Reportajes
Los desencuentros de la izquierda sudamericana
México, D.F.,(apro).- Si bien la inédita conjunción de gobiernos de izquierda democráticamente elegidos permitió en un principio pensar en la posible creación de un bloque geoestratégico, y pese a que esto ha ocurrido en ciertas áreas, las crecientes divergencias entre sus actores dejan ver que una acción regional concertada resulta prácticamente imposible.
Es cierto que, desde un principio también, prácticamente todos los análisis resaltaron los "grados" de izquierdismo y los referentes históricos de cada uno de los dirigentes. Hay, evidentemente, diferencias ideológicas pero, sobre todo, afanes de protagonismo, estilos de gobernar y, más que nada, asuntos prácticos e intereses nacionales que separan y hasta enfrentan a unos con los otros.
En la cadena de encuentros y desencuentros, sin duda Hugo Chávez, el primero en acceder al poder por vía de las urnas con una plataforma de izquierda, ha sido, para bien y para mal, el principal protagonista.
Respaldado por la riqueza petrolera y gasera de Venezuela, el excoronel no sólo ha creado resquemores por la forma de ejercer su gobierno a nivel doméstico, sino por pretender exportar su "revolución bolivariana" a toda la región.
Ya en un principio hizo arquear las cejas de Washington, al acercarse demasiado a Fidel Castro, pero después fue encontrando otros interlocutores en el chileno Ricardo Lagos (y actualmente en Michelle Bachelet), el brasileño Inacio "Lula" da Silva, el argentino Néstor Kirchner, el uruguayo Tabaré Vázquez y, más recientemente, el boliviano Evo Morales. Interlocución, hay que decir, que no necesariamente significa acuerdo.
Fiero opositor al Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA), el presidente venezolano lanzó su Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), y ahí empezaron los disensos. Chile, que ni siquiera pertenece al Mercado Común del Sur (Mercosur) y que ha ostentado un modelo económico exitoso y con relativos logros sociales, tiene por ejemplo un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y no se opone particularmente a la implementación del ALCA; ni hablar, por supuesto, de adherirse al ALBA.
Argentina, Brasil y Uruguay, todos miembros del Mercosur, no tienen interés en sumarse a la propuesta comercial de Washington, pero tampoco a la de Caracas. Su mira, más bien, ha sido reforzar su propio mecanismo de integración comercial y ampliarlo a más países de América del Sur, para de ahí diversificarse hacia otros mercados, no sólo el estadunidense, sino también el europeo y el asiático.
Con el mayor poder económico de la región, Brasil de hecho impulsó su propia iniciativa denominada Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN), cuya base sería el propio Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones (CAN). Lanzada con bombo y platillo a fines de 2004 en Cuzco, más allá de los lastres burocráticos, la CSN no ha podido avanzar, porque parte de sus miembros decidió actuar por su cuenta. Colombia, Ecuador, Perú y Uruguay, por ejemplo, emprendieron negociaciones para establecer acuerdos bilaterales con Estados Unidos.
En Bogotá, Quito y Lima no gobierna por el momento la izquierda, pero no deja de llamar la atención que Montevideo, aduciendo un trato inequitativo dentro del Mercosur, decidiera explorar acuerdos comerciales con Estados Unidos y México, lo que está prohibido por los estatutos del pacto. Tabaré Vázquez amenazó inclusive con salirse, si no lo dejaban actuar. Y no hay que olvidar que sostiene un fuerte diferendo con su vecino Néstor Kirchner por la construcción de dos papeleras financiadas con capital extranjero, que contaminarían un río común, caso que ya llegó a los tribunales internacionales y fue el motivo de la irrupción de una activista de Greenpeace en bikini, durante la pasada cumbre Unión Europea-América Latina en Viena.
Más allá del ruido que todo esto ha introducido dentro de una hipotética unidad sudamericana, Chávez también ha constituido un factor de disrupción real. Cada vez más radicalizado contra el "imperialismo yankee", se lanzó contra Alfredo Palacio, Alejandro Toledo y Alvaro Uribe, y anunció su salida de la comunidad andina para integrarse de lleno al Mercosur. También abandonó el llamado Grupo de los Tres (G-3), integrado por México, Colombia y la propia Venezuela, arguyendo que los dos primeros representan al "más puro neoliberalismo".
Nada ha dicho por el momento el venezolano del acercamiento de Tabaré a Washington, y Palacio se salvó de su ira después de que canceló, por abusos comerciales, el contrato con la petrolera Oxy y las negociaciones para un TLC con Estados Unidos fueron suspendidas. En Ecuador hay una fuerte oposición popular tanto a las petroleras extranjeras como al tratado comercial, en la que algunos creen ver la mano de Caracas. Chávez, por lo pronto, ya se apersonó en Quito para ofrecer apoyo en materia de hidrocarburos.
Con Álvaro Uribe, quien se acaba de reelegir, Chávez mantiene una tensa relación no sólo por motivos ideológicos, sino porque Bogotá se ha mantenido como el más firme aliado de Washington en Sudamérica. Con fronteras directas, Colombia y Venezuela han librado varias escaramuzas por motivos de guerrilla y narcotráfico e, inclusive, se ha acusado repetidamente a Chávez de apoyar a las FARC, grupo armado que Estados Unidos tiene clasificado como terrorista. En este contexto, la firma de un TLC entre los gobiernos de Uribe y Bush sólo es un punto más de conflicto.
Múltiples desacuerdos
De momento, el peor diferendo es con Toledo y su probable sucesor, Alan García quien, en medio de insultos, ha llevado a Perú y Venezuela casi a la ruptura. Sin ningún recato, Chávez ha apoyado al candidato nacionalista, Ollanta Humala, dando por hecho que se sumará a su proyecto. Que el bolivariano no comulgue con Toledo, un indio que se "neoliberalizó" en las universidades estadunidenses, parece normal, pero que choque a tal grado con García, que proviene de la histórica Alianza Popular Revolucionaria Americana, sólo puede explicarse por la cercanía de éste con Carlos Andrés Pérez, acérrimo enemigo de Chávez, a quien mandó a la cárcel después de que lo intentó derrocar.
De origen marxista, el APRA se inscribe hoy dentro de la socialdemocracia, pero no deja de estar inclinado hacia la izquierda. En su anterior gestión (1985-90), García fue inclusive tildado de "populista" y generó un terremoto financiero al decidir que sólo destinaría el 10 por ciento de los ingresos anuales del país al pago de la deuda externa, estatizar bancos y aseguradoras privadas. Aislado, al final tuvo de todos modos que recurrir a los programas de ajuste del Fondo Monetario Internacional, y dejó un desatre económico tras de sí.
Ahora jura que no lo volverá a hacer, lo que lo ha colocado frente a Humala como "el mal menor" para la mayoría de los peruanos. Para Chávez, es simplemente un "ladrón, oportunista y sinvergüenza", que se ha sumado a las filas del neoliberalismo. Protagónicos y boquiflojos, ambos, si García gana, el conflicto entre Lima y Caracas se pondrá peor.
En este contexto de múltiples desacuerdos, ni el ALCA ni el ALBA ni la CSN han podido avanzar, y aun el Mercosur y la CAN se han visto desgastados. A fines de abril, en La Habana, Fidel Castro, Hugo Chávez y Evo Morales firmaron un llamado Tratado Comercial de los Pueblos, que subrayó su diferente alineamiento respecto de otros gobiernos de izquierda en la región. Morales inclusive dejó entrever que probablemente también se retirará de la Comunidad Andina.
De hecho, desde que el líder cocalero asumió la presidencia, pero sobre todo desde que nacionalizó los hidrocarburos, se ha observado una línea divisoria entre Bolivia y Venezuela, por un lado, y sus aliados del Cono Sur, por el otro.
Si bien una de las ramas en las que Venezuela, Argentina y Brasil han logrado acuerdos, es la energética, incluido el Gasoducto del Sur que recorrerá 6 mil 600 kilómetros, y al cual Bolivia, con las segundas reservas probadas del subcontinente, fue obviamente convocada. El momento y los términos en que se dio la nacionalización de los hidrocarburos bolivianos crearon tensiones que estuvieron a punto de dar al traste con todo.
Partícipes en suelo boliviano con las petroleras Repsol-YPF y Petrobras, Argentina y Brasil conocían los planes de Evo desde su campaña pero, al parecer, la nacionalización del 1 de mayo los tomó por sorpresa, tanto, que convocaron precipitadamente a una cumbre en Puerto Iguazú, a la que también asistió Hugo Chávez. Y aunque al final todos aparecieron sonriendo y estrechándose las manos, trascendió que hubo duros reclamos por la precipitación de la medida y los excesivos impuestos y regalías (82%).
De hecho, Kirchner y "Lula" han tenido que hacer actos de equilibrismo entre las presiones de sus empresas y los reclamos de Evo. Tanto la petrolera argentina como la brasileña han dicho que parecen inviables sus costos de producción, y sus respectivas cancillerías han dejado entrever que la medida boliviana fue vista en ambos países como "poco amistosa". Para colmo, Morales insinuó malos manejos empresariales lo que, sobre todo con "Lula", llevó a una severa crisis.
No satisfecho con ello, Morales abrió otro flanco con Chile. Aunque hay posibilidades de retomar las pláticas para que Bolivia recupere la salida al mar que perdió en 1904, la diplomacia de Santiago mostró su irritación cuando Evo quiso involucrar a la OEA, apelando a la condición socialista de su secretario general, el chileno Miguel Insulza.
"Es un asunto bilateral", protestó la cancillería. Chile y Bolivia no tienen relaciones desde 1978 y, según una última encuesta, 70 por ciento de los chilenos se opone a cualquier devolución territorial.
Todo este cúmulo de diferencias entre las naciones sudamericanas, incluyendo las de izquierda entre sí, han trascendido a los foros internacionales, como la Organización de Estados Americanos, la Cumbre de las Américas, las cumbres Iberoamericanas y las cumbres Unión Europea-América Latina, sin permitir ninguna negociación en bloque que favorezca a toda la región. Inclusive, en la última reunión de Viena, los europeos pidieron a los latinoamericanos ponerse de acuerdo antes de discutir cualquier tema.
Paradójicamente, Chávez, quien pretende enarbolar el espíritu unitario de Bolívar, es señalado por sus propios pares de izquierda como el principal factor de desunión por sus desmesuras verbales y su creciente radicalización política; y en ambas parece ya estar arrastrando a Evo. Las derechas, ni duda cabe, capitalizan con ello su aversión hacia los dos; y George W. Bush ya habla de "una erosión de la democracia" en Bolivia y Venezuela, con todo lo que esto implica.
Es una lástima, porque parecía que ahora si había oportunidad de que alcanzaran algo juntos.
EGG
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