Ciencia y Tecnología

El confinamiento aumenta la capacidad humana para detectar terremotos

2020-04-17

“Es una situación sin precedentes”, explica la experta.

Por MANUEL ANSEDE | El País

Hace un par de semanas, la sismóloga Laure Fallou observó un fenómeno que no había visto en su vida. Unas 200 personas utilizaron una aplicación en su teléfono móvil para informar de que habían sentido que el suelo temblaba en Zagreb, la capital de Croacia. Lo asombroso, cuenta Fallou, es que aquel 2 de abril hubo tres seísmos irrisorios, con una magnitud normalmente imperceptible, de entre 0,6 y 1. El confinamiento de la población por la peste del coronavirus parecía aumentar la capacidad humana para detectar terremotos.

Fallou trabaja en el Centro Sismológico Euromediterráneo (CSEM), una organización científica que combina testimonios de ciudadanos con los datos sismológicos recogidos por 70 organismos, entre ellos el Instituto Geográfico Nacional de España. Unas 130,000 personas de todo el mundo utilizan una aplicación en sus teléfonos móviles, denominada LastQuake, para alertar al CSEM de los terremotos que perciben. Y la paz en las ciudades provocada por el confinamiento permite ahora estudiar mejor los microterremotos prácticamente imperceptibles.

“Es una situación sin precedentes”, explica la experta. Los sismólogos de diferentes países consultados por EL PAÍS constatan caídas de hasta el 60% del llamado ruido sísmico ambiental: las vibraciones del suelo generadas por la actividad humana, sobre todo por los coches y el metro, y por otros factores naturales, como las olas del mar. “Lo que se nota, más allá de la reducción del ruido sísmico, es que la gente está en sus casas”, señala Fallou. “El confinamiento también puede aumentar el interés por la sismología de personas que viven en áreas sísmicas”, hipotetiza.

El sismólogo Jordi Díaz, del Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera (CSIC), ha detectado una caída del 60% del ruido sísmico ambiental en sus sismómetros de Barcelona. Este silencio abre nuevas ventanas. “Habitualmente, en nuestros aparatos podemos detectar terremotos de magnitud 6 que ocurren en Japón o en cualquier otro lugar del mundo. Ahora estamos investigando hasta qué punto ha bajado este umbral de detección de terremotos”, explica.

Los científicos utilizan la velocidad de transmisión de las ondas sísmicas para deducir la composición del subsuelo. “Con terremotos y sismómetros tienes un escáner del interior de la Tierra”, apunta Díaz, que espera que la mayor capacidad para registrar la llegada de ondas sísmicas en Barcelona sirva para estudiar la estructura del terreno. “Todavía no tenemos claro si podremos aprovechar el parón para obtener nuevos datos de interés”, reconoce.

Díaz es uno de los expertos que ha respondido al llamamiento del sismólogo belga Thomas Lecocq, que el 1 de abril pidió colaboración internacional para estudiar el efecto del confinamiento en el ruido sísmico mundial. “Ya somos unas 40 personas de todas partes uniendo fuerzas: de Italia, Estados Unidos, México, Nueva Zelanda, Alemania, el Reino Unido, Países Bajos, la India, Nepal”, explica Lecocq, del Observatorio Real de Bélgica. Su única estación urbana en Bruselas, situada en un barrio tranquilo, muestra una caída del 33%.

“Un menor ruido local, una menor contaminación por vibraciones, puede, teóricamente, permitir una mejor escucha de la Tierra. Ya podemos medir con mayor facilidad pequeñas explosiones en canteras, porque las señales son más limpias en todas las estaciones de medición”, detalla el científico.

“Este confinamiento es una ventana de oportunidad para intentar ver si realmente ocurren pequeños terremotos en París y en sus alrededores”, señala el sismólogo Claudio Satriano, del Instituto de Física del Globo de la capital francesa. Sus aparatos han constatado una caída del ruido sísmico de casi el 40%. La geofísica Lucile Bruhat, de la Escuela Normal Superior de París, cree que no es solo una oportunidad para los científicos, sino para todos los ciudadanos: “El hecho de que las personas estén en sus casas en un ambiente tranquilo, sin ruido de fondo del transporte, por ejemplo, hace que sean más sensibles a las ligeras vibraciones relacionadas con los terremotos”.

“Normalmente, el ruido antropogénico enturbia las señales de los terremotos o de otros fenómenos naturales. Ahora, el ruido es menor y estas señales probablemente serán más claras”, coincide Paula Koelemeijer, de la Royal Holloway de la Universidad de Londres. Sus datos muestran una caída de hasta el 30% tras las primeras medidas de confinamiento de la capital británica el 23 de marzo. “Esperamos una mayor claridad de las señales producidas por terremotos lejanos, usadas para estudiar el interior de la Tierra, y también las de los terremotos locales, que pueden ofrecernos más información sobre la sismicidad local y el riesgo de terremotos”, explica Koelemeijer.

El sismólogo Víctor Hugo Márquez, del Centro de Geociencias de la Universidad Nacional Autónoma de México en Querétaro, detectó una bajada del ruido sísmico de entre el 30% y el 40% durante la primera semana de abril. Su equipo trabaja ahora en un nuevo enfoque. “Estamos viendo si podemos establecer alguna relación [del ruido sísmico] con la contaminación ambiental. Por ejemplo, averiguar qué aporta más a la contaminación de la ciudad, si la industria o los automóviles”, detalla.

La francesa Laure Fallou habla del nacimiento de una sismosociología. “La sociología es esencial para entender cómo se hace la sismología hoy en día”, argumenta. Los ciudadanos, subraya, ya pueden tener sismógrafos caseros y baratos en sus hogares, gracias al proyecto internacional Raspberry Shake, o convertirse en “sensores vivientes” con los acelerómetros de sus teléfonos móviles, dentro de la iniciativa Sismo Detector, lanzada por el estadístico italiano Francesco Finazzi, de la Universidad de Bérgamo.

Este nuevo interés por la sismología doméstica podría explicar también por qué 200 personas sintieron los miniterremotos de Zagreb y alertaron de ellos. “Tener casi 200 informes de un seísmo de magnitud 1 es inusual, pero se puede atribuir a los factores específicos del terremoto [los habitantes de la capital croata estaban más sensible tras vivir otro seísmo mayor, de magnitud 5,4, el 22 de marzo], al mayor número de usuarios de nuestra aplicación LastQuake, a la reducción del ruido sísmico y a la mayor atención de los ciudadanos. No se puede excluir ninguno de estos factores y, de hecho, podría ser por una combinación de todos ellos”, añade Fallou.



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