al desnudo el estrecho camino político que se ha planteado para llegar hasta un segundo mandato.

“Creo que es tonto”, dijo Michael Steel, un experimentado estratega republicano, sobre el enfoque del presidente. “Pero creo que es característico no solo de su campaña sino de su gobierno. En todas las ocasiones ha decidido reforzar su base en vez de ampliar su atractivo”.

Steel, veterano de la campaña presidencial de Jeb Bush hace cuatro años, añadió un comentario de cautela: “Debí haber pateado mi bola de cristal en un basurero en llamas después de 2016”.

Aunque últimamente tanto los admiradores como los críticos del presidente parecen inclinarse a agregar advertencias similares, muchos en el círculo de Trump también están muy conscientes de las dinámicas de la campaña actual: Biden va ganando. Trump, tan polarizante en este momento de su mandato, tendrá dificultades para hacer cambiar de opinión a una gran cantidad de votantes, lo que significa que su oportunidad más clara de lograr la reelección requiere mancillar el prestigio de Biden y, temen los demócratas, obstaculizar el proceso de votación.

Sin embargo, los estrategas de ambos partidos concuerdan en que todo esto podría terminar por ser suficiente para Trump. Son conscientes del mapa electoral que lo impulsó a la presidencia en 2016, a pesar de tener un importante déficit en el voto popular. Mencionan la constancia de sus niveles de apoyo, que rara vez han sido espectaculares, pero tampoco irreversiblemente desastrosos, y ven un camino a seguir: el entusiasmo de su base más una coalición de votantes —que se tapan la nariz ante sus escándalos—, una serie de golpes de suerte y algún tropiezo demócrata inoportuno que lo ayude a levantarse de nuevo.

“Ya hicieron cuentas y no pueden ganar a menos que la base acuda a votar a toda máquina” dijo Carlis Curbelo, un excongresista republicano por Florida que ha chocado con Trump y que no lo apoyó en 2016. “Su camino a la victoria es muy similar al camino de la victoria la última vez, que es consolidar su base y satanizar a la oposición”.

Algunos personajes que se agregaron al elenco republicano del lunes, que incluyó a varios partidarios negros, sí parecían tener el objetivo de proyectar más diversidad, no solo (o incluso principalmente) para cortejar a los votantes negros sino también para compatir las percepciones —a menudo dañinas entre los votantes blancos— de que Trump y su partido han permitido las opiniones racistas.

Scott —quien públicamente condenó los comentarios de Trump después del mitin neonazi de 2017 en Charlottesville, Virginia, pero ha sido un aliado confiable— estuvo entre los oradores más destacados. “El presidente Trump construyó la economía más incluyente de la historia”, dijo en referencia a la situación económica del país antes del virus y criticó el historial de Biden en cuanto al trato hacia los estadounidenses negros.

También estuvo Vernon Jones, legislador estatal por Georgia e inusual partidario demócrata del presidente, una semana después de una convención demócrata que a menudo mostró a defensores republicanos de Biden.

Con Trump al mando, por supuesto, la disciplina política puede ser fugaz.

En los últimos días, el mandatario y su equipo habían anticipado que presidiría un programa de cuatro días llenos de optimismo y alegría nacional.

“Muy inspirador y positivo”, dijo el fin de semana sobre lo que deseaba que fuera el tono de la convención.

“Por supuesto que queremos superar el ambiente amargo de la CND”, dijo a los reporteros Kellyanne Conway, la asesora del presidente en referencia a la Convención Nacional Demócrata.

Hacia la tarde del lunes, al presentarse en Charlotte durante el pase de lista para su nominación, Trump arremetió contra las decisiones editoriales de las televisoras y animó a los delegados a corear “12 años más” en vez de cuatro para “volverlos locos de verdad”.

En repetidas ocasiones hizo afirmaciones infundadas sobre la votación por correo e insistió en que solo perdería en noviembre si el sistema estaba “manipulado”.

“De un modo muy muy amable les digo”, dijo el presidente sin tender puentes entre la luz y la oscuridad, “están intentando robarse la elección”.



regina
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